El 10 de diciembre se cumplieron 75 años de uno de los compromisos mundiales más progresistas: la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). Este documento histórico consagra los derechos inalienables que toda persona tiene como ser humano, independientemente de su raza, color, religión, sexo, idioma, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.

Para la mayoría de los venezolanos lo anterior es un ideal posible, pero muy lejano de alcanzar, por ahora. Teóricamente, los derechos humanos son derechos universales, esto quiere decir que todas las personas tienen los mismos derechos sin discriminación alguna y que se aplican a cualquier persona de cualquier parte del mundo. Esta condición se aplica a cualquier lugar del mundo independientemente del sistema político, económico y cultural. Todas las formas gobierno están obligadas a promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades fundamentales de todas las personas que se encuentren en su territorio (el adjetivo indefinido se utiliza de manera reiterada intencionalmente).

Además, los derechos son indivisibles, quiere decir que todos los derechos humanos merecen la misma atención y tienen la misma vigencia. Ni se puede prescindir de uno, ni se puede disfrutar de uno a costa de otro, porque todos ellos se encuentran unidos y forman parte de un todo, de una misma construcción. No hay separación ni jerarquía entre ellos, y los derechos civiles y políticos tienen el mismo peso que los derechos económicos, sociales y culturales. De hecho, resulta extremadamente difícil mejorar estos últimos sin libertades políticas. Y viceversa: estas libertades difícilmente conseguirán beneficiar a las personas más necesitadas si no van acompañadas de un desarrollo económico y social.

Otra característica fundamental, es que los derechos están en constante evolución. Hasta ahora existen los derechos de tercera generación, los cuales componen una lista aún abierta que incluye los derechos a un medio ambiente saludable, al desarrollo, a la paz, a la autodeterminación de los pueblos, a la protección de los datos personales o al patrimonio común de la humanidad. Tras los derechos de primera (civiles y políticos), segunda (económicos, sociales y culturales) y la tercera generación, comienza a escucharse referencias a una cuarta generación o a una “generación especial” de derechos de colectivos como mujeres, menores, personas refugiadas o LGTBIQ+.

Venezuela aún lucha por alcanzar los derechos de primera generación. El régimen en su necesidad de mantenerse en el poder a costa de cualquier precio incluso sigue sacrificando la universalidad de los derechos humanos para la ciudadanía. Hace unos días fue liberado Alex Saab Morán, reconocido empresario colombiano, luego nacionalizado venezolano, quien posee una larga trayectoria de corrupción en su historial. Saab fue puesto en libertad por el gobierno de Estados Unidos, como parte de negociaciones entre Washington y Caracas para lograr la liberación de rehenes estadounidenses y presos políticos venezolanos. En un acto absolutamente ideológico, el régimen condenó el destino que había atravesado el corrupto empresario a través de la justicia estadounidense, mientras en Venezuela el régimen anula los derechos de la población mantenerse en el poder.

Hoy en día, se mantienen en cautiverio cientos de presos políticos a quienes se les ha negado cualquier acceso a la justicia. Sin mencionar las documentadas condiciones a los que son sometidas estas personas en los centros de reclusión y tortura administrados por el régimen. Sin embargo, esta es solo la punta del iceberg.  Las autoridades judiciales han sido partícipes o cómplices en abusos, sirviendo como mecanismo de represión. Una emergencia humanitaria compleja que ha forzado a millones de personas a huir del país. Las autoridades persiguen y procesan penalmente a periodistas, defensores de derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil. Brutalidad policial, falta de protección para las comunidades indígenas y condiciones penitenciarias deficientes. No existen condiciones para realizar elecciones libres y justas. En fin, la lista de violaciones a los derechos humanos es interminable.

¿Ante este escenario sombrío qué hacer en el 2024? Dos ejemplos distintos vienen a mí al terminar de escribir este artículo. Entre septiembre de 1940 y mayo de 1941, Alemania descargó más de 30.000 toneladas de explosivos sobre el Reino Unido dejando más de 43.000 decesos, miles de heridos y millones de personas sin casa. Los británicos no huyeron de su país, por el contrario, siguieron unidos, de ahí el famoso lema: Keep calm and carry on (Mantén la calma y sigue) . Además de un profundo orgullo, tuvieron total confianza que juntos podrían salir de aquella situación y bajo el liderazgo de Winston Churchill fue posible. Otro ejemplo más reciente y cercano, hace unos días en Texcapilla, Estado de México, la comunidad cansada de ser extorsionada por el cartel de drogas La Familia Michoacana, se reunieron con los narcotraficantes para exigirles el cese del pago de vacuna para trabajar la tierra. La discusión término en malos términos, resultando muertos 10 criminales y 4 personas de la comunidad. Pese a ello, la comunidad no se rinde y aunque atemorizada, continua firme en su decisión de no dejarse extorsionar bajo el principio expresado por los texcapillanos: somos humildes, no tontos.


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