Muchos ven en la política la oportunidad de hacer negocios. En estos días me llamó la atención una persona que justificó un hecho irregular por el bajo sueldo que tienen los políticos. Eso hizo que me detuviera a pensar sobre la necesidad de revisarnos como sociedad. Creo en la política como la forma de ayudar a nuestro entorno a ser mejor, pero sin duda también creo en la política construida desde la decencia.

Es falso que todo aquel que se involucre en política debe continuar con las prácticas que le hacen daño a la ciudadanía. Algunos han llegado a decir que esto es porque la política es sucia y la realidad es que no nos hemos detenido a pensar que quizá la culpa es de quienes la practican. En Venezuela la situación es peor, desde hace mucho tiempo hay dirigentes que solo ven en los partidos una actividad económica rentable.

Pareciera que nos acostumbramos al hecho de que la política es un negocio, pero no es así. En la política también hay gente decente que entró a ella para ser un factor de cambio en sus países o comunidades. El problema está en que esas personas son catalogadas de inocentes, simplemente porque no continúan con las malas prácticas.

Creo en la libertad y en ella sé que también se encuentra la posibilidad de ser individuos que con talento e ideas generen riquezas. En nuestro país debe haber un cambio profundo en la manera en la que vemos a los dirigentes políticos.

A esos dirigentes se les debe cuestionar e interpelar sobre su trabajo. Pero además se les debe exigir transparencia en el manejo de los recursos. Una persona bien puede, aunque ejerza cargos públicos, tener una buena situación económica. Eso sí, siempre y cuando demuestre que esos beneficios fueron obtenidos por su trabajo de manera decente.

No debemos acostumbrarnos a que todo aquel que opte a un cargo público debe por naturaleza incurrir en hechos de corrupción. Eso es falso, pero los ciudadanos debemos velar porque estas personas cumplan con sus funciones de manera honrada.

Quienes ejercen el poder deben entender que son empleados de la ciudadanía y que en consecuencia las personas pueden cuestionar de dónde provienen los recursos de su vida privada. Es un reto que debe ser asumido por toda la sociedad, pero hay que hacerlo.

Los venezolanos no solo merecemos un cambio político, merecemos una República verdaderamente libre como la soñaron nuestros padres fundadores. Y allí, en esa República entonces construir las bases de la nueva política: la decencia, la honradez y el respeto a las libertades individuales y económicas.

Podemos tener personas diferentes que dirijan este país. Pero para ello debemos asumir el reto de ser ciudadanos y velar porque las leyes y los principios morales se cumplan desde la cúpula política. La única manera de lograr una sociedad libre es haciendo las cosas diferente y eso pasa por tener dirigentes honestos y capaces. Acabemos de una vez por todas con los cogollos y las viejas prácticas de hacer política que tanto daño le han hecho a Venezuela.


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