Las relaciones son adictivas cuando nos producen daño y comprometen negativamente nuestra salud física y emocional. Queremos dejarlas, pero no podemos liberarnos de ellas.

Del mismo modo que una persona adicta a una sustancia, necesita y tolera cada vez más cantidad para poder sentirse bien y supuestamente “funcionar”, los adictos al amor soportan mucho sufrimiento en las relaciones que establecen.

Comienzan a confundir al amor con obsesión. Esta adicción puede ser a alguien en particular, a una serie de hombres o mujeres, o a la búsqueda de una pareja. Se sienten atraídas por seres humanos incapaces de formar una pareja “sana”; eligen una y otra vez (porque se trata de una elección) a personas incapaces de comprometerse afectivamente. Sujetos que son emocionalmente inaccesibles.

Estas personas interpretarán todos estos rasgos como señales de que el sujeto está necesitado. Intentarán ayudarlo, salvarlo, curarlo o cambiarlo, con “el poder de su amor”.

En esto radica el punto de partida y la posterior dinámica insana de la relación. Dinámica que se caracteriza por la dependencia mutua (adicción).

“Hay dramatismo, caos, excitación, sufrimiento, algunas veces un alto voltaje de erotismo y sexualidad”, indica Joseph María Fericgla.

Estas personas codependientes se caracterizan por:

  • Ponerse en último lugar, llevando a cabo toda forma de sacrificios personales, dejando de lado sus intereses y sus agendas de vida para “ayudar” al individuo del cual dependen.
  • A más problemas, mayores dificultades e imposibilidades, el vínculo y la atracción por dicha persona crece.
  • Viven destacando lo positivo de la relación, frente a sí mismos y a los demás, pero sufren de ceguera y sordera selectiva ante lo negativo o malo de su “amor”.
  • Si no funciona, se culpan por el fracaso.
  • Sufren de pánico al abandono, y de ahí que siempre estén dispuestos a cualquier cosa para evitar que la relación se acabe.

La seducción y la sexualidad son factores importantes en la dinámica de la relación. Los encuentros sexuales tienen mucha magia, química, romanticismo, erotismo y sensualidad. Hay un gran esfuerzo por complacer en el área sexual. Piensan que esto salvará, sanará o “amarrará” al individuo.

En su angustia por el miedo a ser abandonado, comienza a querer manejar y controlar al compañero, comenzando así la famosa danza “del sofocado y el abandonado”. Y mientras más se distancia la pareja, el adicto refuerza sus intentos, dando más “amor”: aumenta la concentración en la conducta del compañero, depende cada vez más en lo afectivo. Abandona sus intereses personales, sienten furia e impotencia inexplicables, surgen síntomas físicos y psíquicos relacionados con la adicción y el estrés que le provoca.

Si una de las personas de la pareja trata de distanciarse, o de interrumpir la relación, aparece el “síndrome de abstinencia” (igual que cualquier adicto).

¿Qué lleva al ser humano a la adicción al amor? Como siempre, tienen mucho que ver las familias disfuncionales y la relación con papá y mamá y entre ellos.

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