Que se necesiten maletines repletos de dólares para que se cumpla con lo estipulado por la Constitución Bolivariana de Venezuela dice mucho de cómo sus páginas se han convertido en papel higiénico, un tanto elevado de precio en los últimos tiempos y reservado para privilegiados orificios rojitos.

No otra cosa puede pensarse de lo acontecido en esta última secuencia del Circo Maduro and Company que se llevó a cabo ante los ojos de la opinión pública nacional e internacional, al tratar de impedir que un acto en el recinto de de la Asamblea Nacional (requete anunciado) y que podía ser saboteado, impedido y hasta reprimido por las hordas chavistas (que para eso ha quedado el cadáver del comandante, que se le utiliza hasta para justificar la destrucción de nuestras reservas naturales), haya finalizado en una payasada militarizada que fue fácilmente burlada al trasladar hacia un espacio libre ofrecido, improvisadamente, de un medio de comunicación que no es precisamente oficialista.

El ridículo fue total porque al despliegue delirante e innecesario de una tropa de la Guardia Nacional para enfrentar una amenaza que no era tal ni mucho menos, dejaba con los calzones abajo a sus jefes que, al menos, deberían disponer de una cierta información de inteligencia del plan de movilización de la gente de Guaidó.

Eso lo sabe hasta el más tonto de los ayudantes de Maduro, pero parece que hay gente que es más tonta. Pues lo primero que cualquier militar sabe y tiene aprendido es que el enemigo siempre tiene un Plan B. Pues el famosísimo plan nunca les pasó por la cabeza y se dedicaron a impedir el acceso a la sede de la Asamblea Nacional. Como los norteamericanos en Vietnam, se dedicaron a fortificar las ciudades y sus cuarteles.

Claro está que a lo largo de esta carretera hacia la democracia surgirán muchos obstáculos, no será un marcha fácil, tendrá a lo largo muchas curvas y surgirán tantos y muchos accidentes, y en el camino vamos a discutir acerca del rumbo a tomar, a quiénes nos acercaremos en busca de ayuda, y cuáles serán los verdaderos amigos y cuáles los que aceptan maletines de dólares.

En esta oportunidad la oposición ha dado pacífica y moralmente una lección de dignidad y de respeto. Los militares quedaron en ridículo y ellos lo saben. Si no se unen al clamor popular jamás volverán a ser parte de su pueblo, de ese pueblo del que nacieron y que sufre la miseria y el abandono.

Seguirán, eso sí, tras las huellas de un puñado de dólares, o de rublos y de cualquier moneda que les haga brillar los ojos. Qué pequeños son ante el ejemplo que les dejó Simón Bolívar.


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