El relato del chavismo-madurismo con relación a cómo resolver el hambre y la pobreza ha consistido, con una persistencia digna de mejor causa, en la promoción del “gallinero vertical” o el “conuco”. Con respecto a la distribución de alimentos, insiste en las “jornadas” de ventas de alimentos en una plaza o calle, esporádicas y puntuales, que terminan por ser más una acción propagandista antes que una instituida y estable forma de intercambio comercial con vida propia. Ambos enfoques son carentes de todo sentido de la escala que implica producir para alimentar a las millones de personas que tiene nuestro país.

Recientemente tuve la oportunidad de conocer una importante empresa avícola que está ubicada en Tocuyito. Una empresa con unas impresionantes dimensiones, en las que en promedio se ejecuta la matanza de 70.000 aves diariamente, con una flota de camiones que trasladan el producto a los más importantes mercados mayoristas del país, empleando a muchos obreros especializados y con una capacidad instalada diseñada para el procesamiento industrial de los subproductos que se convertirán, siendo ejemplo de economía circular, en alimento animal. Esa es la forma de alimentar a millones, no teniendo tres gallinitas pica tierra en el patio de cada casa.

Hay que tener sentido de la escala para gobernar, bien sea un país, un estado o un municipio. Hay que alimentar a millones, prestar servicios de salud y educación a millones, hay que proveer electricidad, agua, vialidad, transporte, empleos y muchas otras cosas a millones, no para algunos, para todos. No puede ser noticia positiva entregar una cajita CLAP, ahora devaluada en bolsita CLAP, a unas cuantas familias cada tres o más meses, al contrario, para evitar el riesgo alimentario en la población y luchar contra la crisis humanitaria compleja se debe producir masivamente. Para lograr semejante escala debe darse una importante inversión de capitales privados, internacionales y nacionales, en la actividad industrial, el Estado debe propiciar que la banca incremente y amplíe sus productos crediticios, el salario debe recuperar su poder real de compra para que se incremente el consumo, que mañana no se den matanzas de 70.000 aves diarias sino 130.000 y que lo propio ocurra en el resto de la industria. Que la competitividad de nuestras empresas, tanto públicas como privadas, sea tal que los productos importados no puedan arrebatarles el mercado.

Todavía en esta época, en canales públicos como Vive TV, Telesur o VTV, afortunadamente con poquísima audiencia, se transmiten “documentales” que difunden la idea bajo la cual la industria alimenticia es inhumana con las pobres gallinas porque las encierran en corrales, porque somete a la preñez continua a las vacas o porque cruelmente los cerdos son castrados y descolmillados recién nacidos y otras ñangaradas similares. Casi que dicen que producir es criminal por ser una violación de los derechos de los animales de granja. No hay que ignorar la necesaria modernización y tecnificación para reducir el impacto ambiental, pero en el hecho de que tenemos que producir cada vez más y mejor no puede haber ningún tipo de duda.

La actividad productiva debe ser fomentada para lograr las escalas necesarias, incluso hasta poder lograr la exportación no tradicional y dejar de depender del petróleo que, valga decir, tiene sus días contados como negocio rentable en un mundo que lucha por buscar alternativas energéticas que mitiguen el cambio climático. Hay que abandonar el “parroquialismo”, como dice el respetado colega Enderson Sequera, y pensar en el país que debemos ser en el presente y futuro contexto global a enfrentar. El tiempo se nos acaba en la nostalgia, es francamente vomitivo seguir escuchando peroratas en cadena de quienes viven en la recordadera de batallas y épicas pasadas, reales o imaginadas, sin hacer nada hoy por transformar la realidad. Ojalá sirvan estas ideas sueltas para encender la llama de la emoción colectiva por reconstruir un país que sirva para todos y no para algunos.

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@rockypolitica


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