La orden de sustituir al CNE pasando por encima de todas las normas legales y constitucionales causó inicialmente desesperanza dentro de los círculos opositores. No es para menos. De un plumazo el régimen le sacó la alfombra al escenario de unas primarias organizadas por el organismo rector electoral, creando nubarrones con respecto a la materialización del evento. Era de temerse que la frustración y el desánimo se extendieran rápidamente en el cuerpo del mayoritario electorado opositor ante tanta arbitrariedad y desdén por las reglas del juego; y ese era precisamente uno de los objetivos de la jugada.

Pero pronto aparecieron signos alentadores que disiparon, en buena medida, la amenaza de un efecto negativo en cascada. El primero de ellos, la rápida y contundente reacción de la CNP: las primarias autogestionadas fueron un escenario perfilado desde un principio, y todos los pasos y requisitos están previstos y pueden ejecutarse en el tiempo pautado, que es octubre de este año. Admitiendo, sí, que es un enorme reto alcanzar un número adecuado de centros de votación, y por otro lado la necesidad de recolectar fondos, para la cual se va a necesitar, naturalmente, la colaboración de la sociedad civil. 

El signo más alentador, sin embargo, fue el ambiente de entusiasmo y expectativas que produjo la inscripción en cascada, en pocos días, de todos los candidatos, alguno de ellos con significativas movilizaciones. A los que tenemos la propensión de ver el vaso medio vacío y no medio lleno, tal cantidad de dirigentes pujando por la candidatura presidencial (¡14!, algunos de ellos de procedencia y objetivos dudosos) nos indujo, en principio, cierto escepticismo.

No obstante, si las cosas hay que evaluarlas según los resultados (como en los círculos del realismo político se plantea), hay que admitir que este clima de competencia y de propuestas e ideas apenas esbozadas durante las inscripciones, hizo olvidar rápidamente, cual elíxir milagroso, el veneno de la renuncia del CNE y sus malos augurios. Sobre todo si partimos de la perspectiva de que en este camino hacia el 2024 nadie puede apostar por un jardín de rosas, y en cambio, sí uno lleno de espinas y dificultades.

No está demás, dentro de este análisis, dedicar unas líneas a los motivos del régimen para renunciar a los rectores y hacer borrón y cuenta nueva, aunque esto no sirva, realmente, de mucho. Con cierto retraso, el CNE había manifestado su disposición a prestar su plataforma y apoyo para realizar las primarias. Pero prontamente se disparó la primera táctica de sabotaje: el uso del captahuellas es irrenunciable… Contra todo pronóstico, la CNP decidió seguir adelante, planteando mecanismos adicionales para proteger la identidad del elector (pese al llamado de candidatos como Machado y Velásquez de ir al evento sin el CNE). Ante lo que seguramente le pareció una sorprendente insistencia opositora, el régimen corta por lo sano, y escoge la vía sutil -y menos traumática frente a los actores internacionales- de conformar un nuevo ente electoral, aprovechando para salir de rectores ponderados y de bajo perfil, como el presidente Calzadilla, que no cumplían con el perfil de “cocos” para amedrentar y desestimular el voto opositor.

A este respecto hay que decir que el miedo, en definitiva, es libre. Pues, el motivo último más poderoso para desligar al CNE de las primarias, fue el visible calentamiento de la calle, con los candidatos recorriendo el país con entusiastas actividades, y particularmente en el caso de María Corina Machado, con un vertiginoso y sorprendente arrastre, tomando en cuenta que estamos apenas en los prolegómenos de la campaña. En este cuadro de cosas el régimen interpretó que organizar las primarias era como prepararles la fiesta a sus adversarios, y montar el patíbulo donde su cabeza caería bajo la impecable guillotina del entusiasmo popular.

Ante la inminente realidad de que el nuevo presidente del CNE y buena parte de los otros rectores serán figuras rojo-rojitas conocidas (se ha mencionado con insistencia a personajes como Francisco Ameliach), uno no puede menos que percatarse de que con los años el círculo de confianza del alto gobierno se ha ido reduciendo más y más. Eso explica el fenómeno singular de que un dirigente llega a ocupar múltiples cargos, rompiendo las más elementales reglas de la burocracia y de la buena administración, y generando así un conjunto de organismos públicos que son como zombies, deambulando sin norte y dirección. Y aunque ese quizás no sea el caso específico del CNE, por lo vital y estratégico que es para el régimen, el reciente descabezamiento es otra muestra de cómo este, al poner la lealtad personal y partidista por encima de cualquier consideración meritocrática y profesional, ha ido cavando su propia tumba, al convertir a la administración pública en una guarida de asaltantes del erario público.

Este juego, en definitiva, apenas comienza. La oposición tiene que prepararse para una retahíla de obstáculos y zancadillas, incluyendo el capítulo de las inhabilitaciones, del cual ya hay amagos. Ojalá que se mantenga tanto en los líderes como en las mayorías ese espíritu resiliente que hemos observado en los últimos tiempos, gracias a la expectativa de encontrar un líder que marque el rumbo para el rescate de la democracia, la prosperidad económica y la justicia social perdidas en las dos últimas décadas.

@fidelcanelon


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