Un nuevo año comienza, en el que las promesas de buenos augurios, amor, éxitos, prosperidad y paz se desbordan, con la esperanza que 2020 sea diferente a 2019; sin embargo, por los vientos que soplan, continuaremos estancados en la misma arena movediza, sin avizorar cambios sustantivos para mejorar la realidad que nos embarga a todos los venezolanos. Seguiremos arrastrando los viejos problemas, que con el cambio en el calendario no van a desaparecer, sino aumentar, lamentablemente.

Continuando con la dinámica del pasado 2019, según expertos en el campo económico, como el Fondo Monetario Internacional, se registró en Venezuela en el año que recién acaba de concluir una inflación de 200.000%, pronosticando, si la situación sigue sin ningún cambio y con el mismo diseño de políticas públicas, que en 2020 llegará a 500.000%. No hay soberano que aguante esa realidad, no hay sueldo, bono o regalía que aguante eso, no hay venezolano que tolere esa situación de hambre y miseria, a pesar de los aumentos periódicos del salario mínimo.

Si hablamos del dólar paralelo, su cotización para este nuevo año superará la barrera de lo inimaginable, seguirá su ascenso, dependiendo de la inestabilidad de la moneda local, ya no hay confianza en el bolívar soberano, realidad que se refleja en el comercio al detal, ya que las compras y ventas se realizan con divisas.

No podemos olvidar el producto interno bruto, PIB, que para 2019, según datos del Banco Mundial,registró una caída de -35% y para 2020 se proyecta que el decrecimiento económico siga por la misma senda, difícil de pronosticar, debido a diferentes variables, como el precio del petróleo, los índices hiperinflacionarios, el desempleo y la falta de claridad en el diseño y aplicación de políticas macro y microeconómicas, pero seguramente la cifra para finales de este año será igual o peor. Ojalá me equivoque.

Durante los últimos años, desde 2014 hasta 2019, hemos estado inmersos en una recesión económica que ha empobrecido a los venezolanos de forma acelerada, sin viso de cambio en las políticas económicas en el corto y mucho menos en el mediano plazo. A pesar que se le quitaron 5 ceros a la moneda en 2018, instaurando un nuevo cono monetario y la derogación de la Ley de Ilícitos Cambiarios, el día a día del venezolano no cambió, solo se mejoró el uso del efectivo, por un tiempo, pero no se detuvo la inflación, la escasez no mermó y la devaluación siguió adelante, porque se continuó imprimiendo dinero inorgánico para cubrir el gasto fiscal.

No obstante, han querido disfrazar las carencias de productos, impulsando bajo cuerda la creación de bodegones y expendios de bebidas y alimentos, que en su mayoría venden productos importados y, claro, en dólares americanos. Lugares de ensueño, por la cantidad y la variedad, pero donde la gran mayoría de los compatriotas no tienen el poder adquisitivo, porque su sueldo mensual no llega a 3 dólares.

Desde que se instauró en 1998 la revolución bolivariana en Venezuela, nos convertimos en la nación del hemisferio que menos inversión extranjera ha recibido. Muchas empresas han cerrado por falta de insumos, otras han prácticamente huido de los controles asfixiantes del gobierno y algunas han sufrido un proceso de estatización y nacionalización, que las han llevado inexorablemente a la quiebra.

No hay que olvidar a los trabajadores, compatriotas que necesitan de su sueldo, para cubrir sus necesidades; no obstante, el año 2020 no pinta nada bien. Los ingresos de los venezolanos se convertirán en polvo cósmico, mermando significativamente el poder adquisitivo de los asalariados, un gran número de connacionales no tienen acceso a la canasta básica alimentaria. De hecho, según el informe del Cendas (Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores), la cesta básica para un grupo familiar de 4 a 5 personas representa 142,20 dólares de gastos fijos al mes.

Además, hay que tomar en cuenta las remesas, dinero que envían a sus familiares aquellos venezolanos que han salido del país, que suman alrededor de 5 millones, según expertos. La cantidad de dinero que provino del aporte de nuestros compatriotas en el año 2019 superó la barrera de los 3.000 millones de dólares, monto muy por encima de las exportaciones no tradicionales. Para este 2020 seguirá su crecimiento inexorable el envío de dólares, ya que es una válvula de escape de muchos compatriotas, para paliar el alto costo de la vida. Claro, también la migración no parará, se espera que para este nuevo año salgan de la patria alrededor de 1 millón de connacionales buscando nuevos destinos, un mejor futuro.

Por otro lado, la producción petrolera se agravará, si seguimos en la misma tónica, disminuyendo aún más la capacidad productiva de barriles de crudo, ocasionando que la República reciba menos ingresos en dólares, sumado a que no se espera un alza significante del petróleo para esta temporada. Según un informe de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP, la nación produjo en 2019, un promedio diario de 734.000 barriles. Usando matemática simple, si tomamos en cuenta que el barril de petróleo se mantuvo en un promedio de 55 dólares, eso da 40 millones de dólares al día, 1.200 millones al mes, 14.000 millones al año, es todo lo que le ingresó por petróleo al país el año pasado, cifras más, cifras menos.

Por su parte, las incongruencias en los planes económicos del Poder Ejecutivo, ocasionará que Venezuela podrá cumplir a duras penas con los compromisos de pago de la deuda externa, sacrificando la inversión nacional, pero seguirá siendo considerada por los mercados internacionales, un país de alto riesgo para honrar sus pasivos.

Este año que comienza va a ser para todos de supervivencia, esperemos que el Ejecutivo nacional ponga a un lado su afán de controlarlo todo y empiece a aplicar medidas económicas correctivas para eliminar de una vez por todas las distorsiones producto de políticas económicas erradas, que no tienen otro fin que dominar a la sociedad y convertirla en dependiente de las dádivas del Estado.

Para que se logren esos cambios, es necesario evolucionar políticamente, innovando en el gobierno nacional. Diseñar y aplicar políticas económicas que nos hagan crecer como país, que nos coloque en el concierto mundial de las naciones, que tienen como norte el crecimiento y el desarrollo de su capacidad productiva, que valoren los méritos y eliminen de una vez por toda la discriminación política.

Para ello, hay que desmantelar el control de cambio, porque ya es público, notorio y comunicacional, la utilización de las divisas para cualquier transacción comercial. Hay que sumarle también la eliminación de los controles de precios y que el Banco Central de Venezuela cuente con la autonomía necesaria para que sea el garante de una política monetaria sana y correcta, alejada de cualquier vicio populista.

Esto se podrá lograr, llegando a un gran acuerdo nacional, para darle piso político a las medidas necesarias que se deben tomar, poniendo a un lado los egoísmos y los personalismos que mucho daño le han hecho al país, optando por una visión de futuro para edificar la nación que todos nos merecemos, con un liderazgo correcto y sincero, enfocado en el diseño de políticas públicas serias, para así revertir este desastre, para conducir a Venezuela por el camino del crecimiento, que pueda así beneficiar a todos los habitantes. No será fácil, hará falta sacrificio, lágrimas y mucha paciencia, pero solo así, lograremos enrumbarnos con esperanza y optimismo en la construcción de la nueva patria. Feliz año 2020.


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