Luego de los resultados del fraude electoral pospuesto en Barinas, salta el referendo revocatorio como una posibilidad que algunos aprecian cierta y valedera para lograr la salida del régimen del terror en Venezuela. Como si la concesión por unas horas del estado llanero tuviera algún equivalente nacional. Como si Nicolás Maduro y su combo de secuestradores del poder tuvieran sobre sí la presión interna y foránea suficiente como para decir audiblemente: «me entrego». Como todos quisiéramos. Resulta pueril esa elaboración mental. ¿A quienes pretenden mover así a engaño?

El referendo es constitucional. Sí. ¿Cuál es la parte, cuál, de la Constitución suya que estos criminales han respetado? Los terroristas no entregarán como si nada el poder que han arrebatado. Eso como primera consideración. No habrá referendo revocatorio convocado por el régimen del terror, si tienen una nonada de posibilidades de perder, como resulta previsible. Barinas constituyó en buena parte un permiso otorgado por quienes manejan el oprobio desde el poder a fin de que se hicieran los demás, no todos, falsas y vanas ilusiones. Maltrecha volverá a quedar la verdadera oposición si elige ese nuevo desventurado camino.

Las razones de las inconsistencias técnicas vienen rápida y posteriormente; no son para nada soslayables: ¿Maduro es presidente? De ser así entonces Guaidó no lo es. ¿Como queda la primera magistratura ante el mundo, ese que reconoce a uno y no a otro? ¿Cómo quedan los activos venezolanos en el exterior? Reconocer a Maduro implica el reconocimiento de la Asamblea Nacional írrita, esa que vuelve a presidir Jorge Rodríguez. Tal reconocimiento implica desconocer la Asamblea Nacional que reconoce el mundo democrático y civilizado. ¿O vamos a ser capaces de desconocer la AN 2015 a escasos días de su instalación, que le da una nueva validez prolongada? El CNE que efectuó las supuestas elecciones de Barinas y la anterior regional es el mismo que nombró la AN del régimen de Maduro. Reconocer sus resultados implica, obviamente, reconocer al ente organizador y al que designó al organizador. No reconozco a Maduro. No reconozco a la AN de Maduro. No reconozco al Consejo Nacional Electoral de Maduro. ¿Cómo hago para elaborar la idea, así, de un referendo revocatorio del mandato presidencial?

Menudo papel le toca a Juan Guaidó. Si se va definitivamente por el sendero del referendo revocatorio estará reconociendo que Nicolás Maduro es el presidente y no él. Del mismo modo reconocería que la Asamblea Nacional de Maduro es la legítima y no la suya. Por ende, el Consejo Nacional Electoral designado por aquella írrita Asamblea sería el ejecutor de la actividad referendaria. Sería a todo trance un disparate técnico cargado de inmensos errores políticos. Sería, en definitiva, entregar toda la lucha de estos años para quedar igual, peor,  en manos de la tiranía del terror. Absolutamente inadmisible. Pero no podemos olvidar que es el juego al que nos quieren hacer aterrizar los comprados por esa misma tiranía tan inasible como para poder así torcerla en favor de la liberación.

En fin, el referendo revocatorio es un disparate sin par. Es un instrumento para momentos de normalidad del Estado, normalidad constitucional y política que no es la de ahora en Venezuela. Es la no aceptación de que habitamos un país secuestrado por delincuentes internacionales. Es un acto más de ingenuidad política que terminaría, si se ejecuta, de apelmazar al régimen al poder y de frustrar más a los verdaderos opositores. La lucha por la libertad y la democracia requiere de unidad de factores internos y externos que den al traste, con un quiebre definitivo, con la tiranía. Esto no será con pétalos de rosa llamados referendo revocatorio. La presión debe ser mayúscula, ya que gigante es el apoyo que sostiene a los criminales en el poder. ¿No vemos el anuncio ruso de instalar bases en Venezuela, por ejemplo? Un intento de cachetada no basta para derribar a quienes sólidamente se aferran, porque carecen de alternativa, a someternos sin control.

 


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