Petro oposición Bogotá
Foto Europa Press

En jerga venezolana se usa mucho la palabra “cumbre” como adjetivo para significar algo perfecto. Como vocablo sustantivo se anuncia la convocatoria del presidente de Colombia para una cumbre internacional que se celebrará este próximo martes 25, cuyo objetivo es motivar un diálogo entre el ilegítimo, usurpador, corrupto régimen castrochavista y la formal, partidista y dividida oposición, con miras a lograr que las elecciones presidenciales previstas para el 2024 sean limpias y  verificables.

¿Será “cumbre” lo que busca Gustavo Petro y sus quince países invitados habilitarán todos sus consulados con tecnología para que allí puedan votar para la fecha al menos 4 millones de venezolanos diaspóricos? Porque si no lo firman será otra cumbre más.

De anteriores diálogos, preacuerdos y cumbres con iguales y parecidas intenciones queda un archivo grueso de discursos, declaraciones y resultados idénticos que culminaron en mentiras y fracasos. Y esa continua retórica junto con las repetidas votaciones fraudulentas aumenta desconfianzas y desprecios de la masa electora hacia cualquier otro comicio bajo comando técnico del actual Consejo Nacional Electoral.

¿Cómo se puede confiar en funcionarios bajo mando gobiernero, con un Plan República militarizado en comandita con los llamados colectivos motorizados que deciden cuántos y hasta cuándo se deposita el papelito en el cajón de ese CNE y luego incendian el depósito de la maquinaria utilizada y las actas de votación?

La coba pica y se extiende. Preguntar de nada sirve cuando la mentira se torna ley constitucional. Un repaso superficial a solo algunos titulares de la semana confirma que la tradicional diplomacia de normas académicas, hoy por vía de los hechos, es una cátedra que forja mensajeros de tramposas maniobras envueltas en un palabrerío de buenas intenciones. Estos correveidile pueden tener prontuarios como guerrilleros asesinos o terroristas de la subversión, pero eso no los desacredita ni anula, los empodera con más fuerza para presidir un denominado Tribunal Supremo de Justicia o un alto cargo diplomático. Quien así  funge de canciller puede  entenderse muy bien con su foráneo colega del mismo calibre.

El PSOE populista de Pedro Sánchez, en vísperas de reñidas elecciones municipales, no soporta ni la mención de Franco, se vale de insultos patrioteros para desacreditar al partido opositor y la derecha parlamentaria, pero asiste encantado a esta clase de eventos donde uno de los llamados al presunto convenio es ficha primaria de un régimen fascista rojo a la par de las dictaduras rusa, china, iraní, cubana y nicaragüense. Quizá la Madre Patria otra vez estará representada por el infaltable cumbrólogo Rodríguez Zapatero de frente o entre bambalinas. No se puede continuar este enfoque porque a pocos días del encumbrado suceso se desconoce la identidad y el historial de los enviados cumbristas.

Por lo demás, algo importante. Un reciente libro excepcional del destacado narrador español Javier Cercas penetra este fenómeno de la mentira versátil y veraz proyectada en noticia consagrada por intereses de la politiquería. Se titula El impostor (Random House, 2022). En un estilo de lente psicoanalítico combinado de historia, crónica y autobiografía tan logrado que parece ficción, pero no tiene una sola palabra que invente personajes ni trama. Cuenta cómo Enric Marco de carne y hueso, empleado por una agencia catalana de labores de construcción en la Alemania nazi, a su regreso y durante varias décadas convenció a gobiernos locales y extranjeros de su heroica resistencia contra el hitlerismo y en rol de sobreviviente milagroso escapado del campo de concentración Mauthausen,  fundó y dirigió organizaciones destinadas a combatir el fascismo en todas sus modalidades. Descubierta su impostura resultó impresionante cómo a la larga fue justificado en su falsedad biográfica y ya nonagenario recibió incluso la admiración rendida de no pocos conciudadanos.

Al concluir la lectura de estas apasionantes páginas se aclara bastante el mecanismo tan eficaz del actual quehacer politiquero en especial a lo largo y ancho de las democracias en declive. Una industria multimillonaria sustentada en el oficializado cumbrismo.

La RAE tendrá que admitir estos neologismos porque explican una cruda realidad, real y realista, nada virtual ni fantasmal.

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