Desde 2002, ONUHÁBITAT, celebra el evento sobre urbanismo -y por supuesto- el derecho urbanístico más importante del globo: la World Urban Forum (WUF). Desde entonces, se han congregado XI reuniones en diversos países, abordando ejes temáticos urbanísticos complejos que atañen tanto a güelfos como gibelinos. Este año corresponde la XII edición, la cual, ha sido cuidadosamente escogida la ciudad de El Cairo (Egipto), donde más de 20.000 participantes, fundamentalmente expertos de todo el orbe, se centrarán en debatir sobre el koiné de la mesa redonda: “Todo comienza en casa: acciones locales para ciudades y comunidades sostenibles” (Sic). La cita será del 4 al 8 de noviembre de 2024, esta vez, superado el impacto de la covid-19, donde el papel estelar de una ciudad con altos estándares de calidad para sus habitantes no se esperan de acciones unilaterales de las autoridades urbanísticas nacionales, e inclusive municipales, sino, de la participación cotidiana, frecuente, constante y autocrítica de las acciones a nivel local por quienes viven en dichas ciudades. En fin, estamos en presencia de la aniquilación del viejo paradigma donde el ciudadano era un ser pasivo que esperaba de los catecismos técnicos-estructurales, las soluciones a todos sus problemas.

La XII WUF, siguiendo la línea trazada en su versión anterior (Katowice, Polonia, 2022), nos permitirá un refrescamiento sobre núcleos duros del urbanismo que necesariamente debe comprender, proteger y garantizar todo Derecho urbanístico. En esa oportunidad, como la que se vivirá en El Cairo, se dilucidaron las acciones de transformación de la ciudad para un mejor “futuro urbano”. Este término, recalcado hasta la saciedad, encierra toda una cosmovisión más allá de cualquier pretensión tropológica y burocrática internacional. El futuro urbano no es apostar por ciudades tecnológicamente visualizadas en lo que hoy se llama ciencia ficción. Es repensar todos los paradigmas y modelos por los cuales quienes llevan adelante la administración urbanística, deciden ponerlo en marcha para concretar, actualizar y aplicar de forma continuada y sin contrastes, el llamado derecho a la ciudad.  Este último, uno de los baluartes del nuevo Derecho urbanístico, tal y como lo hemos expuesto, siendo su momento, la presentación de nuestro libro Nuevas tendencias del Derecho urbanístico global (Caracas, Editorial Jurídica Venezolana, 2022, 108 pp.) en noviembre de 2022, en Madrid.

Siempre pulula en los ambientes profesionales, sobre todo en América Latina, una taladrante inquietud: ¿para qué nos servirá otra reunión de la WUF si nuestras ciudades viven un permanente caos de servicios públicos o de inseguridad crónica? Se que existen cuestionamientos ciudadanos que abren y cierran portales de infranqueables murallas de la incomprensión. Pero más allá de las legítimas quejas, las experiencias concretas de la WUF termina por horadar un nuevo mundo a los profesionales del urbanismo, así como también, a quienes elucidamos permanentemente el fascinante mundo del Derecho urbanístico. Como apunté en mi columna de la semana pasada, es urgente desterrar toda noción de “catecismo” tanto a los instrumentos de planificación como las normas urbanísticas. Debemos asumirlo como lenguaje urbano, común, capaz de permitir encontrar cualquier respuesta ante problemas y dilemas propios de una ciudad. Y la WUF es precisamente un espacio, donde además de compartir experiencias comparadas de otras urbes y culturas urbanas, reflejan aquello que no debe hacerse porque en algún rincón del planeta, su implementación, trajo consigo efectos contraproducentes para el ciudadano.

Las reflexiones y aplicaciones prácticas de los resultados de la WUF, que además de ser sistematizadas en un informe final, permiten para quienes la consultan, cuatro aspectos previos necesarios para su futura implementación tanto de políticas como regulaciones urbanísticas. Primero, no podemos bajo ninguna coordenada o lineamiento teórico impuesto, desechar las buenas prácticas del pasado, sean autóctonas o no. Esto implica un reconocimiento no solo cronológico sino también metodológico de aquello que históricamente facilitó la transformación de las antiguas ciudades-carbón (coke town) de la revolución industrial en las ciudades de cielos azules y alta calidad de vida. Pretender, por ejemplo, aplicar a rajatabla las conclusiones de la WUF sin pasar por la criba de la experiencia urbana, sería abrazar las mórbidas ideas de moda, que más allá de ser una tendencia, sería el capricho de algún planificador urbano o autoridad urbanística que juega con la ciudad que ha sido entregada en sus manos. Aprendices de brujo y políticas de vudú, serían el resultado de quien decida que la WUF es lo mejor por lo mejor para nuestras ciudades sin guardarnos las debidas reservas que solo pueden existir por un sólido proceso de discernimiento histórico de nuestra realidad.

Segundo, si bien la WUF plantea retos muchas veces asimilables en el mundo académico, su proyección no es solo una fuente teórica de la que puede influir sobre autores y obras escritas en esta materia. El informe final es una guía de referencia, un indicador sobre cómo la convocatoria global ha delineado sus principales objetos de estudio dentro del urbanismo y su régimen legal. No es un instrumento por el cual estableceré los parámetros para imponer una discriminación sin rigor metodológico para quienes pretendar desconocer el contenido, o por lo menos, pongan en tela de juicio algunas ideas discernidas en razón de su inaplicabilidad o potenciales riesgos para la población.  En esto recuerdo el caso estudiado sobre las políticas públicas urbanas de Dinamarca en la década de los 70 del siglo pasado, mediante el cual, procuró que los daneses de todos los territorios (incluidas sus antiguas colonias: islas Feroe y Groenlandia), reflejaran la misma talla, medida, rendimiento, etc. del danés urbano de Copenhague. No dudamos que las intenciones se ciñeron a la aplicación del principio bioético de beneficencia; sin embargo, dos décadas después, tras esas “providenciales medidas”, un cuarto de esa población desarrolló enfermedades como diabetes y otras propias de la vida capitalina, inexistentes en algunos territorios antes de la intervención gubernamental.

Tercero, lo anterior nos reposiciona sobre el papel del experto urbano en la administración de la ciudad. Uno de los errores garrafales en las discusiones académicas y profesionales, radica en hacer la opinión del experto como una llave infungible que inclina la balanza -cual deidad dogmática- a la hora de tomar una decisión. Esto pudiera ser así cuando estamos en presencia de los denominados “dilemas”, cuya solución, es exclusivamente técnica, científicamente comprobada y de la cual evidentemente sólo el experto puede ofrecernos un camino razonable. Ahora bien, fuera de los dilemas técnicos, cuando se discute un “problema” (en genérico), el criterio experto no tiene un peso excepcional, sino que, se nivela al propio del resto de ciudadanos de a pie. En los problemas hay controversias inacabadas. Todos están autorizados para aportar su punto de vista, pues, al ser un abstracto “problema”, concretarlo no exige de cualidades formativas y de conocimiento adquiridas en la universidad. Las soluciones de WUF serían para calibrar los dilemas urbanísticos a los que muchos de nosotros, quienes ejercemos el Derecho urbanístico, por ejemplo, deba asumirse en determinado momento. Si por el contrario, tomamos el informe de la WUF, en una discusión sobre algún problema urbano, más que ser racionales, estaríamos actuando como políticos interesados o comisarios con la vedada –a veces expresa- intención de imponer una u otra ideología.

Finalmente, uno de los retos que propone WUF es transformar nuestras ciudades en espacios libres y no ideologizados para que precisamente, cada uno, sea cual sea su cosmovisión del mundo, pueda participar en lo que hemos denominado en otras columnas las sociedades del desencuentro. Desideologizo el territorio urbano para que puedan florecer todas las ideologías (salvo, claro está, aquellas al margen de la Constitución y el sistema jurídico) sin el miedo de que una va a aniquilar a la otra. De esta manera la historia humana -esencialmente urbana- reconoce el valor del otro, que tras un término “ciudadano”, casi mediocre, pero, fabulosamente fomentador del valor igualdad, subyace como sólida plataforma para la convivencia y la concurrencia de millones de proyectos de vida, sueños, aspiraciones y desvelos. Total, WUF refuerza la señera noción sobre el último bastión de la humanidad: la ciudad misma.


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