Los millones de venezolanos que se mantienen en resistencia frente a la deriva dictatorial que desgobierna a Venezuela requieren de una dirección política capaz de canalizar esa fuerza cívica a la que se unirían efectivos militares y policiales activos y retirados. No hace falta hilar la seguidilla de eventos en los que quedaron patentizados los actos de arrojo de los ciudadanos de un país que no han claudicado en sus valores y principios,  pero que está urgida de una conducción atinada. Es evidente que para reconstruir ese eje conductual pudieran servir unas elecciones primarias en las que participen los ciudadanos que están resistiendo dentro del territorio nacional, más los millones que estamos confinados al destierro. Una consulta como la que protagonizamos el pasado 16 de julio de 2017, sin depender del aparato gobiernero del CNE, serviría para legitimar un comando representativo de todos los venezolanos en resistencia.

Esa dirección debe estar comprometida, firmemente, a liberar a Venezuela, a enfrentar la tiranía, no a cohabitar con las mafias. En ese respecto no debe asomarse la más mínima ambigüedad.

Por lo antes dicho debe tenerse muy definida la razón de esas primarias para darnos una dirección acatada por todos, en el entendido de que cualquier proceso electoral debe ser pieza clave para impulsar un gobierno de transición hacia la recuperación de la democracia. Un gobierno transicional que sea tallado de forma integral, auténticamente unitario, para lo cual habrá que contar con una visión muy amplia que sea garantía de avanzar efectivamente en la reconstrucción de la República y de todas sus instituciones, una vez se haya desalojado al régimen oprobioso del poder que usurpa.

El actual proceso de “diálogo” que se mantiene en suspenso misterioso en México no debe ser avalado por una verdadera oposición mientras no se cuente con una estrategia que dé lugar a una agenda para defender en cualquier escenario de esa naturaleza. En lo personal, no me siento representado por la delegación etiquetada como opositora, que de antemano fue devaluada por la dictadura al vetar a delegados opositores mientras impone a capricho sus representantes.

La dirección debe tener amplitud de miras, capacidad de tolerancia, inmunizada contra el sectarismo, la infiltración perversa de la dictadura y muy dispuesta a defender sin miramientos los derechos humanos, la libertad de los presos políticos tanto civiles como militares, a combatir la corrupción e impulsar los juicios en instancias internacionales para castigar a los perpetradores de crimines de lesa humanidad.

Las luchas de los ciudadanos dentro del país, tal como lo hemos visto en cabeza de los educadores y trabajadores petroleros, así como las movilizaciones en todos los países del mundo en donde se encuentren venezolanos, deben ser respaldadas y promovidas como parte de los esfuerzos para visibilizar en los escenarios internacionales el potencial que apela a las reservas morales de un pueblo que no pacta sus principios ni se rinde.

Mientras estemos dispersos, divididos, sin un rumbo definido, sino más bien enfrascados en un absurdo y suicida “toma y dame”, la ruinosa tiranía se aprovechará de ese desorden para prorrogarse en la usurpación. Por lo tanto, contar con un eje verdaderamente opositor, una vez espantados los bufones que la tiranía uniformó con indumentaria postiza de oposición y superada la baraúnda fratricida en la que al día de hoy nos consumimos, “otro gallo cantará” y uno solo será el derrotero: liberar a Venezuela con el concurso de todos, rescatando la confianza de la ciudadanía en su dirigencia, a cambio de hacer ofrendas de desprendimiento, renunciando a aspiraciones personales en obsequio del bien supremo de la libertad.

@alcaldeledezma


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