Por tercer año consecutivo, la pandemia sigue marcando la pauta de todos los países del mundo. Además, se le suma ahora la invasión de Rusia a Ucrania, la escasez de alimentos y los vaivenes en el precio del petróleo. Estos elementos, determinarán la hoja de ruta a seguir. Todo se planifica en función del virus, los contagios y los problemas sanitarios que genera esta enfermedad, ahora hay que contar con los avances y retrocesos en la guerra, la falta de cereales para abastecer el mercado internacional y la capacidad de surtir combustibles fósiles a los países del mundo, a raíz del embargo del petróleo ruso.

Naturalmente, con el comienzo del nuevo año, las esperanzas se avivan y los sueños buscan su realización, para que el 2023 nos depare más oportunidades que malos momentos. Pero, aquí comenzamos con los peros, dependiendo de la planificación que han realizado los diferentes países, lograrán o no salir del atolladero producto de la pandemia, los conflictos bélicos y la necesidad de combustibles fósiles.

Por su puesto que Venezuela no escapa de esta realidad, además, si se le suma la incertidumbre política, la mala planificación económica y los diferentes problemas que veníamos arrastrando, tenemos la sensación de que cada día las dificultades crecen exponencialmente, sin avizorar una solución a corto ni a mediano plazo.

A pesar de las declaraciones de Nicolás Maduro y las negociaciones con la oposición en México, las proyecciones son de pronóstico reservado en nuestra patria, porque seguimos arropados con el manto de la inestabilidad política por un lado y sanitaria por el otro, dando nacimiento así a una ristra de problemas que creíamos que habíamos superado como nación.

No obstante, ceñirse solo al problema de sanidad pública y al tan cacareado supuesto pero jamás comprobado bloqueo económico, es ver sólo una parte del problema y no analizar su totalidad. No se puede ocultar que el coronavirus ha influido en la paralización parcial de toda actividad humana, es común ver en muchas ciudades no solo de Venezuela sino del mundo, el cierre de pequeñas y medianas empresas, con las consecuencias del aumento en el desempleo.

No obstante, naciones más organizadas, que han podido paliar esta realidad, brindado subsidios, ayudas o reinserciones laborales para llevar a cabo nuevas actividades, todo con la finalidad para que siga operando el engranaje del aparato productivo. Pero, de nuevo el pero, no ha sido suficiente, menos en los países en vía de desarrollo, como el caso venezolano, en el cual el Estado sigue empeñado en controlar toda la actividad económica, desde ser dueños de areperas y cafeterías, pasando por dirigir medios de comunicación, terminando por regentar mercados populares. En pocas palabras, dominar todo, para gobernar la miseria.

Claro está, los revolucionarios para justificar su impericia y su saqueo en el manejo del Estado, buscan culpables más allá de nuestras fronteras, porque no aceptan su fracaso y muchos menos que ya no cuentan con el apoyo popular. Pero, otro pero más, no debemos olvidar el año viejo, no porque nos hay dejado cosas buenas, por el contrario, sino para reflexionar, sobre lo bueno y lo malo, para así aplicar los correctivos para este 2023 que apenas comienza.

Sin embargo, debemos centrarnos en nuestra amada Venezuela y analizar un poco las proyecciones para este nuevo año, pero, nunca faltarán los peros, lamentablemente seguiremos estancados en la misma inestabilidad política, económica y social, con un gobierno inepto y otro imaginario, sin posibilidad alguna de cambios sustantivos que mejoren nuestra realidad, en pocas palabras, continuaremos cargando en la espalda los viejos problemas, que con el cambio en el calendario no van a desaparecer, sino aumentar, lamentablemente.

El 2022 marcó y señalará el desarrollo de los próximos 12 meses. En lo que respecta a nuestra realidad, a pesar que Nicolás anunció que hemos salido de la hiperinflación, es una verdad a medias. Tenemos la sensación que los precios se han estabilizado, porque hay una dolarización de hecho pero no de derecho, es decir, los comerciantes utilizan el dólar americano para comprar mercancía y así reponer inventarios, al mismo tiempo, se utilizan los dólares para el menudeo diario, lo cual el bolívar está casi desaparecido de la actividad comercial.

Sin embargo, no hay que olvidar que la inflación seguirá allí, mientras el gobierno de Nicolás utilice la devaluación del bolívar para cubrir gasto fiscal, sumado a la impresión desmedida de dinero inorgánico, con cambios frecuentes del cono monetario, porque quitándoles ceros no se eliminan las distorsiones económicas, producto de un Estado intervencionista y regulador. Por cierto, hay que recordar que aún persiste el control de cambio, en pocas palabras, no hay una libre convertibilidad de la moneda, porque existen ciertas condiciones que aún se aplican.

Lo narrado anteriormente, explica además, por ser público, notorio y comunicacional, que el sueldo mínimo del venezolano, representado en bolívares, no llega a los 5 dólares al mes, eso quiere decir que aumentará la dependencia de nuestros compatriotas hacia las dádivas del gobierno, expresadas a través de las bolsas de comida y las ayudas económicas otorgadas a través del carnet de la patria. ¡Qué triste!

En 2023 no parará la devaluación del bolívar, pues no se avizoran en el corto plazo cambios en políticas económicas, debido a que la inestabilidad del gobierno afecta ostensiblemente la economía. Nadie podrá adivinar, ni con el tarot, bolas de cristal o apelando a los espíritus, cómo cerrará el dólar para finales de año. Misterios de la ciencia.

Hablemos ahora del producto interno bruto, PIB, que para 2022 ha tenido un tímido crecimiento de 1,5% según datos del Fondo Monetario Internacional. Pero, nos persiguen los peros, para el 2023 se proyecta que el crecimiento económico siga por la misma senda, a pesar de las declaraciones de Nicolás, augurando que será mayor. No hay que olvidar, que la inflación para el año que pasó, arrojaba cifras de miedo, no se esperan cambios significativos para los próximos meses.

Por lo tanto, pronosticar para este 2023 es algo difícil, por las diferentes variables a tomar en cuenta, como el precio del petróleo, los índices hiperinflacionarios, el desempleo, la pandemia, la guerra en Ucrania, los precios del petróleo y la falta de claridad en el diseño y aplicación de políticas macro y microeconómicas, sin olvidar la inestabilidad política, pero seguramente la cifra para finales de este año continuarán en negativo, lastimosamente.

Para engañar al pueblo, los comunistas son buenos en crear espejismos, por eso la proliferación de bodegones, que más que ser expendios de alimentos, se han convertido en museos que exponen productos que están fuera del alcance de muchos compatriotas. Los venezolanos pasean por sus pasillos, suspiran por una Nutella, añoran los chiclets Adams y veneran al jabón Palmolive, que los ven como obras de arte, representativos de la Venezuela que fue, con precios inalcanzables, debido a que devengan un salario de 5 dólares al mes.

Desde que llegó Hugo Rafael (R.I.P.) al poder en 1998 y se instauró la revolución bolivariana en Venezuela, nos convertimos en la nación del hemisferio que menos inversión extranjera ha recibido. Muchas empresas han cerrado por falta de insumos, otras han prácticamente huido de los controles asfixiantes del gobierno y algunas han sufrido un proceso de estatización y nacionalización, que las han llevado inexorablemente a la quiebra.

En consecuencia los trabajadores, compatriotas que necesitan de su sueldo para cubrir sus necesidades, para ellos el año 2023 no pinta nada bien. Los ingresos de los venezolanos se convertirán en sal y agua, mermando significativamente el poder adquisitivo de los asalariados, ya que un gran número de connacionales no tienen acceso a la canasta básica alimentaria. De hecho, según el informe del Cendas (Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores), la cesta básica para un grupo familiar de 4 a 5 personas necesita 15,30 dólares diarios para adquirirla, es decir, 459 dólares de gastos fijos al mes.

Además, no hay que olvidar las remesas, dinero que envían a sus familiares aquellos venezolanos que han salido del país, que suman alrededor de 7 millones y va en aumento, según expertos. La cantidad de dinero que provino del aporte de nuestros compatriotas en el año 2022 superó la barrera de los 3.000 millones de dólares, monto muy por encima de las exportaciones no tradicionales. Para este 2023 seguirá su crecimiento el envío de dólares, ya que permite a muchos venezolanos paliar el alto costo de la vida. Claro, también la migración no parará, se espera que para este nuevo año salgan de la patria alrededor de 1 millón de connacionales buscando nuevos destinos, un mejor futuro.

Por otro lado, la producción petrolera se agravará, si seguimos en la misma tónica, disminuyendo aún más la capacidad productiva de barriles de crudo, ocasionando que la República reciba menos ingresos en dólares, sumado a que no se espera un alza significativa del petróleo para esta temporada. Según un informe de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP, la nación produjo en 2022, un promedio diario de 734.000 barriles. Además, seguiremos el camino de la escasez de combustible, que continuará siendo el elemento que actuará en contra de cualquier plan de crecimiento en Venezuela.

Por su parte, las incongruencias en los planes económicos del Poder Ejecutivo, ocasionará que Venezuela pueda cumplir a duras penas con los compromisos de pago de la deuda externa, sacrificando la inversión nacional, pero seguirá siendo considerada por los mercados internacionales, un país de alto riesgo para honrar sus pasivos.

Esperar cambios en la conducción del país por parte del Poder Ejecutivo, es ilusorio, ya que no puede dejar atrás su afán de controlarlo todo. Pero como soñar no cuesta nada, ojalá empiecen a aplicar medidas económicas correctivas para eliminar de una vez por todas las distorsiones producto de políticas económicas erradas, que no tienen otro fin que dominar a la sociedad y convertirla en dependiente de las limosnas del Estado.

Para que se logren esos cambios tan necesarios, hay que diseñar y aplicar medidas que nos hagan crecer como país, que nos coloque en el concierto mundial de las naciones, que tienen como norte el crecimiento y el desarrollo de su capacidad productiva, que valoren los méritos y eliminen de una vez por todas la discriminación política.

Para ello hay que desmantelar el control de cambio, porque ya es común la utilización de las divisas para cualquier transacción comercial. Hay que sumarle también la eliminación de los controles de precios y que el Banco Central de Venezuela cuente con la autonomía necesaria para que sea el garante de una política monetaria sana y correcta, alejada de cualquier vicio populista.

Esto se podrá lograr, llegando a un gran acuerdo nacional, para darle piso político a las medidas necesarias que se deben tomar, poniendo a un lado los egoísmos y los personalismos que mucho daño le han hecho al país, optando por una visión de futuro para edificar la nación que todos nos merecemos, con un liderazgo correcto y sincero, enfocado en el diseño de políticas públicas serias, para así revertir este desastre, para conducir a Venezuela por el camino del crecimiento, que pueda así beneficiar a todos los habitantes. No será fácil, hará falta sangre, sudor, lágrimas, sacrificio y mucha paciencia, pero solo así, lograremos enrumbarnos con esperanza y optimismo en la construcción de la nueva patria. Feliz año 2023.

 


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