AMLO / foto Getty Images

Con mucha razón, la comentocracia se ha centrado en días recientes en los ataques del gobierno a las llamadas clases medias. Es un ejercicio un poco extraño por parte del régimen, con referencias presidenciales raras -a Hitler, a Allende, etc- pero que merece todo tipo de análisis y de reflexión. No obstante, quisiera enfocarme yo hoy al otro lado de la moneda, al corolario de las tesis de desprecio de las clases medias. Me refiero, obviamente, al “pueblo”.

Según López Obrador, las clases medias -que abandonaron a su partido en las elecciones de junio- son “aspiracionistas”, mezquinas, egoístas, manipulables y con tendencias fascistoides. El “pueblo” es todo lo contrario: sabio, generoso, altruista, noble, y vota por Morena. Los medios de comunicación como The New York Times, por ejemplo, no están con el pueblo, La Jornada sí. Así lo afirmó en la mañanera del miércoles: “Los intereses que defienden los medios de información, que no son los intereses del pueblo -también, repito, con honrosas excepciones- son los intereses de los grupos de intereses creados, de los potentados de los que tenían secuestrado al gobierno.” Ya que AMLO expresa su opinión con frecuencia sobre otros medios extranjeros (El País, The Economist, The Wall Street Journal) sería interesante conocer su opinión sobre el GranmaTelesur o el Diario del Pueblo, por ejemplo.

Pero vuelvo al “pueblo”. Además de preguntarme con cierta perplejidad por qué motivo el diario neoyorquino defendería los intereses del “pueblo” (mexicano o norteamericano), puede ser útil entender qué entiende López Obrador por el “pueblo”. En la tradición marxista, salvo para fines retóricos, la figura aparece poco. Si algo aportó el marxismo al estudio y a la comprensión de las sociedades capitalistas o semicapitalistas, fue que se trata de sociedades divididas en clases. No hay una masa amorfa, homogénea, unida, noble y oprimida, por un lado, y un puñado de ricos burgueses u oligarcas, del otro.

Para la gente de izquierda, por lo menos desde 1848, existen clases sociales, más o menos perpetuamente en luchas. Los trabajadores industriales, y ahora los de servicios de masa (Amazon, WalMart, IMSS, etc); los campesinos, sobre todo en las sociedades menos desarrolladas (Rusia, en 1917; China entre 1927 y 1949); la pequeña burguesía, que oscila siempre entre unos y otros; los terratenientes; los dueños de las industrias y de los bancos (el capital financiero de Hilferding); los estudiantes, que pueden ser de un origen social o de otro; los intelectuales; las minorías étnicas, raciales, de género o ahora de preferencia u orientación sexual variada: todos ellos conforman lo que Gramsci llamaba las clases subalternas, y que han sido denominadas de muchas maneras, pero siempre partiendo de su diversidad o heterogeneidad, de su difícil unidad, y de los antagonismos constantes entre unos y otros.

El “pueblo” en el que piensa López Obrador es un mito. Hasta los latinoamericanos entendieron, a su manera, que la homogeneidad es problemática. Si “el pueblo unido jamás será vencido”, es porque no suele estar unido, y suele ser vencido. El reto, para cualquier proyecto que se propone “transformar” las cosas, mediante una revolución o reformas, a favor de un sector en particular de la sociedad, consiste justamente en “unir” a un “pueblo” dividido.

¿Dividido por qué? Fundamentalmente porque los intereses objetivos, o de clase, de los diferentes sectores que integran el pueblo de López Obrador son distintos, o incluso en algunos casos o coyunturas, contradictorios. Por eso Mao dedicó uno de sus textos clásicos a “Las contradicciones en el seno del pueblo”, de 1957. Cito in extenso:

“Existen ante nosotros dos tipos de contradicciones sociales: contradicciones entre nosotros y el enemigo y contradicciones en el seno del pueblo. Estos dos tipos de contradicciones son de naturaleza completamente distinta. Para comprender correctamente estos dos tipos diferentes de contradicciones, se hace necesario, ante todo, precisar qué se entiende por ‘pueblo’… El concepto de ‘pueblo’ tiene diferente contenido en diversos países y en distintos períodos de la historia de cada país. Tomemos, por ejemplo, el caso de China. Durante la Guerra de Resistencia contra el Japón, el pueblo lo integraban todas las clases, capas y grupos sociales que se oponían a la agresión japonesa … En el período de la Guerra de Liberación, los enemigos del pueblo eran los imperialistas norteamericanos y sus lacayos -la burguesía burocrática y la clase terrateniente, así como los reaccionarios del Kuomintang que representaban a estas clases-; el pueblo lo constituían todas las clases, capas y grupos sociales que luchaban contra estos enemigos. En la etapa actual … integran el pueblo todas las clases, capas y grupos sociales que aprueban y apoyan la causa de la construcción socialista y participan en ella … Las contradicciones entre nosotros y el enemigo son antagónicas. En cuanto a las contradicciones en el seno del pueblo, las que existen dentro de las masas trabajadoras no son antagónicas … Las contradicciones en el seno del pueblo no datan de hoy, pero tienen distinto contenido en los diferentes períodos de la revolución y el período de la construcción socialista. En las condiciones actuales de nuestro país, esas contradicciones comprenden: las contradicciones dentro de la clase obrera, dentro del campesinado y dentro de la intelectualidad; las contradicciones entre la clase obrera y el campesinado; las contradicciones entre los obreros y campesinos, por una parte, y los intelectuales, por la otra; las contradicciones entre la clase obrera y los demás trabajadores, de un lado, y la burguesía nacional, del otro; las contradicciones dentro de la burguesía nacional”.

En una de esas, a López Obrador y sus colaboradores les resultaría más útil leer a Mao que a Madero o The New York Times.


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