La realidad nacional pocos la entienden. Interpretar lo que ocurre parece asunto de sabios, la crisis venezolana es más compleja que esas declaraciones fútiles que se propagan con la velocidad de la pandemia. Quienes guían deberían mostrar una salida concreta y real, lejos del malabarismo lingüístico de sueños imposibles de materializar. Enfrentamos un engendro de régimen que sabe hacer daño. Su plan es sencillo: perpetuarse en el poder, hacernos cenizas para impedir que podamos derrotarlos. Juegan con la distracción, alimentan por igual ambiciones y divisiones, hasta que las mismas sean expresiones solitarias; destinadas a vagar en el inframundo oscuro de las contradicciones.

Es cierto que son un andamiaje granítico que se nutre en la gigantesca corrupción para sostenerse en el poder, que las fuentes del negocio del narcotráfico internacional son un suministro que los oxigena. El aparato militar es su pecho rocoso antibalístico, capaz de atornillar al crimen al frente del gobierno. Sin embargo, también contribuye la falta de un plan coherente que enganche a las mayorías.

Se le habla al pueblo desde los intereses subalternos, pero no se ocupan de las dificultades que sufre la gente. Al que se muere de hambre poco le importa quién dirija, solo está interesado en que su situación cambie. La falta de alimentos no le pregunta al estómago vacío su posición partidista. La dirigencia opositora poco ha entendido el ruido del ciudadano en la calle. Es escalofriante el resultado de la tragedia en forma de gobierno. Las penurias de los sectores depauperados son cada vez más difíciles de asimilar, el no encontrar respuestas hace que permanezca en las faldas del régimen, con todo y que es consciente de acompañar una administración llena de vicios.

En más de veinte años no hemos dado con la fórmula de capitalizar una amplísima mayoría que logre cambiarlo todo. Es cierto que tenemos una gran adhesión desde hace tiempo, pero fallamos en la consolidación, por las complicidades y divisiones que hacen inútil lograr el puntillazo final. El ciudadano común no termina de ver la diferencia entre ambas orillas. Mientras los demócratas andamos destrozándonos las vísceras, la dictadura sabe guardar sus diferencias. Por estas razones unidas a su desproporcionada red de abusos y tropelías es que se mantienen al frente del gobierno.

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@alecambero


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