El arte es una de las más fieles expresiones de la naturaleza humana, siendo una sólida representación de sus necesidades, las cuales han sido un pilar en la comunicación y transmisión de las inquietudes del hombre. Colectivamente o de forma individual las manifestaciones artísticas se han consolidado entre los mayores y significativos rasgos de civilización. Desde las prehistóricas pinturas rupestres con data de 73.000 a la distopía visionaria de la actualidad, el arte es una resonante voz de las sociedades. La ontológica confrontación del ser con su realidad y el tiempo en que vive, es la chispa que nos ha conducido a infinitas creaciones que a lo largo de nuestra historia han conformado la concreción de una identidad y por ende de una cultura. Cuando se visita un museo, se lee un obra literaria, se acude al teatro, se escucha una composición o se mira una película, se está en frente no de una fracción aislada de ingenio sino de una enraizada y compleja conexión que nos une entre  épocas  milenarias y la actualidad. En cada período histórico, es el arte el testimonio de más concreción para la posteridad, el arte vivo crece y se prolonga en toda línea del tiempo.

Si algún sector está expuesto a los embates de la actual situación generada por la crisis del virus covid-19 es el cultural. Desde la instauración de las medidas restrictivas son incontables los procesos artísticos que se han visto en la necesidad de cesar su desarrollo y por ende se ha producido un latente silencio en el mundo. En Venezuela la sacudida ha llevado a que cientos de personas vean interrumpido su modo de existencia y sobre todo truncadas sus expresiones que como creadores ponen a disposición del público. En las actuales circunstancias el país requiere urgentemente de voces que expongan nuestra realidad y discursos que desde los distintos escenarios estén destinados a ser relatores de la contemporaneidad. Si algo ha quedado demostrado es la absoluta vulnerabilidad en la que se encuentran el arte escénico y en general todas las manifestaciones artísticas en la nación. Este parón es una oportuna alerta, que nos convoca a someternos a una profunda reflexión sobre el rol que ocupa en la sociedad la cultura; es vital que este episodio permita que todo los involucrados busquen consolidar no solo su papel sino establecer condiciones que permitan garantizar la existencia del teatro, la música, el cine y las artes visuales. La vital asistencia de parte del Estado y de un marco legal que estimule crear es necesaria, pero esto debería ser producto de la cohesión de los distintos elementos que hacen parte. Hoy como nunca antes, existe la exigencia de consolidar esfuerzos en cada ámbito de Venezuela.

En la búsqueda de soluciones se nos plantea el romper con los estereotipos de esa concepción proteccionista de la cultura, esta de por sí no debe ser tratada como un eslabón débil al que hay que cuidar y velar de él como si fuese una agente sin la capacidad de respuesta, el que amerita conducirle de la mano. Tenemos que lograr conseguir un adecuado medio donde la producción de obras, danza, recitales, exposiciones, etc. consigan ser realidades y capitalizar el gran talento que tenemos. Este presente exige que hagamos un cambio estructural y comenzar a marcar el rumbo, donde las artes sean una factor de contundente importancia desde lo cultural a lo económico. Si bien es cierto que sufrimos la ausencia de políticas públicas adecuadas no es menos verdadero que se adolece de una falta de planificación y desde cada sector debe surgir una reacción. Requerimos de una evaluación y transformación de las adversidades en posibles herramientas para la creación y ejecución de lineamientos, los cuales conlleven a mejorar el panorama y que se incremente la participación de todos los elementos de la sociedad.   Es imperante más que nunca que se acuda a la organización, el capital humano con el que contamos ha demostrado que en conjunto tiene un gran valor, es oportuno que aquellos que están frente al espectador generen políticas que conformen un marco legal para blindar al arte y a sus principales protagonistas.

Actualmente ha surgido una alentadora iniciativa, la Sociedad Teatral de Venezuela, un grupo de personalidades relacionadas con el teatro que ha dado un paso adelante con lo que se vislumbra: un organismo donde exista la pluralidad, un espacio de discusión, análisis y se constituyan las acciones que tengan como misión preservar, estimular y principalmente generar posiciones económicas y sociales favorables para esta comunidad. Entre las metas que se están planteando destaca, singularmente, la posibilidad de formar una estructura de asistencia que permita que los miembros disfruten de programas de salud preventiva, gracias a las alianzas con profesionales de la medicina y un seguro médico que brinde cobertura ante accidentes y enfermedades. Este ambicioso pero factible proyecto tiene la intención de conglomerar a una gran cantidad de profesionales que serán invitados a ser parte del semillero de propuestas institucionales, las cuales serán la contestación ante la real amenaza que se ciñe a los hacedores que desde un escenario son parte del productivo capital nacional.

Venezuela demanda la modificación de todos los estamentos, público y privados, es el momento de encontrarnos en la búsqueda de las distintas soluciones; las generaciones venideras merecen de nosotros, heredar un mejor país, la cultura no escapa del gran reto que se avizora. Solo asumiendo un profundo compromiso y la instauración de los valores fundamentales va a conseguir que nuestro maltrecho presente sea un virtuoso futuro, la negación de nuestra responsabilidad será la condena con la que se escribirá la crítica, sobre el protagonismo y desempeño de nuestro tiempo.

 


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