Corrompiendo el término, Miraflores reensaya el diálogo  – esta vez social- con los factores que se prestan al espectáculo en nombre de una oposición usurpada. Concurren solícitos a un encuentro que, en última instancia, es con las cámaras.

Cual novísima serie de televisión, un par de sesiones ha servido para tocar alguna variedad de tópicos que parte de un falso supuesto: el ineludible deber de todos para ayudar a arreglar los problemas, absolviendo al régimen que los concibió, calculó y generó a fin de sojuzgarnos. Repetido hasta la saciedad el guion, intenta hacernos corresponsables de una calamidad que tiende a perpetuarse.

Ningún carácter recreativo ostenta el esfuerzo orientado a corroborar el que ya adelantaron aquellas individualidades que hasta hace poco acudían no menos solícitamente a la llamada Asamblea Nacional de 2015, jurándole fidelidad, y, ahora, procuran hacer méritos para entenderse con los principales actores del poder establecido, o – ni modo – con los secundarios que tengan a bien recibirlos. Expresándolo directamente, el objetivo es el de sacarle la silla al presidente Guaidó a todo evento, restándole importancia e interés al parlamento que representa y lidera para validar al otro con el conveniente y definitivo reconocimiento de una situación de facto.

A modo de ilustración, los problemas de la universidad venezolana obedecen a la comprobada voluntad de aniquilarla como una experiencia libre y autónoma, por lo que están muy lejos de resumirse en los aspectos meramente técnicos que se invocan, por cierto, silenciado ex profeso el IV Convenio Colectivo que se le impuso por la fuerza. Esto de discutir un proyecto de ley de universidades en el espurio parlamento de 2020, agotando todas las diligencias para ser recibidos, es un pretexto que abona al objetivo en cuestión, con una doble circunstancia – digamos – ridiculizante:  en un caso, para aquéllos que no hicieron la tarea que les correspondía, después de contar con una holgada tribuna en la AN de 2015; y, en el otro, a veces, coincidiendo la misma persona,  para de los que cumplen con las citas palaciegas a título personal, como si ello fuese posible y plausible, obviando que detentan una alta representación gremial.

Pretendiendo una suerte de deslave institucional, inducen pacientemente al desconocimiento del interinato desde sectores tan cruciales como los de la salud, trabajo, o educación, siéndoles más fácil el del capital. Una tarea soterrada y eficaz, detrás de las luces y bambalinas de una transmisión miraflorina.

@LuisBarraganJ


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