Mal presagio para los socialistas venezolanos, cada vez más aislados por culpa de las malas políticas implementadas. Dicen que mentir es pecado, menos para los que afirman: “Estamos pariendo una salida electoral, pacífica, democrática y constitucional”. Chillan emocionados, ¡los noruegos están en Caracas!, tras haber sostenido reuniones que ocultan por conveniencia. Algo habrán venido a proponer, además de oxígeno para la revolución. Nadie visita a Venezuela en estos tiempos, ni siquiera los cubanos que bastante tienen que ganar y perder en este país destartalado. La ciudadanía está sobreviviendo a duras penas, los sueldos no alcanzan, las pensiones menos, trabajo no hay, es la triste realidad, que Noruega y sus cómplices ni ven ni les interesa ver.

Vendrán con alguna propuesta, pero jamás incluirán el cese de la usurpación. Hay que preguntarse si el ofrecimiento va a gustar a los castro-maduristas, y si los incluye. Porque de no ser así, de nada servirá. ¿Pero qué gana el país en cuarentena permanente con los visitantes de Oslo? Nada. Y a los politiqueros no les importa. Sin embargo, se le podría rogar a san Judas Tadeo, reconocido gestionador de milagros, o a nuestro José Gregorio Hernández, beato al cual la fe del pueblo está llevando a los altares; que ilumine a castristas, imperialistas y europeos, sin dejar de lado a chinos y rusos que aparte del comercio y lo geopolítico, quieren cobrar.

Conseguir una solución que dé salida al devastador chavismo, y satisfaga a todos, nunca se logrará. Noruega es y será un fracaso político, que solo sirve para reanimar, alargar la arruga. Tampoco cura el covid-19; que, combinada con la calamidad bolivariana, saquea y arrasa con lo que puede, destruyendo lo público y lo que creció como privado, se está desbaratando en manos del Estado inútil, hablador y mentiroso. En lo único que son eficientes es en el diseño y diaria aplicación de una estrategia destructiva con premeditación y alevosía. Manera rendidora de acabar con todo, resignar, desesperar a un pueblo que hasta hace veinte años todavía reía y soñaba.

La comunidad internacional, noruegos y el español Josep Borrell, tienen tiempo de sobra para conversar, reunirse y hablar bolserías sin apuros ni apremio, mientras Venezuela sufre, los cada día más costosos y escasos alimentos, frutas, vegetales, cárnicos, medicinas y un sinfín de etcéteras. No debido a la pandemia ni al bloqueo económico, sino a la grosera especulación de comerciantes inescrupulosos y corrupción de autoridades, que, en cada alcabala, obligan a entregar cantidades, so pena de prisión y decomiso. Covid -19 se radicaliza, y también el saqueo de riquezas, hambre, represión, violación de los derechos humanos, extorsión, matraqueo, y algunos se empeñan afanosos, tercos y enfermizos apasionados, en un diálogo del cual los venezolanos ni creen ni confían; el régimen alardea sobre dialogar, pero la situación empeora.

Tenemos doble tragedia arrasándonos, el castro-chavismo socialista y el covid-19 que el régimen ha denunciado como invento y agresión de la maldad estadounidense; puede que hasta tenga razón, se contagian altos jerarcas de la revolución, pero no Mike Pompeo ni Donald Trump, por cierto, tampoco los colaboracionistas opositores venezolanos.

Además de la burla; nada se ha logrado con los diálogos en sus diferentes etapas, continúa la reprimenda, presos y exiliados políticos, la tragedia sigue, los venezolanos continuamos migrando o aguantando, la oscura perspectiva de un país paralizado por la firme defensa que de este desastre hacen, sin hablar ni entender noruego, los viejitos de La Habana y uniformados.

¡La esperanza es lo último que se pierde!, que los enfermos reflexionen y piensen en cómo largarse con su desafinada música a otra parte. Que los noruegos traigan esta vez alguna salida práctica y viable, la experiencia indica que será otra ilusión vana que, de darse, solo convendrá a unos pocos. Entre otras, las elecciones fraudulentas, nombramientos internos oficialistas.

Mientras politiqueros sin zozobra se toman su tiempo, conversando y dialogando, la situación empeora. Prima la urgencia. La ciudadanía agobiada, reventada, harta de no ver resultado a sus necesidades básicas. Para la usurpación, un fracaso los aproxima peligrosamente en acciones en su contra y agita la situación interna. Para el interinato, el deterioro continuo e imparable, perjudica su credibilidad y confianza, pierde apoyo internacional y lo ubica en la clara disyuntiva de solicitar ayuda.

Como decía aquel que murió y ha pasado en las mentes venezolanas de hablador de pendejadas a recuerdo memorable, amanecerá y veremos, mientras quienes ahora ocupan su puesto proclaman que estamos al borde del barranco, pero seguimos dando pasos adelante.

@ArmandoMartini

 


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