La segunda pregunta que se requiere responder para poder tener una clara y verdadera visión de los hechos ocurridos ese trágico día es la siguiente:

¿Por qué fracasó la insurrección, desde el punto de vista militar, después de haber logrado el factor sorpresa y controlado en Caracas, parcialmente, efectivos y material de guerra del Batallón Ayala y del Regimiento Codazzi y otras unidades en el centro y occidente del país? 

Sin lugar a dudas, ese fracaso se debió a tres factores: la imposibilidad de secuestrar al presidente Pérez a su regreso del exterior en el aeropuerto de Maiquetía, ni lograrlo en La Casona, ni en Miraflores, debido a la actitud valiente y audaz con las cuales enfrentó la situación, desde el mismo momento en que le informé la gravedad de la insurrección, así como su decisión de dirigirse a los venezolanos y en particular a los miembros de las Fuerzas Armadas, lo que fue determinante, como ha quedado demostrado, para lograr la rendición de los alzados en armas. Igualmente, la respuesta de la Institución Armada, en acatamiento al juramento militar y respaldo a la Constitución Nacional, fue otro factor que contribuyó a sellar la derrota del intento de golpe de Estado. El tercer factor fue la conducta de Hugo Chávez, la cual, en absoluto contraste con la del presidente Pérez, se tradujo en inacción al asumir el papel de espectador pasivo ante los hechos que ocurrían en Miraflores, sin cumplir la misión que tenía asignada su unidad de atacar el palacio presidencial como lo establecía la Orden de Operaciones. Es posible que su intervención no hubiera garantizado el éxito de la operación, pero no hay duda de que su ausencia influyó decisivamente en la desmoralización de sus compañeros de aventura. A este respecto me referí ampliamente en la serie de artículos publicados recientemente en El Nacional titulada: “En beneficio de la memoria histórica”, cuya lectura recomiendo.

Respondidas las dos preguntas, lo cual, en mi criterio, consideré necesario hacer para entender las razones que hicieron posible el desencadenamiento de los hechos de los días 3 y 4 de febrero de 1992, cumplo ahora, como lo ofrecí, con dar respuesta a una serie de interrogantes y dudas sobre mi actuación durante esos trágicos días, surgidas a través del tiempo, unas por el escaso conocimiento de lo ocurrido y apreciaciones subjetivas, pero otras, orquestadas con el propósito de satisfacer mezquindades. Espero así, una vez más, contribuir a evitar que se siga sembrando una distorsionada narrativa histórica de esos hechos.

1.- ¿Por qué, siendo ministro de la Defensa, asumí el comando y control directo de las operaciones en contra de los insurrectos?        

Como he afirmado en repetidas oportunidades, después de percatarme de lo que estaba ocurriendo, me fue imposible comunicarme con el general Pedro Rangel Rojas, comandante general del Ejército, en toda la noche, a pesar de haberlo intentado varias veces. Este hecho limitó en mucho las medidas que el Alto Mando Militar y mi persona necesitaban tomar para enfrentar la insurrección, al no contar con suficientes medios terrestres. Además, de acuerdo con el ordenamiento legal vigente para ese entonces, no lo sé ahora, el ministro de la Defensa fungía también de comandante de la guarnición del Distrito Federal y estado Miranda, por lo que en casos como este le correspondía asumir el comando y control de las operaciones. Por ejemplo, durante los graves hechos acaecidos en Caracas el 27 de febrero de 1989, el ministro de la Defensa, GD Ítalo Del Valle Alliegro, asumió personalmente la dirección de las operaciones para restaurar el orden público. Yo también lo hice. Llamé directamente al comando de la Tercera División de Infantería y solicité hablar con el general Jorge Tagliaferro de Lima, comandante de esa unidad y jefe del Estado Mayor de la Guarnición de Caracas. Al ser informado que había salido hacia el grupo Ayala, entendí que algo anormal sucedía en dicha unidad. Ante esta situación me comuniqué con el general Luis Oviedo Salazar, comandante de la Segunda Brigada de Infantería, y le ordené preparar un grupo de Tarea con los efectivos y vehículos blindados que permanecían en la sede de dicho grupo junto a oficiales y tropas del Batallón Bolívar, para defender el Palacio de Miraflores, el cual era atacado por los insurrectos del Batallón Ayala y tropas de paracaidistas.

 2.- ¿Cómo pude salir de Fuerte Tiuna en dirección a Miraflores, sin ser atacado por los insurrectos? 

Algunos de mis críticos, sin interés de conocer la verdad, han pretendido generar la matriz de opinión de que yo estaba involucrado en el golpe de Estado. Alegan, para hacer creer esta mentira, que pude salir de Fuerte Tiuna sin ser atacado por los insurrectos, debido a que yo era parte de la intentona golpista. Pues bien, precisamente y a pesar de que la insurrección dentro del Fuerte había sido ya neutralizada, tomé la decisión de no utilizar su vialidad, temeroso de que pudiera haber algún pequeño grupo insurrecto que tuviera la oportunidad de atacar la caravana del ministro de la Defensa, sino que ordené abrir el portón que comunica el Ministerio de la Defensa con el Círculo  para salir por la vía de entrada y salida a El Laguito, frente a los monolitos de la avenida Los Próceres.

3.- ¿Por qué me trasladé a Miraflores y no permanecí en la sede del Ministerio de la Defensa?

Me trasladé a Miraflores, por un gesto de solidaridad con el presidente Pérez. No hacerlo hubiese sido un acto de deslealtad y cobardía. El Regimiento de la Guardia de Honor había rechazado el ataque al palacio presidencial, realizado por una compañía del Grupo de Caballería Motorizada Ayala y tropas paracaidistas, pero todavía la situación militar no estaba totalmente controlada. Estar al lado del presidente de la República en ese momento, proporcionándole mi apoyo moral y profesional, era mi obligación. Además, estar en Miraflores no impedía mantener, como en efecto quedó demostrado, el comando y control de las operaciones. Sin embargo, algunos de mis detractores han insinuado, de manera ruin, que mi presencia en Miraflores obedeció a una acción de oportunismo: si triunfaba el golpe podía beneficiarme y si fracasaba, como ocurrió, también lograría mejorar mi posición política. Pero omiten, tendenciosamente, que horas antes había asumido la misma actitud de lealtad, cuando fui informado del rumor sobre un posible atentado contra el presidente Pérez en el aeropuerto de Maiquetía y ordené reforzar seguridad de dichas instalaciones con efectivos del Comando Regional N° 55 de la Guardia Nacional y esperé al primer mandatario para acompañarlo a Caracas. Vale recordar el sabio refrán: “Todo ladrón juzga por su condición”.

Continuará…


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