Hoy nuestra Venezuela es el país más endeudado del mundo (350% del PIB). Solo, en los 7 años de gobierno de Nicolás Maduro perdimos más del 80% del PIB, siendo este el ciclo más recesivo de economía alguna, mayor al periodo que vivieron países como Zimbabue o Ucrania.

Estamos peor que todos los países del continente juntos, en lo que a inflación se refiere. Aun así, el gobierno habla de una Venezuela potencia, con 41 meses en hiperinflación, una moneda pulverizada que ha llevado a una dolarización de facto, pobreza en crecimiento que acabó con la clase media.

La devaluación permanente es el zarpazo de la miseria y del hambre sobre los cuerpos de la mayoría. Aun sin pandemia nuestro drama continuaría.

Basta ver la lista de naciones que participan en el Programa de Alimentos de la ONU para comprobar el estado de hambre de los venezolanos, la urgente necesidad de reactivar la economía y superar la conflictividad política.

La destrucción de este llamado “socialismo del siglo XXI” es tal que, por ejemplo, en el sector manufacturero tenemos menos de 20% de las industrias en funcionamiento de las que había antes de llegar esta “revolución” al poder.

Lamentablemente la mala administración y gerencia de ese más de 1 billón de dólares recibidos durante las últimas dos décadas, nos llevó a ser hoy comparable con países como Haití, cuando debiéramos ser -hoy en día- la Dubai de Latinoamérica.

La pérdida en la calidad de vida es tal, que hace 23 años cuando Hugo Chávez llegó al poder, el salario de un profesor titular o de un general estaba por encima de los 2.500 dólares. Actualmente sabemos la triste realidad.

Además hay que ver lo que ha significado el éxodo de más de 5 millones de venezolanos, y lo que representa en términos de pérdida de capital humano.

Nosotros seguimos optimistas, apostando a volver a ser esa Venezuela de los años cincuenta a ochenta en donde fuimos campeones mundiales, con un PIB superior a países como Estados Unidos, Suiza, Canadá y la inflación más baja del planeta.

Debemos prepararnos y trabajar para un verdadero programa social de emergencia, que logre junto con un plan de estabilización, el cambio estructural y las reformas institucionales necesarias que nos permitan volver a ser esa Venezuela que fuimos hasta hace 4 décadas atrás. Potencial tenemos, para lograr un futuro diferente y mucho mejor de lo que nos podamos imaginar. Solo toca trabajar duro y luchar por nuestro país.

Desde Unidad Visión Venezuela hacemos votos por el reencuentro de todas las corrientes opositorasen torno a una estrategia común que surja del debate sincero. Nuestra Venezuela no se merece el triste espectáculo de insultos y divisiones entre oponentes que le allanan el camino a Nicolás Maduro.

Es urgente y necesario la reconstrucción de una Unidad Superior, en la que nos conlleve a lograr el objetivo político. Hace falta pensar en ese país posible que queremos. Superar la peleadera y hacer una propuesta seria y realizable, donde quepamos todos, nos permita reconciliarnos y avanzar. La patria de Bolívar bien se lo merece. No hay fuerza que pueda detener a un pueblo unido. Necesitamos reencontrarnos con el optimismo y la esperanza. Forzar a esos dos extremos que nos mantienen en el limbo y cada vez más alejados de la solución de nuestros problemas.

No sirve una “nueva unidad” solo con quienes no disienten. Debemos de tener claro que eso no le hace ni coquito a Maduro y su grupo; de que cada quien por su lado no sirve para presionar al gobierno, que todos somos necesarios y solo juntos somos mayoría.

Nuestro pueblo espera compromiso y seriedad, coherencia y responsabilidad, más que “unidad”.

En fin, la situación del país amerita soluciones reales e inmediatas, no promesas y falsas esperanzas. Eso es posible con trabajo, seriedad, coherencia y hacer política de verdad. Con esto no quiero decir que el asunto está en renunciar a un cargo que no existe, sino renunciar a las fantasías. Como bien lo decía el profesor Juan Manuel Trak: “Un gobierno autoritario es más fuerte que un gobierno ficticio».

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