El pasado 17 de octubre, en Barbados, el chavo-madurismo se comprometió con la oposición a realizar elecciones presidenciales limpias en 2024. Respetaría, asimismo, la escogencia del candidato opositor. Necesitado de dinero, lo consideraba la llave para la flexibilización de las sanciones impuestas por el gobierno de Estados Unidos en su contra, un buscado respiro. En fin, sólo se le pedía reconocer lo ya pautado en la Constitución. Y, de tanto esforzarse por construir una falsa realidad que legitimara su apropiación de Venezuela como si se tratara de una “revolución” popular y que culpara de nuestra tragedia a las sanciones, se la terminó creyendo. Autoaislado del país real, de aquel plagado por la mayor inflación del mundo, servicios colapsados, una economía por el suelo –recordemos que no se publican cifras sobre la economía real desde 2018- y con más de 7 millones de emigrados (Acnur -Maduro los reduce a 2,2 m) espantados por su pésima gestión, el régimen confió en que, con su intimidación, acoso sostenido y las trabas de rigor, las primarias de la oposición fracasarían. Además, agravaría sus divisiones internas. Barbados ofrecía una solución ganadora; su poder no correría peligro. Dueño de verdades reveladas –clichés- que repiten, ad nauseam, y ungidos por el comandante eterno, los fascistas podían darse el lujo de simular su apego a la Constitución si con ello le aliviaban las sanciones.

Pero tuvieron un rudo despertar. Las primarias, como ha sido harto comentado, fueron un notable éxito, sobrepasando los cálculos más optimistas. Casi dos millones y medio de venezolanos se impusieron al blackout informativo, los bulos y las intimidaciones, para ejercer su voto. Nuestro reconocimiento y aplausos a Jesús María Casal y al resto de la Comisión Nacional de Primarias por la valentía, excelente preparación y conducción del proceso, así como a los millares de voluntarios que la hicieron posible. Y, por supuesto, a la ganadora, María Corina Machado quien, con su perseverancia, coraje y capacidad para entusiasmar de nuevo a la gente, se convirtió en candidata opositora por aplastante mayoría.

Fue un baño de agua fría que no esperaba el chavo-madurismo. Trastocó sus expectativas, colocándolo en una situación profundamente incómoda. Anticipa su derrota cantada en las elecciones de 2024 si se aferran a los acuerdos de Barbados. Adiós a sus privilegios y trenes dispendiosos de vida.

Su primera línea de defensa ha sido refugiarse, una vez más, en su burbuja ideológica: esa realidad (las primarias) simplemente no ocurrió. Fue un montaje de la oposición. No han podido votar más de 500.000 personas, dictaminaron los genios matemáticos, Jorge Rodríguez y el cavernícola del garrote. Hubo fraude, inventa Cilia Flores –émula de Goebbels–, secundada por su marido. Y Torquemada Saab busca criminalizar judicialmente el formidable ejercicio democrático opositor abriendo una investigación al presidente, la vicepresidente y a integrantes de la CNP, “por los delitos precalificados de usurpación de funciones electorales, usurpación de identidad, legitimación de capitales y asociación para delinquir”.

Al violar tan descaradamente lo acordado en Barbados, ¿no están arriesgándose a que les restituyan las sanciones, como les advirtió el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken? Sí, pero el respiro del que pensaban disfrutar con el alivio de éstas, ante el resultado de las primarias, no es tal. De repente, se encuentran sin salidas discernibles, como si estuvieran navegando entre los monstruos de la mitología griega, Caribdis y Escila. Dicho en buen criollo, se están dando cuenta de que “si no los agarra el chingo, los agarra el sin nariz”. De ahí recurren a la política que mejor dominan; la del brinkmanship, es decir, de tantear hasta dónde pueden llegar con tácticas intimidatorias, atropellos y represión, sin que el otro lado –en este caso, el Departamento de Estado gringo- se vea obligado a ejecutar su amenaza. Preparémonos, entonces, para más amenazas, mentiras y atropellos. Está en su naturaleza.

El problema para el chavo-madurismo es que esta actitud, aun saliéndose con la suya, si acaso logrará correr la arruga, pero no les proporcionará las seguridades que ansía. Con la abrumadora votación a favor de María Corina Machado, los venezolanos volvieron a encontrarse con la esperanza, con la convicción de que se están abriendo posibilidades para derrotar definitivamente a quienes son responsables de la tragedia que tanto ha perjudicado sus niveles de vida, y para poder forjar el cambio esperado. Y, cuando se despejan los espacios de libertad y se sienten que la conquista del pleno ejercicio de sus derechos está a su alcance, es muy difícil volver a meter el genio en la lámpara.

La tozudez con que el fascismo arremete contra lo acordado en Barbados, con el costo que ello pudiera acarrearle, retrotrae el juego al escenario que mejor conoce, el de la polarización. En su intento por descarrilar el proceso de transición democrática, retrata una “revolución” asediada por el bloqueo imperialista y la “ultraderecha” (¡!). Se trata de una guerra, un juego suma-cero (se impone uno a expensas del otro), en el que se siente a sus anchas. Un reflejo condicionado ante la percepción de peligro. Lleva al atrincheramiento, el desgaste mutuo, alejado de toda posibilidad de acuerdo. Pero, su contraposición maniquea, con la que busca atropellar la voluntad de cambio, se le agota.

El juego suma-cero de no reconocer la legitimidad del otro, de hacerlo desaparecer como sea, no ofrece al oficialismo margen alguno para su ansiado respiro. Pone en jaque las carantoñas que ahora intentan con el sector privado y con las empresas petroleras, amén del alivio de las sanciones. Pero, por acto-reflejo, recaen en él, como si gozaran aún de la aceptación de los comienzos. Lamentablemente, conservan todavía la capacidad de reprimir y atropellar a los venezolanos demócratas. Sólo que ya no saldrían gananciosos. Tampoco las fuerzas democráticas, desde luego, por lo menos en lo inmediato. ¿Cómo neutralizar el escenario de guerra, de polarización excluyente y limitar su efectividad?

Es la difícil pregunta a la que debe responder el nuevo liderazgo opositor constituido en torno a María Corina. La respuesta básica es subiendo al máximo el costo político para el régimen de sus atropellos e intemperancias. El juego del garrote y la zanahoria (sanciones) seguirá siendo importante, pero no depende de nosotros. Ojalá que, además de sus convicciones democráticas, el problema representado por la migración masiva de venezolanos huyendo del desastre chavo-madurista y el desestabilizador efecto en la región de sus acciones violadoras de los derechos humanos, mantenga como norte de las decisiones de Estados Unidos al respecto, la consecuencia con un futuro democrático para nuestro país.

En Venezuela se ha erigido una fuerza que deberá ser decisiva en presionar al oficialismo para que se mantenga en la ruta electoral de los acuerdos de Barbados. Son las expectativas de un cambio posible activadas por las jornadas del pasado 22 y, más todavía, por la determinación de no seguirse calando un (des)gobierno tan funesto, hambreador, que condena a la población a las mayores penurias por la voraz inflación, el colapso de los servicios, de la salud y la educación públicas, la falta de gasolina, la inseguridad y el descarado robo de los recursos que deberían dirigirse a atender estos problemas.

Es menester cobrar la victoria de las primarias y cultivarla en el corazón de cada venezolano demócrata. Entre otras cosas, significa trazarse una estrategia viable en contra de la inconstitucional inhabilitación conque el fascismo pretende anular la candidatura de María Corina Machado. Asimismo, elevar nuestras voces de protesta y animar a ello a factores democráticos internacionales, en contra de los intentos de criminalizar el proceso de primarias.  Son banderas para la movilización, al lado de la incesante denuncia de la falta de servicios y los sueldos paupérrimos, que deberá contar con el apoyo aunado de toda la dirigencia opositora, sin mezquindades. Pero, ojo, hay que cuidarse de mantener abierto el juego político, tener canales de comunicación con otros sectores, incluyendo al oficialismo. El programa de propuestas de MCM ofrece un conjunto valioso de ideas que deben exponerse a la discusión pública para refrescar el ambiente. Todo lo que contribuya a abrir las opciones de futuro, incluidas para sectores del oficialismo. ¿Se empeñarán en suicidarse con la candidatura y las acciones intemperantes de Maduro?

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