Las acciones de reclamo que se están llevando a cabo en contra del conductor de Miraflores han pegado a la dictadura contra la pared. Y es que no es para menos: los manifestantes están hasta la coronilla por la crítica situación que viven, como consecuencia de las desmejoras derivadas de los bajos salarios que reciben y el irrespeto a sus derechos laborales.

Es un hecho conocido que las jubilaciones de abuelas y abuelos de la tercera edad, que han pasado la cota de los 60, 70 y hasta 80 años de edad, no les alcanzan para comprar una mínima porción de sus medicamentos. Con pírricas pensiones mensuales de 140 bolívares (US $ 6,56) no tienen cómo costear un desayuno diario como el que degusta el conductor de Miraflores en su guarimba, cada mañana. Frente a esa grotesca realidad, a Nicolasito Maduro Guerra no se le ocurrió otra cosa que lanzarse al ruedo mediático con el siguiente panegírico: “Mi papá es un mago de la economía, tiene que dar clase en Harvard”. ¡Naguará!

Más que impartir clases en tan exclusiva universidad, lo que deseamos los venezolanos con suma urgencia es ponerle fin a la autocracia madurista y que retornemos a la ruta democrática, esa que se inició con la huida del general Marcos Pérez Jiménez y concluyó con la segunda presidencia del doctor Rafael Caldera. Lo que vino después, con el gobierno revolucionario de Hugo Rafael Chávez Frías, fue autoritarismo y despilfarro a granel; de allí que esos polvos trajeron los lodos que ahora nos dificultan avanzar.

Ha sido placentero constatar que grupos de estudiantes de la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Simón Bolívar se hayan incorporado a las marchas en las que han participado profesores mal pagados de ambas entidades educativas.

El conductor de Miraflores y su entorno tienen que concienciar que su tren ya pasó de largo; que no tienen nada más que aportar a un proceso revolucionario que ha dado múltiples evidencias de su inevitable eclipse. Ello se ve ratificado con el reconocimiento que se hizo de la variación anual de la inflación en Venezuela al cierre de 2022: la misma alcanzó la desagradable cifra de 234%. Dicho en criollo, ya no hay vuelta atrás; sólo queda el hundimiento y nada más.

Nuestro deseo es que en el país haya una transición pacífica. Lamentablemente, es más que obvio que Nicolás y su cerrado entorno militar se resisten a soltar “el coroto”. A estas alturas del juego político es evidente que la revolución perdió el respaldo popular. Para evidenciarlo están los más de 7.000.000 de venezolanos que han abandonado el país, así como las múltiples protestas que se realizan con regularidad.

Maduro no debería pasar por alto el popular y muy conocido refrán español que dice: tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Los venezolanos estamos hartos de su mal gobierno, el cual afecta por igual a los que permanecen aquí y a los que emigran.  El bravo pueblo de Venezuela no debe ser tentado más de la cuenta. Ahí dejo eso.

@EddyReyesT


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