Creo que quien escribe responde en esencia a una necesidad vital de comunicarse, y si lo hace en  un periódico, es posiblemente aspirando a tener lectores a cuyas manos irá, impreso, lo escrito; como también puede ser por el deseo de compartir los frutos de una percepción, de una reflexión; o bien por ser la escritura misma una expresión concreta de su preocupación, la evidencia de una conciencia alerta. Tener un espacio para opinar es además de un honor un exigente compromiso, y el gusto de tenerlo no es reflejo de una actitud mesiánica de sentirse en posesión de la verdad absoluta, sino más bien de la aspiración íntima de ser útil en algo; existen asimismo unos preceptos con los cuales se espera cumpla un columnista de opinión: abordar temas de interés y vigencia, hacer si posible análisis prospectivos a partir de una cuidadosa observación del presente e involucrarse en las situaciones con sus propios juicios.Las agencias informativas deciden de qué enterarnos y cómo, así que determinan la forma de elaboración y la dosificación del contenido de los textos; por otra parte, en torno a la expresión del pensamiento gravita un tipo de censura que califica lo planteado como acciones desestabilizadoras, e incluso como actos subversivos la demanda de una real democracia, hasta concluir en una calculada conversión de los ciudadanos en entes silenciosos.Dado que con los años las circunstancias varían, es comprensible que algunas actitudes beligerantes se moderen, al predominar la racionalidad sobre la visceralidad,  pero sin optar por marchar detrás de los acontecimientos ni perder la capacidad de entendernos  y unirnos, para traducir en acciones concretas lo que nos identifique en torno a una causa justa.  Se han producido muchos cambios que obligan a mantener viva la palabra como instrumento de comunicación y denuncia. Poco se hace de educación política, e incluso parece un propósito deliberado mantener a la gente al margen de cualquier reflexión formal de esa naturaleza; pero aun así, el lector promedio demuestra haber ido adquiriendo conciencia de su papel protagónico, dejando de ser sólo un consumidor de textos en una relación emisor-receptor, y asumiendo cual deberla defensa del derecho a disentir y a opinar.Hemos sabido de dos hechos de gran relevancia, y sin importar cuán distantes estén o distintos sean sus respectivos países, el mundo busca mirarlos y pretende conocer detalles. Se trata de la entrega del poder por parte de la presidenta de Argentina Cristina Kirchner, al recién electo presidente Mauricio Macri. Y por otra parte la masiva derrota del chavismo en Venezuela. Un periodista argentino afirmó que ?la presidenta eligió irse del poder sin dejar testimonio de algún gesto parecido a la grandeza?, otros dicen que su drama interior es ?casi un duelo psicoanalítico? y que ?por eso se resiste a entregar a su sucesor los atributos del mando?.Emociona constatar el interés internacional en nuestro proceso electoral, así como la  divulgación solidaria de sus resultados. Lo sucedido en Venezuela, programado, estructurado y realizado, con empeño y conciencia, ha sido una valiente evidencia del poder de una sociedad cansada de humillaciones y agresiones de manifiesta crueldad. Una patria efectivamente rescatada, honrándose en hacerlo un pueblo digno y con entrañable apego a altos valores éticos, en noble cultivo de principios culturales, educativos, de convivencia y respeto mutuo como caracteres definitorios.Es la recuperación de un país brutalmente degradado, siendo el regreso a tan significativa situación de libertad y real democracia, no ocasión para primarias retaliaciones, sino para una sana conducta de vencedor  con hidalguía. 


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