Nuestro país no nos deja de sorprendernos cada día, debido a los diferentes acontecimientos que nos toca vivir en la patria de Bolívar. El venezolano siempre está enfocado en alguna situación o circunstancia que lo distrae de su realidad, como una manera de escape, ya que su condición de miseria, hambre y desesperación no tiene tintes de mejorar en el corto ni en el mediano plazo.

Para muestra, lo que sucedió hace un par de días con la escapada del país de Leopoldo López. No se habla de otra cosa. Declaraciones van y vienen, claro, detenciones y persecuciones van y vienen también.

La última, la del colega Roland Carreño, a quien no conozco personalmente, pero respeto su trabajo periodístico y su forma particular de expresar sus opiniones. Al compañero Carreño le han imputado cargos que van más allá de su poder de maniobra, acusándolo de ser cómplice en el escape de Leopoldo López, así como de participar en alterar la paz de la nación. ¿Paz de la nación? Eso suena a eufemismo, ya que desde que llegaron los revolucionarios al poder, la tranquilidad, el sosiego y la armonía han desaparecido del horizonte patrio.

Por lo tanto, la forma de actuar del gobierno para averiguar cómo se fugó el preso político más emblemático de Venezuela, demuestra que el poder concentrado, devenido en dictadura, fue, es y será el enemigo de la libertad. De verdad siento pesar por la situación que está pasando el colega Roland Carreño y el resto de los presos políticos, que se han convertido en apóstoles de la libertad, es preocupante . Estos compatriotas el único delito que han cometido es luchar por y para la democracia y la libertad; no obstante, a pesar de que tenemos más de veinte años en pugna con estos comunistas, la única manera de hacer frente a un sistema totalitario es generar conciencia en la ciudadanía para que rescate su emancipación y autonomía, pues el opresor nunca la dará de forma voluntaria, por lo cual debe ser demandada por los oprimidos, esa es la verdadera lucha, hacer que la población piense y reflexione sobre la situación que está pasando.

Lamentablemente en este régimen revolucionario, nada es seguro, partiendo por el mayor de los dones como lo es la vida, la cual no respetan ni resguardan, pasando por los bienes materiales e inmateriales y claro, la libertad pasó a ser una quimera. Por eso es la disputa de los venezolanos de limitar el poder del gobierno, ya que sus ejecutorias hace mucho tiempo que cruzaron la frontera de la legalidad, la justicia, la moral y la rectitud.

Sin embargo, los bolivarianos celebran su intolerancia como prueba de sus convicciones, transformando el pasado en una mentira, para construir la verdad del presente y así, crear una nueva mentira para el futuro. Ahí tenemos la glorificación de un golpista, llevado casi a los altares de la adoración extremista.

Esa es la misión del proceso bolivariano, no obstante la Presidencia de la República y todas las ramas del poder nacional, es más que conocido que se encuentran inmersas en la ilegalidad y en la usurpación de funciones, por lo tanto buscan enemigos para poder justificar sus atrocidades. Uno de ellos, como siempre, es el imperio, seguido por sus lacayos, la burguesía apátrida y los escuálidos. A esto se le suman los periodistas, convertidos por los bolivarianos en delincuentes mediáticos, manipuladores y mercenarios de la información, que merecen estar detrás de las rejas de la intolerancia, con barrotes de censura y con paredes de discriminación, pero para recrudecer aún más la situación, ahora se pasó al siguiente nivel, a la persecución y al encarcelamiento, porque en la era de la revolución está prohibido el libre pensamiento y, por ende, su libre divulgación.

Tomando en cuenta la narración de los hechos anteriores, los periodistas vivimos una realidad complicada y peligrosa, hemos tratado por todos los medios de minimizar el miedo, aunque a veces tengamos el corazón en la garganta. Decir la verdad trae consecuencias, porque la exclusión, la segregación, el acoso, las desapariciones y el encarcelamiento son las únicas armas que tienen los mediocres para sobresalir y los chavistas sacan notables en esas asignaturas.

Ya los venezolanos debemos asumir que no somos libres, que nos hemos convertido en rehenes de un sistema autoritario, que se sirven del pueblo como tontos útiles, transformándolos en militantes de la ignorancia, que utilizan la burla y la arrogancia, como forma para esconder su ignorancia y al mismo tiempo, incrementan la incapacidad para pensar, arropándolos con miedo y hambre, a pesar de que estamos al tanto de la realidad que padece nuestra Venezuela, pero optamos sobrevivir bajo una ilusión escapista, escondiendo nuestras angustias detrás de un maratón de películas en algún canal por cable o refugiando nuestros temores navegando por Internet y convirtiéndonos en críticos del teclado, pero sin dejar de aletargar nuestras esperanzas, sin perder la fe en que terceros mejorarán la situación. ¡Qué ilusos e inmaduros somos como sociedad!

Pero más allá de buscar la piedra filosofal para poder optar a una explicación a todas las angustias e interrogantes planteadas en las líneas esbozadas anteriormente, lo que importa es desarrollar una conciencia para poder entender nuestra realidad, saber diferenciar entre la verdad y la mentira, es un compromiso que tenemos como ciudadanos, de hecho y de derecho. Debemos ser capaces como pueblo en particular y sociedad en general, de dar una respuesta a todas las preguntas que nos hacemos diariamente. De ser aptos para dirimir nuestras diferencias con palabras, no con la violencia. De ver más allá del inmediatismo, ya que los gobiernos son transitorios, pero la patria es permanente.

Y por último, rescatar nuestra esencia, en la cual la solidaridad, la tolerancia y la paz siempre nos han indicado el camino, nos han permitido formar nuestra idiosincrasia, que no es otra que ser un gran venezolano, para edificar una hermosa sociedad en un magnífico país. Lo podemos lograr.


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