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El sistema mundial establecido en San Francisco, Estados Unidos, con la adopción de la Carta de las Naciones Unidas y la creación de la organización respectiva parece estar superado ante nuevas realidades.

Un mundo más heterogéneo, complicado, con el surgimiento de nuevos actores y centros de poder y problemas comunes que afectan a la humanidad en su conjunto, derechos humanos y protección del ambiente, principalmente, parece no encontrar el camino firme para la estabilidad y el desarrollo.

Y todo ello enmarcado en un sistema internacional de tensiones y conflictos, fragmentado, y donde cada vez es más evidente la confrontación de visiones, un mundo poswestfaliano por la cesión inequitativa de la soberanía de los Estados en favor de entes supranacionales que tampoco parecieran responder adecuadamente, en este mundo híbrido entre lo terrenal y lo virtual, en la dicotomía de democracia/autoritarismo, en la discusión de si el derecho puede ser derivado del poder, en un multilateralismo alternativo y en una multipolaridad desbalanceada.

Naciones Unidas sigue siendo, pese a sus debilidades, la base estructural del sistema internacional. Para muchos, sin embargo, a pesar de cierta eficacia que muestra una burocracia excesiva, la organización ha sido ineficiente para enfrentar los retos de la nueva sociedad internacional.

En el contexto de la dificultad de asegurar su principal objetivo que es el de la paz y seguridad internacionales, la Asamblea General de las Naciones Unidas se centra en los ODS – Objetivos de Desarrollo Sostenible-, el financiamiento para el desarrollo, el cambio climático, las pandemias y la cobertura sanitaria.

Los esfuerzos girarán en torno a estos temas sin dejar de preocuparse por lo fundamental, en un sistema cada vez más colonizado por los países dictatoriales o autoritarios.

Sin duda, la relación de fuerzas tiene un impacto en el funcionamiento del sistema. Las grandes potencias difieren en cuanto a los temas principales, especialmente democracia, derechos humanos, migraciones/desplazamientos masivos de personas y protección del ambiente.

Un Consejo de Seguridad ineficiente por la facultad del veto otorgado a las cinco grandes potencias o miembros permanentes impide las mejores decisiones en favor de los objetivos trazados y que deben interesar a toda la humanidad.

Un 2024 incierto, en medio de confrontaciones bélicas, enfrentamientos ideológicos signados de manera singular por elecciones en la mitad del planeta y su eventual incidencia en las correlaciones de poder, interpretación diversa de los principios y valores comunes, preocupa y llama a la reflexión.

Es por ello que nos preguntamos si el sistema será capaz de reaccionar y retomar con decisiones consensuadas el camino que se inició en San Francisco en 1945 hacia la cooperación, el desarrollo, la tranquilidad y la dignidad que todos los países necesitan. Ese mundo de paz que cada ser humano se merece y que deseamos hoy, último día del 2023, a nuestros lectores de El Nacional.


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