Uno de los aportes más significativos del proceso de modernización de los partidos, radicó en los incentivos políticos para el estudio cada vez más especializado de los problemas venezolanos.  Siendo imposible renunciar a la feroz diatriba de ocasión que la involucraba en intensas actividades proselitistas, la dirigencia cultivó al mismo tiempo y casi inadvertidamente, distintas materias que también la ocupaban en los actos de calle, el foro municipal o parlamentario, y, a algunos, en el texto de opinión, o el denso ensayo.

Temas como el petrolero, laboral, agropecuario o educativo, por ejemplo, obligaba no sólo a la actualización de una literatura con dificultades para circular en la Venezuela de entonces,  sino al contacto e intercambio con los expertos celosos de su independencia, o en las vecindades de la afiliación partidista.  Desde muy inicios de los años cuarenta hasta bien avanzados los noventa del siglo anterior, sabemos del largo periplo de aquellas organizaciones, duraderas o no, que tuvieron voceros calificados en distintas áreas y, a modo de ilustración, sin que les negaran el desempeño de aquellas responsabilidades estrictamente políticas, el parlamento albergó –a veces, simultáneamente- voces petroleras de distinta procedencia y acervo ideológico, como las de Arturo Hernández Grisanti, Abdón Vivas Terán, Celestino Armas, Leonardo Montiel Ortega, Domingo Maza Zavala, Bernardo Álvarez, Alí Rodríguez Araque, entre otros numerosos intelectuales orgánicos, constituyendo un fenómeno irrepetible en la presente centuria. Sin embargo, más allá de la diaria e inevitable batalla de opinión pública, la naturalísima vocación y proyecto de poder encaminaba a todas las organizaciones partidistas a demostrar capacidades de soporte, siendo la más importante una que, ahora, es tan infrecuente como hacerlo a la sombra: la de montar gobierno por sí mismas.

En efecto, marcando una dramática diferencia entre ellas, hubo entidades con la posibilidad cierta y concreta de constituirse en poder, ocupando todos los despachos ministeriales y sus más variadas dependencias administrativas, al lado de otras, en oportunidades  estridentes, a las que el sobrevenido triunfo electoral las hubiese forzado prácticamente a un sorteo de los cargos con las vergüenzas al aire.  Aquellas, a sabiendas del sacrificio, ampliaban los cupos del gabinete a favor de otras fuerzas que, igualmente, los aceptaban para adquirir experiencia gubernamental, aunque referentes de incuestionable sobriedad, como Renny Ottolina, sagazmente ofertaba una amplitud con los mejores de su tiempo, ya que, originalmente, empresario del espectáculo, no supo de una escuela en la que se convirtieron asimismo los partidos tildados de históricos, en determinados períodos, calificando y promoviendo el capital humano.

Hoy, una multiplicidad de razones demasiado obvias, impide e impedirá a los partidos y otros sectores de la sociedad civil organizada, monopolizar individualmente la dirección del Estado. Vale decir, no se bastan exclusiva y excluyentemente para instalar un consejo mínimo e indispensable, realista y austero de ministros, por lo que se impone –siendo prácticos– una extraordinaria coalición que comprometa a propios y extraños, presentes y ausentes del país, a salvarlo, tras la cruel devastación del Estado que ha propiciado el tal socialismo del siglo XXI, evaporada la mismísima carrera administrativa. Acotemos, bajo un liderazgo probo, diestro e inspirador, plenamente consciente del gravísimo momento histórico que, como todos los que se reputen de tal, no  permite ni permitirá a nadie cargar los dados.

Significa un llamado a prepararse para gobernar, en más de un sentido, pues, requerimos de la adquisición y transmisión del conocimiento, la pericia y experiencia que no se explica sin el talento, la intuición y la madurez para abrir las puertas a la construcción de un futuro radicalmente distinto en una Venezuela diferente. Y, sabiéndonos todos obreros de un ideario que no ha de morir, la ruptura y transición (o viceversa), no es ni será oficio del sectarismo partidista ni tecnocrático que tienta siempre al más y al menos pintado.

@Luisbarraganj


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