Hay quienes sostienen que Maduro no necesita autorización de ningún tipo para gobernar a discreción, y que por tanto la Ley Antibloqueo fue una operación redundante e innecesaria. No les falta razón a quienes han manifestado tal criterio, solo que el asunto es más complejo y diverso. En mi criterio, la razón de tal iniciativa del régimen no proviene de la necesidad de autorización sino de la urgencia del usurpador de dar un golpe de autoridad contundente hacia dentro del chavismo por los ruidos de disidencia interna, hacia la comunidad internacional democrática por su posición contraria a reconocer los comicios del 6 de diciembre, hacia sus aliados internacionales,  bolichicos y tiburones del capital internacional en el sentido de que viene un cierto viraje en materia económica  (de innegable inspiración putiniana)  favorable a sus intereses.

Aparte, pero concomitante con lo anterior,  evitar que su constituyente muera sin algún saldo positivo de cierta importancia amén de  reforzar la épica del discurso sobre el supuesto bloqueo –al respecto hay que decir que no hay en progreso ningún bloqueo, ni siquiera un embargo como el aplicado a Cuba–; y como la constituyente roja no elaboró ninguna Constitución, la Antibloqueo (calificada de Ley Constitucional) por la magnitud, discrecionalidad y opacidad de ejercicio del poder  otorgado al dictador funge y será utilizada como carta magna por el régimen.

La operación política de marras tiene costos asociados y daños colaterales, fue una suerte de fuego amigo sobre la legitimidad, utilidad y competencia del Parlamento a elegir en diciembre. En la práctica la Antibloqueo confisca de antemano las competencias de legislación y control propias y definitorias de cualquier parlamento que se considere como tal. Deja a sus aliados de la mesita desnudos y sin discurso para continuar justificando su falaz contubernio con el régimen alegando  que ahora sí habría una Asamblea Nacional honradora de sus funciones y competencias y de que ellos serían garantía de tal comportamiento.

Si algunos ya teníamos la convicción de que el órgano resultante de los comicios de diciembre no iba a tener más utilidad práctica que la de tratar de ser una fachada democrática de la dictadura, ahora esa convicción se ha reforzado y lo que viene es un parlamento eunuco, vaciado de contenido  y conformado por paniagudos y colaboracionistas del régimen. Parlamentarios sin nada útil que hacer por el país, solo disfrutar de canonjías y privilegios crematísticos.

Lo ocurrido justifica, ratifica y fortalece la decisión, por demás acertada, de las fuerzas democráticas de boicotear los comicios convocados por la dictadura.

Saludo la fuga y libertad de Leopoldo López, perseguido con saña como el que más por el chavismo. Deseo que desde su nueva situación pueda contribuir con esfuerzos reales y eficaces a la liberación nacional de Venezuela como Estado y sociedad. La reacción del régimen al respecto pone de manifiesto su condición tiránica y su soberbia; me refiero a los atropellos  perpetrados contra humildes trabajadores de la Embajada de España y en lo segundo a sus destempladas e impolíticas acusaciones en contra de ese Estado, tensar las relaciones con España, precisamente con España, no creo les sea conveniente.

 


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