En su reporte de movilidad, Google suministra datos comunitarios para proporcionar información sobre lo que ha cambiado con relación al teletrabajo, la permanencia en el hogar y otras políticas recomendadas por las autoridades de los diferentes países para aplanar la curva de la pandemia del coronavirus. La información recoge datos de 131 países utilizando la  tecnología de Google Maps para analizar la efectividad de las medidas para romper la cadena de transmisión. Google resalta que todos los datos son «agregados y anonimizados»

Tales datos muestran cómo cambia la cantidad de visitantes en los lugares categorizados (o el tiempo que pasan en ellos) en comparación con los denominados días de referencia. Un día de referencia representa un valor normal en ese día de la semana. El día de referencia es el valor medio del período de 5 semanas comprendido entre el 3 de enero y el 6 de febrero de 2020.

Con tal herramienta de Google, he procesado la data de 9 países suramericanos en dos fechas 4/agosto y 5/abril. Dado que ambas fechas están atadas al mismo valor de referencia utilizado por Google, la diferencia entre el 4/agosto y el 5/abril suministra el cambio porcentual, positivo o negativo, en los últimos 4 meses.

Los 9 países son Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela y las categorías son 6, a saber: tiendas y ocio, supermercados y farmacias, parques, estaciones de transporte, lugares de trabajo y zonas residenciales.

Pues bien, en los 9 países mencionados y en las 6 categorías consideradas, el promedio total entre las 2 fechas observa un incremento en movilidad: hay 7 países cuya movilidad se incrementó entre 21,3% y 38,5% y 2 países cuya movilidad, comparativamente hablando, se ha incrementado poco en los últimos 4 meses: Chile con 8% y Venezuela con 13%.

Las cifras que más me llamaron la atención, y que influyeron en las mencionadas en el párrafo anterior, son las que se refieren a categoría «lugares de trabajo». En ella, los únicos dos países que observan disminución en movilidad en los últimos 4 meses son, precisamente, Chile y Venezuela con -2% y -8% respectivamente.

Independientemente de las conclusiones a que puedan llegar diferentes interesados con tales cifras, las he mostrado para subrayar la importancia que el trabajo desde la casa tiene para una economía destruida como Venezuela que, al momento de escribir este artículo, presenta un número de casos acumulados por contagio por coronavirus que bien puede ajustarse con una curva exponencial con un coeficiente de determinación (R^2) igual a 0,97. Los que saben de regresiones, y de pruebas de bondad de ajuste, entienden muy bien a qué me refiero.

Dada la continua disminución de movilidad en Venezuela hacia lugares de trabajo, me hago la siguiente pregunta: ¿es posible realizar todo tipo de trabajo desde la casa? o también, ¿cuáles son los tipos de trabajo que es posible realizar desde la casa?

En su trabajo titulado «¿Quién correrá con las consecuencias del confinamiento?» (IMF Working Paper WP/20/88, junio 2020), Brussevich, Dabla-Norris y Khalid materializan un Índice de viabilidad para el trabajo en línea desde la casa (Tele-workability Index o TWI), ello con la finalidad de investigar qué tipos de trabajos están más en riesgo por la situación de confinamiento.

Sus conclusiones obtenidas sobre la base de una muestra de 35 países avanzados y emergentes (de los 189 países miembros del FMI), son que cerca de 100 millones de trabajadores, equivalente a aproximadamente 15% de la fuerza laboral, tienen un alto riesgo de despidos y licencias, ello aunque existen importantes diferencias entre trabajadores y países.

Los trabajadores con menos probabilidades de trabajar de forma remota tienden a ser jóvenes, sin educación universitaria, con contratos no estándar, empleados en empresas más pequeñas y aquellos que se encuentran en la parte inferior de la distribución de ingresos, lo que sugiere que la pandemia podría exacerbar la desigualdad.

En el mencionado estudio, Brussevich, Dabla-Norris y Khalid reportan que existe una correlación entre el nivel de desarrollo económico (medido por el PIB per cápita a PPP) y la habilidad de trabajar en remoto desde la casa. Si tenemos en cuenta el colapso de los servicios públicos en Venezuela, que estamos en una depresión económica de casi 7 años de edad, con hiperinflación de 3 años de edad, que solo 40,5% de los hogares tiene conexión a Internet (Observatorio Venezolano de Servicios Públicos) y finalmente, si tenemos en cuenta que según los datos de la encuesta Encovi 2019-2020 recién publicada, 79,3% de los venezolanos está sumergido en pobreza extrema y 96,2% es pobre, al cierre de 2019, nos damos cuenta de que una cantidad bien importante de venezolanos queda excluida de la posibilidad de trabajar en línea desde la casa.

Entre los dos extremos de trabajos que pueden o no pueden materializarse en línea desde la casa se ubican todas las posibilidades en un mundo exterior que nunca más será el mismo luego de superada la crisis del covid-19.

Sin embargo, para los países como Venezuela y dadas sus condiciones previas a la situación de confinamiento, puede ser que las cosas empeoren todavía más; eso, claro, si los que tienen las competencias para hacer algo continúan sin hacerlo.

 


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