Una mañana llegas a tu lugar de trabajo donde, una vez más, casi todos liban para celebrar la presunta derrota del capitalismo. La novedad es que tienen un preclaro líder que promueve las bondades del proletariado. Sugiere a compañeros exigir al gobierno la expropiación de la fábrica. No están el supervisor, capataz ni tesorero. Viajaron con el patrón hacia el exterior. Mudaron la empresa.

El pequeño capitalista compra un galpón, materia prima, herramientas y equipos. Busca un supervisor experto en el área de producción que inicia, quien le dirá a cuáles personas emplear para transformar su inversión en productos bajo demanda que terceros comercializarán consumándose la distribución. No se trata de un emprendimiento que pretenda empobrecer a los ciudadanos de una república, solo mecánica, engranaje, sistematización del trabajo que satisfará simultáneamente las ambiciones del capitalista y necesidades de las familias. Así funcionan y se mantienen las corporaciones en las sociedades organizadas. Alguien expresa su intención de generar, y tendrá respuestas entre aptos para materializar una idea.

Pero, los ciudadanos física e intelectualmente expuestos con sus anhelos de participación se aplicarán. El capitalista está persuadido de que, sin un supervisor, capataz-coordinador-jefe de personal y tesorero no es posible avanzar. Haya o no leído sobre la división del trabajo, procederá motivado, impulsado por una inteligible y lógica discrecionalidad-cautela. Fijará remuneraciones que premien el esfuerzo de cada persona.

Cuando la fábrica despega y se logra posicionar exitosa, el personal se organiza y reúne para discutir respecto a exigencias que harán al propietario mediante sus hombres de confianza [supervisor, capataz, tesorero] Entre ellas, las condiciones sanitarias-ambientales, insumos de protección laboral, estabilidad jurídica, primas por antigüedad, producción individual, créditos para adquirir viviendas, automóviles,  uniformes. A favor del bienestar general del empleado y su familia, útiles escolares, seguros de vida, pólizas hospitalarias, incapacidad, responsabilidades asignadas y aumentos generales-sistemáticos de salarios.

Durante sus apariciones esporádicas en la compañía anónima, el patrón principal es observado por todos los trabajadores. Cambia dos veces al año sus vehículos, de su esposa e hijos aburguesados. Si rehúsa mejorar las condiciones de vida de quienes hacen posible la suya privilegiada, tendrá que prepararse para enfrentar huelgas. Consulta a su tesorero el costo de petitorios. El funcionario es conciliador, razonable, sabe que administra una corporación donde la estabilidad es fundamental. Sugiere al propietario aceptar las exigencias del personal. Mantendrá gananciales mientras los trabajadores estén felices. La intransigencia no fortalece, enemista.

El supervisor, flanqueado por el capataz y tesorero, informa a los demás trabajadores que el patrón autorizó mejorar las condiciones de vida de todos. Pero que habrá despidos porque algunos incumplen obligaciones o son improductivos. Harán una auditoría de personal, a cargo de un analista de personal contratado para presentar un informe.

Flojos, incapaces, mediocres, no ascendidos e intrigantes convocan a todos a participar en una reunión fuera de las instalaciones de empresa. Se realiza en una casa de festejos, donde suelen festejar cumpleaños o divertirse. Proponen crear un sindicato para la defensa de la estabilidad laboral, inviolabilidad de los derechos adquiridos y el nombramiento de representantes políticos ante el propietario y sus hombres de confianza. Se autopostulan y los presentes votan, la mayoría ebria.

—¡Yo invito comidas y licores! –exclama el ganador–. ¡Disfrutemos!

—¿Quién pagará?

—¡Exigiremos al patrón que lo haga, entre los gastos de representación sindical! ¡Apóyenme, porque luego seré el candidato de ustedes para gobernador!

El sindicalista no tiene un discurso político-filosófico que exceda diez frases. Es antipático. Engorda, usa buena roja y calzados. Se moviliza de un lugar a otro en un auto de la empresa, con chofer. Habilidoso estafador, controla el ingreso fraudulento de obreros y beneficios laborales varios. Se muestra arrogante cuando interactúa. Las solicitudes de contratación,  permanencias o despidos llegan primero por sus manos. Está entrenándose para ocupar cargos públicos de relevancia.

—¡Vengo de abajo! –grita, y es aplaudido-. ¡Soy proletario!

@jurescritor

 


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