“In lingua veritas». Victor Klemperer

“El lenguaje es más que sangre”. En la lengua está la verdad. “A veces alguien quiere expresar la verdad, pero la lengua es más verdadera que él”. Franz Rosenzweig

Destrucci[on de la Biblioteca de la UDO
10 de mayo de 1933. Alemania es sorprendida por una imagen que se inmortalizaría para siempre en la mente de todos los que vivimos en el planeta durante y después de esta tropelía, me refiero a la quema de los libros de autores alemanes de origen judío en las plazas de muchas universidades alrededor de Alemania, y especialmente en Berlín frente a la universidad Humboldt, miles de libros de Sigmund Freud; Karl Marx; Erich María Remarque, Carl Von Osiezky y Kurt Tucholsky ardieron en la hogueras de la ira como política de Estado, con el fuego avivado desde el combustible de la pobreza del espíritu, la posibilidad de evitar que desde esas páginas se edificara un contradiscurso lo suficientemente sólido para evitar que el discurso avieso del III. Reich colonizara las mentes de toda la sociedad, sin distinción de formación académica o clase social, justificaba la brutalidad impelida desde el combustible y el fósforo que hicieran arder a las ideas contrarias a la disidencia, al cuestionamiento.

La verdad única repetida desde un poderoso ministerio de propaganda, a cargo de un monstruo como Goebbels a quien Klemperer definiera como la lengua en las fauces del lobo, de la Alemania secuestrada por el dominio del nacionalsocialismo y la locura e insania mental de un cabo convertido en canciller y absolutamente enloquecido desde la moral,  anestesiado en los diques de contención mínimos para el tratamiento y respeto de la más elemental dignidad hacia el otro, hicieron patente ese adefesio de quemar primero el Reichstag y luego los libros, una coincidencia semiológicamente poderosa, para indicarle a toda la sociedad secuestrada que el nuevo orden era capaz de hacer cenizas primero al estado de derecho y luego a la palabra, al “Logo”, justamente para sustituir a la legalidad y al lenguaje, por formas infectas, pervertidas de legitimidad de origen y de ejercicio, para sustituir la existencia por el horror y hacer nimia cualquier tropelía que viniera de ese estado convertido en agente de acción por una hegemonía de perversos en el poder.

La quema de los libros o Bücherverbrennung, ese progromo contra el saber, contra la cultura, contra la civilidad convertido en tributo a la barbarie, no surgía de la universidad, se trataba de una acción perversa y alevosa planeada por Goebbels, quien al mismo tiempo pronunciaba un discurso en Berlín violento e injurioso, la quema de los libros no fue solo un acto de barbarie, sino que demostró la pretensión de la tiranía nazi por conquistar la hegemonía cultural y del saber de la sociedad alemana.

Las imágenes de las hogueras que reducían a cenizas los libros dieron la vuelta a toda Europa y suscitaron una enorme indignación, Muchos intelectuales alemanes en el exilio consideraron este acto como una justificación del colapso institucional que les había llevado a tomar esta dolorosa decisión del exilio. En el primer aniversario de este horrido episodio, el 10 de mayo de 1934, un grupo de intelectuales dirigidos por Heinrich Mann inauguraron en París la biblioteca alemana de la libertad  (Deutsche Freiheitsbibliothek) que quería ser una demostración concreta de que el espíritu alemán más auténtico no había sido quemado, sino solo silenciado en su propio país.

Desde ese terrible momento, Alemania entraba en la revolución total, la dictadura perfecta la tumba para las libertades y el imperio de la pobreza de la lengua y el espíritu, el lenguaje rígido, cosificado, alienado, perversamente oralizado a los fines de escindirle la profundidad de su contraparte escrita, se convertiría en la lengua del III Reich, este proceso no solamente produciría una carga de violencia irracional en contra de la disidencia sino que haría potable, nimio y normal el asesinato, el exterminio y el odio racial. La tesis arendtiana debe y tiene que ser una advertencia; en una de mis columnas anteriores intitulada “Ich bin Adolf Eichmann”, se presentaba esta tesis sobre la banalidad del mal, Eichmann y otros monstruos no eran criminales, anormales ni psicópatas, sencillamente eran hombres normales, terroríficamente normales, empujados por una maquinaria burocrática que hacía normal el odio, la violencia, el asesinato y el exterminio, esa normalidad aterra, pues se sigue repitiendo en la historia de la humanidad.

Las tesis de Hannah Arendt, la obra de mea culpa de Ingo Mueller, el diccionario de la LTI de Klemperer, la obra de Vaclav Havel y la propuesta estoica de Frankl, son advertencias a las cuales la humanidad les ha dado la espalda, que deberían ser enseñadas desde los primeros niveles de la escuela, la obra de Spinoza no se revisa sino por algunos académicos, el grueso se han enfocado en la ratio técnica, la tekné, y han despreciado la Bildung, las tropelías en contra del hombre, perpetradas por el hombre desde marcos jurídicos abordados desde el poder, han construido un articulado perfecto de acciones propicias para consolidar una urdimbre de perversidades legales que hacen potable cualquier atropello, al unísono de este tejido perverso se establece una tara estructural en los estadios morales de las sociedades secuestradas, el miedo hace lo propio ya que inmoviliza, petrifica y contiene a la población; pero la complicidad basada en el abandono del Ethos, de las virtudes y de la ciudadanía se coluden con el mal y terminan perpetrando estos atropellos en contra de la humanidad.

Alemania vivió desde el año 1933 hasta 1945 el horror del Nacionalsocialismo, doce oscuros años extirpados de la historia por la demolición violenta del III. Reich, las levedades en torno a Hitler y su proyecto costaron seis millones de vidas de judíos inocentes y más de 97 millones de vidas arrancadas por la guerra total impuesta en toda Europa, por el lobo que con fauces hendió los dientes en la cuna de los pensadores y los filósofos, Alemania aún se avergüenza de estos años, muestra su rechazo absoluto y la ilegalidad de cualquier forma que haga proxémica con el III. Reich y el nacionalsocialismo.

Sin embargo, la izquierda no muestra todavía ninguna acción que suponga algún nivel de arrepentimiento, su complicidad con las purgas, exilios y asesinatos cometidos por Stalin, por Mao, por Pol Pot, por Nicolás Ceausescu, o por el tropical Fidel y su contraparte alienada e incluida en la cultura pop de la estulticia, representada en el comandante Che Guevara. La izquierda es audaz como la ignorancia, falente de arrepentimiento, precontractual y terriblemente aviesa, denuncian al imperialismo, pero guardan silencio cómplice aún ante los violentos procesos de invasiones en contra de Checoeslovaquia, Hungría, y en la imposición del horror en la RDA, eso para los fanáticos de la izquierda no es intervención, ni invasión, es la cooperación de la internacional socialista ¡vaya extravío y falta absoluta de autocrítica! así pues la izquierda es hipócrita, falaz y absurdamente superficial.

Un grupo de intelectuales e historiadores publicaron en 1997 la obra El libro negro del comunismo. El coordinador de la investigación, Stépane Cortois, determinó el verdadero coste humano del comunismo, apoyándose en la información desclasificada de los archivos de Moscú y estableció un cómputo final sobrecogedor: 100 millones de muertos, los gulags, hambrunas, deportaciones homicidios. En 1989 el politólogo Zbigniew Brezezinski en su obra El gran fracaso: nacimiento y muerte del comunismo en siglo XX ubicaba la cifra en 50 millones de muertes bajo la perversión comunista. Estas cifras hacen palpable la denuncia hecha por Ludwig von Mises, quien ubica al nacionalsocialismo y al comunismo en el mismo nivel o escala de maldad.

Ahora viremos los ojos a este fardo ensangrentado que se ubica en el extremo septentrional de América Latina, presa bajo los horrores y rigores de un modelo ideológica y dialógicamente inviable, la obra trasnochada de un neo fascista argentino, quien le llenó la cabeza de mitos a Chávez, me refiero a Norberto Ceresole, el gran perpetrador de esta estafa del socialismo del siglo XXI. Bajo el peso de esta antinomia el país entero ha visto como más de seis millones de connacionales han escapado, del hambre, de la falta de oportunidades, de una horrísona situación económica que no encuentra explicación alguna desde el enfoque netamente economicista.

Bajo la imposición de un modelo empobrecedor se perpetró la pobreza del lenguaje y la del espíritu, esta última se ha coludido para cohonestar con quienes nos han arruinado la vida a todos los venezolanos, con la excepción de aquellos que han pertenecido desde siempre a la nomenklatura, que además mutó de una kakistocracia (gobierno de los peores), hacia el tránsito por una kakocracia (gobierno de las mafias) llegando a la cúspide de la maldad reflejada en el gobierno con locus de comunicación propios de la gansterilidad, esta manera de relacionarse desde una gobernanza absolutamente infecta, tóxica y delincuencial, es el resultado  del abandono de las virtudes, su sustitución por vicios y finalmente la maldad absoluta, la entropía y el caos.

En la desesperada búsqueda del chavismo por apropiarse de la hegemonía cultural y  académica de la cual siempre fue expelido por lo superficial de sus razonamientos, lo básico de sus abordajes en materia de construcción semántica válida para los procesos de causalidad, es decir la imposibilidad de poder indicar que los causantes de esta catástrofe eran heterónomos al chavismo, fue un razonamiento imposible de hacerse tautológico en el mundo académico, en donde su naturaleza populista y demagógica era fácilmente desmontada, en  las casas del saber jamás encontró un anclaje para colonizar los paradigmas, de hecho tuvo que construir sus universidades émulos, pues ni tan siquiera en la experimentales la tesis del chavismo era viable.

Expuesta entonces la posibilidad de coaptar estos espacios y frustrados, por lo bufo e improvisado de sus predios académicos, tenía el chavismo dos opciones: la violenta y la del desmontaje soterrado por medio del abandono presupuestario  y la defenestración a la miseria de toda la comunidad universitaria, la violencia fue empleada y no como experimento, grupos armados ingresaron a los campos universitarios, la imagen de aquel joven despojado de sus ropajes y expuesto al escarnio en los espacios de la UCV, aún es una imagen que cala en la memoria de quienes hemos hecho de la docencia una manera de vivir, nuestra Universidad de Carabobo en 2016 fue sitiada y tomada por un grupo de violentos quienes propinaron heridas a nuestros estudiantes, todavía la virulencia con la cual el gobernador en ejercicio de este estado atacó a la Universidad de Carabobo en un proceso electoral de los representantes estudiantiles para los órganos de gobierno y cogobierno universitario, es un punto de honor para nuestros irredentos estudiantes, es menester que el mensaje del chavismo siempre fue rechazado por la universidad venezolana y sus prácticas violentas, le exponían de manera más visible como una hegemonía irrespetuosa de los derechos humanos.

Pero la vía del abandono les permitía desmontar a las universidades, por la vía presupuestaria; sin embargo, hay que hacer una referencia especial a la Universidad de Oriente, expoliada y saqueada como todas las demás pero con mayor saña, tomada su sede rectoral por un grupo de delincuentes, quienes bajo la égida de la impunidad se permitieron bajar la fotografía de su rectora y sustituirla por un cuadro de Chávez, además de grabar esa tropelía, hasta llegar como toda conducta impune al exceso del fuego, ese elemento simbólicamente cercano a la irascibilidad hecha régimen de horror y bajo el supuesto de reducir a la Universidad de Oriente, incendiar su biblioteca y auditórium, una casa de estudios hecha cenizas, la imagen hórrida de cientos de textos, artículos científicos, datos informáticos y hemerográficos reducidos a cenizas calcinadas.

Igual lo que no fue incendiado se abandonó al amparo de la maleza, la maleza brutal y bárbara se traga nuestros campus, sencillamente los fondos de funcionamiento y equipamiento no son usables, no tienen relevancia, son cantidades simbólicas, efluvios que someten al abandono patrimonios inmateriales y materiales, cuya responsabilidad por mantenerlos subyace en el Estado, la comunidad universitaria fue desalarizada, sometida a condiciones indecentes de trabajo, expoliada de beneficios, humillada al cancelarle a un docente titular a dedicación exclusiva un monto que no supera los 5 dólares al mes, sin acceso a la salud, a la alimentación y abandonados, la pandemia le vino como anillo al dedo, así el régimen decidió de manera unilateral desconocer la autonomía financiera consagrada en la Constitución y pagarnos ese mísero salario a través de la plataforma patria, un abyecto mecanismo de control.

El último ultraje que por ahora ha recibido la Academia venezolana, es el incendio de la Escuela de Estudios Políticos y Administrativos de la tricentenaria Universidad Central de Venezuela, “La casa que vence las sombras”, pero que abandonada a su suerte por parte de una hegemonía en el poder corre el riesgo de dejar de calificar como patrimonio inmaterial de la humanidad, estos bárbaros al abandonar de manera alevosa y por demás criminal a la Universidad Central de Venezuela, perpetraron de manera culposa, por negligencia y omisión el incendio que devoró justamente los espacios de formación de los cientistas políticos, el fuego y la amenaza de reducir todo a cenizas subyace en aquella arenga del chavismo: “Que el país arda y aun así no entregaremos el poder”.

Hacer arder a la UCV, es de manera semiológica incendiar al país, el vínculo entre Venezuela y la Universidad Central, es inverso al hecho de que Venezuela fundó hace trescientos años a la Universidad Central, en el recíproco de este razonamiento la Universidad Central de Venezuela hace trescientos años pensó al país, lo planificó, lo parió, basta con revisar el acta de Independencia, sus firmantes en buena parte eran miembros del claustro Universitario, entonces abandonar a la Universidad Central, dejarla derruirse y llegar al extremo de que por negligencia arda, es un acto cercano a la quema de los libros en la Alemania de 1933.

No nos cabe duda, que han hecho del país un escombro, un erial, un fardo sangrante, y para esta tarea han también atentado contra todas las Universidades, les irrita su autonomía, les hiere y lacera su irredención y sobre todo les indigna no haberlas logrado colonizar, encontrar en su simple existencia una barrera formidable, contra su andanada de falacias, mentiras y engaños, no haber conseguido que la verdad mutada se expandiera cual hiedra en los campus libres de las Universidades autónomas les insulta, en tal sentido y entendiendo su naturaleza aviesa, perversa, retorcida y ruin, que mejor excusa que abandonarlas a su suerte.

Aún la Universidad tiene buenos hijos, aquellos que decidimos quedarnos junto a ella, no dejarla morir, hacer de la virtualidad la frontera final para mantenerla aun con pulso, la Universidad es el Alma Mater, la madre de las virtudes, del conocimiento, pero también tiene el riesgo de tener malos hijos, una prole que a pesar que se formó en sus entrañas decide perseguirla, atacarla, someterla y humillarla, esa prole de malos hijos no tienen otro relato, que haberse rendido a esta cosa que nos hizo naufragar al país, esos malos hijos tienen teknè solamente, talento sin probidad como diría el tan manoseado Simón Bolívar.

La universidad herida aún es una barricada para la mentira oficial, para el neolenguaje, para la patraña y aún sin salir de esta larga noche de las noches y de esta pobreza en las pobrezas, la historia y el relato nos separará entre los hijos buenos que apostamos por la autonomía universitaria, la pluralidad, el disenso, el imperio de las virtudes y aquellos quienes decidieron el atajo de la traición hacia sus principios y hacia los valores, esos malos hijos del alma mater heredarán la vergüenza, el oprobio, la ignominia y el rechazo que no les permitirá jamás vivir en paz.

Finalmente, nadie es ignifugo, nadie se encuentra a salvo, pensar y cuestionar te convierten en blanco móvil de quienes hoy mueven esa mano tembleque y cobarde, cuya única posesión es la peana de bayonetas bajo la cual se asientan para pisotear a un país entero, me decía hace pocos días una frase brillante, un muy preparado y excelente politólogo, al cual le di clases en la Universidad de Carabobo y por quien profeso un paternal afecto, una verdad incontrovertible, que quizás sea un bálsamo para estos mustios años: “La maldad gana batallas, jamás gana la guerra”. En esta batalla desigual por la verdad, la razón nos asiste y aun abandonadas, saqueadas, expoliadas y abandonadas las universidades de este casi moribundo país siguen haciendo crepitar la luz de la razón. Un halo que nos hará visibles a la historia como dueños del relato y ciudadanos cabales o como abyectos traidores.

Por encima del fuego y aun reducidas a escombros y a cenizas, no lograrán romper el vínculo indisoluble que existe entre la universidad y el país decente al cual estamos condenados a llegar, aunque sea desde el exilio pero condenados a desembarcar en la Ítaca de Kavafis, esa ínsula de civilidad y virtudes que aun en medio de este oscuro y escatológico Ponto, en el cual parece a ratos naufragar el bajel de la patria, nos permite seguir creando contradiscurso, escribiendo en la prensa libre y haciendo docencia para por y con la libertad.

Por ahora y hasta siempre seguiré la ruta de mi maestro Gustavo Guevara, y como la docencia es mi vida, me decanto por abandonar la vida, por jubilarme de la sístole y la diástole que me permiten inspirar, antes de dejar la docencia y el acto de conspirar que significa desde el punto de vista etimológico respirar en compañía de mis estudiantes el aire de la verdad, de la razón y de la virtud.

“La universidad, señores, no sería digna de ocupar un lugar en nuestras instituciones sociales, si el cultivo de las ciencias y de las letras pudiese mirarse como peligroso bajo un punto de vista moral, o bajo un punto de vista político”

Andrés Bello

 

 

 

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