Las organizaciones internacionales creadas con el propósito de fijar límites a individuos depravados que dan puntapiés a estatutos, buscarlos, detenerlos, confinarlos o ajusticiarlos se han convertido en los principales aliados del caos e impunidad mundial. Viviríamos en mejores condiciones eliminándolas.

La obcecación de mandatarios-infractores-usurpadores por maquillar principios fundamentales para la coexistencia pacífica, el fomento de la salud pública, educación, seguridad y prosperidad ciudadana esputa asquerosidad.

Sólo esto que llamamos «existencia» fue –de súbito- posible a partir de la nada, luego de lo cual cada asunto tiene una causalidad. Cuando mujeres y hombres con mando han sido empírica o pedagógicamente [in] formados sobre esa (ahora) escabrosa categoría filosófica conocida como los Derechos Humanos,  que resisten respetar  e impeler a sus gobernados para igual hacerlo, resulta inconcebible se «agavillen» con el explícito propósito de condenar a sus compatriotas a padecerlos. En el curso del siglo XXI, Las Américas protagonizan un fatigador pugilato entre quienes se sienten amos de naciones y sus víctimas, aun cuando algunas personas no admitan que lo son y se aparten de las discusiones por sentirse intimidadas o estar bajo pública y constante amenaza.

La puja del Prontuariado Oficial por pervertir los conceptos de todo ha generado una peligrosa inestabilidad socio-política en el mundo. La situación agrava con la actitud indiferente o cómplice, según los casos, de quienes se promueven «líderes» de la comunidad internacional de naciones. Dos básicos principios de Estado propician disputas: la libre Determinación de los Pueblos y no intervención extrajera en asuntos internos de repúblicas. Corrompidos por partes interesadas, generarán conflictos al ser convertidos en «derechos auto conferidos» de jefaturales que destacan por sus abominables comportamiento, en sus respectivos países e internacionalmente.

Admitamos que el segundo debería llamarse «principio de no intervención en asuntos internos de forajidos con poder de mando. Qué no puede hacer un psicópata tras remunerar regimientos pretorianos y apropiarse de las llaves del Tesoro en un país por él aniquilado. Qué no atreven sus cómplices nacionales y extranjeros en situación de aprovechadores de las riquezas alardeadas por hampones cooperantes. Qué no fiscales y jueces, tras recibir inmorales estipendios.Qué mayor tragedia que resignarte reo de una corrompida institucionalidad de Estado.

En cuanto a las democracias de nuestro continente, es cierto que proliferan quienes pretenden exterminarlas: y son, en convites o «cumbres», los hipócritas y aborrecibles líderes de la comunidad universal de naciones. Unos callan y otros reciben parte del botín mientras jefaturales delinquen a su antojo.

Seremos testigos de los instantes cuando millones de insubordinados, que se mantienen infaustamente pasivos ante apertrechados bárbaros, degüelle. Aplique justicia, luego cumpla la ley sin permitir a supremacías que las acomoden según sus criterios o necesidades delictivas.

@jurescritor


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