El proceso de desarrollo urbano experimentado por Puerto Cabello ha sido uno de múltiples matices. Don Pedro de Olavarriaga, empleado de la Compañía Guipuzcoana, vio en estos parajes el lugar ideal para construir muelles al servicio del comercio entre el viejo continente y las Indias, mientras que los ingenieros de la compañía estaban más interesados en el sistema de fortificaciones que habría de dar protección a la aventura de los vascos. Las necesidades urbanas de la población civil que poco a poco crecía, encontraron en la defensa un serio obstáculo, tal y como lo demuestran las Reales Órdenes de 1784 y 1791 dirigidas a los vecinos del arrabal o pueblo exterior, que prohibían la construcción de nuevas casas o reconstrucción de las que se deterioraran, y ordenaban su demolición en caso de que así fuera requerido para la defensa, sin derecho a indemnización, medidas estas para no dificultar el “tiro del canon del frente de tierra de la plaza”.

​Las necesidades urbanas, desde luego, serán satisfechas pero de manera espasmódica e improvisada, casi siempre iniciativas de gobernantes de turno, unos más progresistas que otros, condicionadas en todo caso por los recursos económicos que generalmente eran insuficientes y planes de ocasión aislados en su concepción. No se trata de una realidad exclusiva de nuestra ciudad, más bien es la tragedia urbana de la casi totalidad de nuestros poblados que durante el siglo XIX vivieron de revolución en revolución, mientras que en los subsiguientes, sufrieron y sufren las consecuencias de la ineptitud política, los vicios del aparato público, la apatía de los pobladores y la falta de arraigo ciudadano.

Desde que en 1869 el general Andrés Aurelio Level, comisionado por la municipalidad, escribiera sus Ligeros Apuntes para la Historia y Estadística de Puerto Cabello muchas han sido las ideas, propuestas y proyectos presentados para fomentar el desarrollo urbano y mejorar la calidad de vida de los porteños, lamentablemente de eso se ha tratado: proyectos y más proyectos. Durante la dictadura perezjimenista se publicó el Anteproyecto del Plano Regulador de Urbanismo, elaborado por el Dr. László Szabo; el mismo incorporaba una gran avenida del mar, visualizada y proyectada previamente por el ingeniero José Antonio Pizzolante Balbi. En 1966, el Concejo Municipal celebraba una sesión en el Teatro Municipal para recibir al entonces presidente de la República, Dr. Raúl Leoni, y su comitiva, quien entrega el Plan de Desarrollo Urbanístico y Proyecto de Zonificación de la Ciudad. En la década de los sesenta vio luz el Plan de Desarrollo Urbano, en el marco del cual se inscribió el reglamento de la zona histórica; dos décadas más tarde (1988) la entonces Corpoven financió la elaboración del Plan de Desarrollo Urbano Local, monumental trabajo que no pasó de ser un interesante ejercicio multidisciplinario. En el tintero quedaron proyectos habitacionales como la urbanización Quizandal, el Country Club de Puerto Cabello, el Complejo Turístico Bahía de Patanemo, el acuárium y la Propuesta de Equipamiento y Mejoras del Frente Litoral (1997), que pretendía rescatar el sector de Playa Blanca. Basta echar la mirada a cualquier rincón de la ciudad, y allí con toda seguridad tendremos un proyecto que por irrealizable que parezca, tuvo a bien ser presentado por hombres e instituciones de buena voluntad, o políticos y entes públicos en función de gobierno o en búsqueda de votantes ilusos.

Tres proyectos, esta vez más recientes, son patéticos ejemplos de lo fácil que es proyectar y lo difícil que resulta ejecutar. El Plan Especial para la Ordenación Urbanística del entorno de la Estación de Ferrocarriles de Puerto Cabello, fue elaborado el año 2003 por un equipo de profesionales del Instituto de Estudios Regionales y Urbanos de la Universidad Simón Bolívar, planteando ideas maravillosas para el desarrollo de la avenida La Paz y creación de un Parque Metropolitano; el Proyecto Habitacional Ciudadela Francisco de Miranda y, finalmente, el programa Intercambio y Apoyo Técnico para el Rescate y Fortalecimiento del Patrimonio Histórico de Puerto Cabello, que le fuera encomendado a un equipo de expertos de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana con asistencia del desaparecido Corpopuerto, del cual salieron interesantes propuestas para, entre otras cosas, el rescate de la zona histórica, programa y equipo de trabajo que por cierto la ciudad vio súbitamente desaparecer.

En fin, no es precisamente por la falta de proyectos que la ciudad marinera se muestra hoy como una huérfana de desarrollos de envergadura ejecutados en el marco de planes sostenidos y consensuados, bien diseñados y materializados, sino por la improvisación, el mal gusto y, especialmente, el capricho de quienes circunstancialmente han ejercido y ejercen su administración.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!