En el V Congreso de Investigación y Creación Intelectual de la Universidad Metropolitana, mismo que tuvo lugar hace 16 años, es decir, en mayo 2006, tuve la oportunidad de exponer dos trabajos, uno de los cuales se tituló «Un modelo para evaluar la legibilidad de textos de promoción de medicamentos y formación de mercado».

En esa oportunidad utilicé la palabra «legibilidad» pero debí utilizar en su lugar «lecturabilidad». Para ese entonces, comenzaba yo a estudiar la aplicación del concepto de «readability» de textos, tanto a la promoción en el mercadeo de productos y servicios como en informes financieros, y la palabra legibilidad me pareció un significado más intuitivo de entender para mis audiencias.

Hoy en día (febrero de 2022) y en virtud de la multitud impresionante de trabajos publicados al respecto, sabemos que legibilidad es la facilidad con la que se identifican los distintos caracteres que integran un texto y está basada en las características incluidas en su diseño. Por su parte, la lecturabilidad hace referencia a la «comodidad» con la que se lee un texto. Pues bien, la traducción literal de readability es, precisamente, lecturabilidad y a eso se refería mi trabajo en el mencionado congreso.

El punto central de mi trabajo de ese entonces fue que el uso de ciertos textos para promoción de medicamentos y formación de mercado podía no corresponderse con la capacidad lectora de la audiencia objetivo. Por supuesto, lo anterior implicaba un fracaso en el esfuerzo materializado de la promoción.

Les cuento un poco esa historia

La muestra de textos de promoción la extraje de la revista dominical Estampas, encartada en El Universal y en el congreso expuse dos textos que aparecieron en dicha revista uno el 15 de febrero de 2004 y  el otro el 29 de febrero de 2004. Aquí puede surgir la pregunta de ¿Que es un texto de promoción? Y la respuesta es, según la normativa denominada «Normas para la Promoción y la Publicidad de los Medicamentos», toda actividad informativa, de divulgación, de persuasión y de recordación, desplegada por los fabricantes, distribuidores y representantes, a fin de inducir a la prescripción, la dispensación, el suministro, la adquisición o la utilización de dichos productos (Gaceta Oficial 37.966, 23 de junio de 2004).

Adicionalmente, la citada normativa destacaba que toda promoción y publicidad de medicamentos debía ser de contenido informativo, educativo, veraz, actualizado, susceptible de comprobación y estar expresada en idioma castellano (artículo 6), y debía ir acompañada de un mensaje educativo, tendente a desarrollar hábitos racionales en el uso de los medicamentos (artículo 15). Por tanto y por definición, la promoción está destinada a estimular la venta de medicamentos y a formar mercado.

Otra pregunta que puede ocurrírsele a un lector perspicaz es ¿qué es leer? Pues utilizando la definición de la No Child Left Behind Act of 2001 (Estados Unidos), leer significa “un complejo sistema que le permite al individuo obtener significados a través de lo escrito y/o impreso”.

De acuerdo con lo anterior, leer requiere de: a) Las habilidades y el conocimiento para entender como los fonemas (unidades sonoras) están relacionados con el texto escrito; b) La habilidad para descifrar palabras no familiares; c) La habilidad de leer de manera fluida; d) Conocimiento y vocabulario suficientes para propiciar la comprensión de lo leído; e) El desarrollo de estrategias apropiadas para construir significados a partir del texto escrito y/o impreso; y f) El desarrollo y la conservación de la motivación hacia la lectura.

De hecho, la National Literacy Act of 1991 (Estados Unidos) define a una persona alfabetizada como aquella con la «habilidad individual para leer, escribir y hablar un idioma, computar y resolver problemas con un nivel de efectividad tal que le permita a la persona desarrollar interacciones adecuadas en su trabajo, en su familia y en la sociedad».

Ahora bien y para ese tiempo, un estudio elaborado por una investigadora del Instituto de Estudios Superiores en Administración (IESA), Josefina Bruni Celli, nos informaba sobre la evaluación de la calidad y los progresos del sistema de enseñanza de Venezuela para el año 2002.

Según Bruni Celli, palabras más palabras menos: uno de los grandes problemas era (y sigue siendo) la ausencia de pruebas y mecanismos para evaluar a los estudiantes y menos aún para compararlos con los estándares internacionales. Sólo en el año 1998, se realizó una evaluación a escala nacional, en la cual participaron casi 100.000 estudiantes y en la que los resultados fueron poco alentadores. La prueba reveló que la mayoría de los estudiantes terminan 6to grado sin los niveles de aprendizaje requeridos en comprensión lectora y en matemáticas. Tal y como el lector evidenciara más adelante, algunas empresa farmacéuticas en Venezuela nunca estuvieron al tanto de esta circunstancia y la ignoraron en el diseño de su promoción en la revista Estampas.

De hecho, para ese tiempo, un estudio reportaba que 56% de la población económicamente activa estaba concentrada en los estratos D y E y concentraba la mayoría de los lectores disfuncionales del país (Carlos Delgado, «El libro en cifras», Dinero, Año 16, No. 191, Noviembre 2004). Los lectores disfuncionales son quienes no pueden leer sino lo necesario para orientarse en los lugares y en la prensa. Pueden leer un párrafo largo, pero no pueden sintetizar la idea central del mismo, ni expresarla coherentemente, ni mucho menos crear textos a partir de lo leído.

Más aún y en el caso de Estampas y para ese entonces, de 100% de sus lectores, 50,83% pertenecía al segmento D. También, el nivel de instrucción por estratos y para la clase D era de 70% con bachillerato o menos y para la clase E era de 87% (TGI Wave, 2005). A lo anterior súmele el hecho de que los estudiantes terminaban 6to grado sin los niveles de aprendizaje requeridos en comprensión lectora y en matemáticas.

En tal circunstancia, los promotores de una empresa farmacéutica cuyo nombre omitiré por razones éticas (el propósito no es dañar sino informar) publicaron en Estampas, el 29 de febrero de 2004, el siguiente texto titulado «Mamografía: herramienta vital en el diagnóstico del Cáncer de Mama». A continuación el texto:

«El incremento de la densidad mamaria es considerado un efecto secundario indeseado de la terapia hormonal para la Menopausia que combina estrógenos y progestágenos, afirmó la Dra. Gunilla Svane, profesora asociada de Radiología del Hospital de Karolinsksa (Estocolmo, Suecia) durante el 6to Congreso Europeo de Menopausia realizado en Bucarest (Rumania) entre el 24 y 28 de Mayo de 2003.  Tal aumento de densidad mamaria puede conducir a un incierto despistaje del cáncer de mama a través de las mamografías, lo que podría producir diagnósticos errados que permitirían la progresión de la enfermedad».

Fíjese el lector en la siguiente serie de palabras: Terapia hormonal, Menopausia, Estrógenos, Progestágenos, Radiología, Densidad mamaria, Despistaje, Mamografías, Diagnósticos, Progresión, ¿creen los lectores que en la circunstancia descrita de la revista Estampas, tal promoción tuvo éxito?

Cuando «corrí» el texto en algunos analizadores de lecturabilidad que existían ya para ese tiempo (Word de Microsoft Office tiene uno), encontré que según Fernández-Huerta es algo difícil de leer; según Szigrizt-Pazos es bastante difícil de leer y según el software Inflesz algo difícil de leer.

De allí mi conclusión que, con la venia de ustedes repito: el uso de ciertos textos para promoción de medicamentos y formación de mercado pueden no corresponderse con la capacidad lectora de la audiencia objetivo.

Todo lo anterior fue en año 2006. Sin embargo, ¿creen ustedes, amigos lectores, que la capacidad lectora del venezolano, misión Robinson por medio, ha mejorado desde entonces?

 


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