El debate en torno a la economía venezolana sigue abierto. Sin duda se están dando algunas tendencias y manifestaciones sobre las cuales merece la pena poner atención. En esta ocasión hablaremos sobre el apetito que tendrían algunos inversionistas en regresar al país, especialmente a través de operaciones de private equity y de las llamadas mergers & acquisitions.

En los últimos meses se han comenzado a dar operaciones de mayor envergadura en el mercado venezolano. Decimos de mayor envergadura porque usualmente se piensa, sobre todo en redes sociales, que la dinámica económica en Venezuela se ha venido desarrollando sobre la base de bodegones, conciertos y restaurantes. Y si bien este tipo de negocios o espectáculos han tenido pasarela (más mediática que de impacto real sobre la economía), lo cierto es que son otros los tipos de operaciones a las que se estaría haciendo referencia.

Los fondos de capital privado comienzan a poner de nuevo sus ojos sobre el país. ¿Razones? En esencia, algunos inversionistas perciben que habrá un golpe de timón en las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos, y en ese golpe, el país dejaría de ser un paria, especialmente para los capitales occidentales (Estados Unidos, Canadá, y Europa).

No queda claro, sin embargo, si ese giro de timón viene acompañado de algún tipo de cambio político. A algunos ese tema parece preocuparles. A otros, no tanto. Mientras existan “condiciones mínimas” para invertir, las transacciones en Venezuela se estarían llevando adelante, tomando en cuenta los riesgos que ello implica.

Hay muchos puntos, sin embargo, que no terminan de quedar claros. Primero, la mayoría de las operaciones de capital privado y los M&As, se hacen con un enorme grado de discreción. No existe, al menos a nuestro entender, una base de datos a lo PitchBook o Preqin sobre los deals que se están ejecutando, por lo que en el medio de esa opacidad, los acuerdos logrados y su seguimiento dependen de bases de dato privadas, que usualmente son de difícil acceso al público.

En segundo término, aún y cuando soplan vientos de cambio, la veleta no termina de dar el giro en sus aspas. Una cosa es que se dé por cierta una apertura y otra es que se realice. Se requiere de un apetito de riesgo muy grande para venir a Venezuela, pero más aún para permanecer en ella en las condiciones actuales. La economía venezolana se encuentra ahora en un wait and see, un tiempo de espera en el cual algunos apuestan a que se explote “la burbuja” mientras que otros ponen sus esperanzas en el robustecimiento de la apertura, con mejores y mayores condiciones institucionales y regulatorias para que sí se pueda percibir un cambio real en las condiciones del país. Tercero, el capital humano en Venezuela, lamentablemente, se encuentra oxidado frente a la elaboración de transacciones complejas de M&A. Años y años de socialismo y disfuncionalidad no solo generaron la diáspora de nuestro talento, sino que también pusieron a nuestro recurso humano a resolver tareas propias de lo que implica el socialismo venezolano: llenar carpetas, sobrellevar controles, aguantar la embestida contra el sector privado y la prevalencia del proletariado de turno. Por fortuna, la curva de aprendizaje puede estar presente si se toman los correctivos adecuados.

Estos temas son de vital importancia. Una operación de capital privado de envergadura no solo requiere de varios millones de dólares para su elaboración, sino la previsión de que en el mediano plazo habrá retornos y un mínimo de posibilidad de estabilización de la operación y, eventualmente, garantías de salida y payback. Hoy día, precisamente en medio de esa zona de grises a la que se hace frente, valorar una empresa, establecer retornos estimados, mantener una hoja de ruta de todo el proceso de M&A es un reto incuantificable.

Todo ello sin tocar siquiera el tema político, regulatorio y de acceso a los servicios que termina de dibujar el panorama venezolano. Tema sobre el cual, adicionalmente, mucho se ha escrito y que sin duda también es crucial para el entorno de negocios del país.

Debemos ser cautos con los nuevos signos de la economía venezolana. Probablemente nos estemos enrumbando a una fase de mayor consolidación de operaciones de capital privado en el país, y un abandono progresivo de los negocios “efectistas” que tan simbólicos fueron en el bienio 2019-2021. No en balde, cuando el río suena piedras trae. Sin embargo, la alerta se mantiene. A nivel macro, la institucionalidad y Estado de Derecho, bases mínimas para la existencia de una economía de mercado. En el ámbito político: la recuperación del sistema democrático y reducir el tamaño del Estado. Tareas estas todavía pendientes.


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