“Que gobierne el que gane”. La frase, que pareciera obvia en cualquier democracia, no lo es en Venezuela. Por esa razón el mismo jefe del régimen que mantiene secuestrado el poder en Venezuela se adelanta a los posibles resultados de las elecciones regionales del 21 de noviembre y hace tal afirmación. El pasado lunes anunció que desaparece la figura que creó en 2017 de los “protectores de estado”, con la que quiso «controlar» la gestión de los pocos candidatos opositores que ganaron las gobernaciones en los comicios de ese año.

Ahora bien, los protectores de Anzoátegui, Nueva Esparta, Mérida y Táchira han estado los últimos años tomando decisiones y amasando presupuestos sin rendir cuentas a nadie. Mucho se especula sobre los negocios que han creado, sobre todo en zonas fronterizas.

¡Se acabó el pan de piquito!, pensarán algunos. Sin embargo, no todo es maravilla en el reino del Señor. No se trata de respetar la voluntad de los electores, el cargo se eliminará, pero como han advertido políticos, analistas y ONG, no para enmendar un error sino para dar paso a las ciudades comunales y a una nueva división político territorial que ni siquiera ha sido aprobada en un referéndum constitucional. Otra de las suyas.

Se supone que las comunas tendrán financiamiento propio, es decir, recibirán presupuesto del Ejecutivo y podrán ejecutarlo como les parezca. No estarán dirigidas por representantes electos por las comunidades y los entes reguladores de estados y municipios no tendrán poder de vigilancia ni contraloría sobre ellas.

Si esto es así, ¿qué papel desempeñarán los gobernadores, alcaldes, consejos legislativos y concejos municipales que resulten electos el 21 de noviembre?

El poder comunal es un parapeto que está en el plan de la patria que dejó supuestamente diseñado el comandante muerto y dice su sucesor que hará lo imposible por aplicarlo en el país. Sin embargo, se suma a la lista de violaciones de la Constitución que este régimen ha cometido desde hace más de 20 años. No se trata de darle poder a lo que ellos llaman pueblo, pues si fuera ese el caso los procesos de elecciones serían transparentes y democráticos y se respetaría al ganador.

El hecho de que ya hace tres años el usurpador de Miraflores haya puesto sobre gobernadores y alcaldes otra figura para hacerles la gestión imposible es la prueba de que los resultados de los comicios de este año también estarán en veremos. «Que gobierne el que gane, si puede», querrá decir, pues una vez que se monten las ciudades comunales los recursos los manejarán otros.

Precisamente por no ver estos detalles es que a veces la oposición llega ciega, sorda y muda a enfrentarse con el régimen y sale más que trasquilada. Además de las condiciones electorales deben fijar posición sobre este fantasma comunal. No tiene sentido que se hagan unos comicios para elegir autoridades regionales que al final no podrán cumplir su función.


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