El rugido agónico de Vladimir Putin ensombrece la humanidad. Amanecemos tristes, pensando en los seres humanos que serán inmolados en esta contienda absurda y antihistórica. Mientras, el mundo sortea trabas para avanzar a una mayor integración, conscientes de nuestra fuerza creativa, de las soluciones que aportan la ciencia -la tecnología, la eterna e indomable fuerza de la voluntad de poder de los humanos, al tiempo que reconoce con humildad que restan millones de eventos inimaginables y casi difícilmente controlables que pueden hacer añicos nuestra pretensión de dominar el futuro, verbigracia la pandemia. Hoy se levanta una nueva espiral de angustias y terror ¿podrá la humanidad conciliar o detener a Putin en su afán de expandir las fronteras, imponer los designios del desvaído comunismo ruso a países con otras creencias? Es triste oír el reclamo del presidente de Ucrania Volodymyr Zelensky: “El mundo nos ha dejado solos”. Si Hegel se refería a las invasiones napoleónicas como “la razón a caballo” al líder ruso podrían tildarlo de lo contrario, la sinrazón armada.

Este mal universal del dominio ciego de la sinrazón nutre el sufrimiento que padecemos en estos tristes trópicos, como nos llamaba Claude Lévy Strauss, todos los presagios se han cumplido, después de 20 años somos tan pobres como Haití y tan azotados por mil plagas como los miserables de la sufrida África. Ha sido inútil la concentración del poder militar del régimen de Chávez-Maduro, autor del engendro de un sistema judicial en manos de un teniente y de un ejecutivo más fuerte que nunca, trasmutado en la suma de todos los poderes, además con la complicidad de las peores dictaduras del mundo. Toda esa acumulación de fuerza no ha servido para eliminar la pobreza y la miseria, al contrario, la ha expandido, ni para detener los ciudadanos que huyen por las fronteras, tampoco ha logrado aplacar el ansia de vivir en democracia, con respeto, libertad y prosperidad que mueve a la mayoría de los venezolanos.

Pero, siempre la luz brota en medio de la oscuridad, es indispensable considerar la gran y costosa ventaja que hemos adquirido sobre el resto de los países de Latinoamérica, oyendo la oferta de Gustavo Petro que tiene algo enredados a los colombianos. En ella, con base en la experiencia chavista, podemos descubrir rápidamente el gran engaño de todas sus promesas. Consignas que a pesar de la calidad de los títulos esconden presagios de guerra interna, destrucción de muchos de los logros que con esfuerzo había alcanzado ese país. Entre los más notables, la calidad de su sistema judicial tal como lo reconoció el fiscal Karim Kahn al cerrar el caso Colombia en su reciente visita a ese país:

“Si un Estado es sincero, está dispuesto y puede procesar los que son considerados crímenes por el Estatuto de Roma, la Corte no debe intervenir en ese proceso. Tras evaluar el admirable trabajo de la Jurisdicción Especial para la Paz con la fiscalía general de la Nación, consideramos que ha habido un intento genuino por parte de las instituciones de Colombia de cumplir con sus obligaciones internacionales”.

Las descabelladas propuestas de Petro acabaran con este estatus ganado por la justicia colombiana. El sistema judicial se convertirá en un remedo del venezolano, reconocido abiertamente como el patio de bolas de Diosdado Cabello, quien osadamente nombró a los miembros del Tribunal Supremo de Justicia entre gallos y medianoche, un sistema que tiene a los “jueces” siempre a la orden para cumplir sus arrebatos tiránicos. Hoy Cabello declara que le está provocando la idea de acabar “El Nacional digital” ya se dio cuenta de que este medio de comunicación no es un edificio de concreto, es un iceberg de nuestra cultura, allí se expresan ideas diversas, el país vibra, sigue latiendo, aunque tenga las paredes de concreto bajo su dominio militar.

Es muy lamentable analizar cada una de las ofertas de Petro, más allá de sus títulos, atractivamente engañosos, esconden la separación, la destrucción inútil de los valores de la sociedad colombiana. Quizás uno de los títulos más engañosos del Plan Petro es la alusión al fin de la economía extractiva minera y su sustitución por lo más avanzado del mundo, ir hacia una economía montada en las nuevas energías sanas y renovables. En este campo, si los colombianos leen bien, encontraran una gran sorpresa, Petro no formula ningún plan, propuesta o estrategia, solo usa una idea que tras de sí esconde el futuro negro para Ecopetrol que será destrozada al igual que lo ha sido Pdvsa en Venezuela.

Petro y Chávez destruyen y no construyen. No hay nada que aparezca como una ruta segura, para acabar o sustituir las industrias que hoy aportan 60% al PTB colombiano, lo que si queda claro es que Petro destruirá esta industria, si los colombianos lo dejan como nos pasó a los venezolanos. Es la eterna historia de los socialistas, destruyen la propiedad privada, implantan una economía estatizada, cierran medios de comunicación, corrompen el sistema judicial y las fuerzas armadas, condenando a sus pueblos a la miseria y hambruna en medio del silencio y el terror. Colombia no es Venezuela, Venezuela no era Cuba. Eso creíamos. Putin, Petro y Chávez son heraldos de la guerra, la miseria y la infelicidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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