La visita de agentes del régimen de La Habana a las instalaciones de control de la Administración de Seguridad en el Transporte (Transportation Security Administration, TSA por su sigla en inglés) del Aeropuerto Internacional de Miami (MIA), provocó el enfado de oficiales de esta institución, según un primer reporte publicado en Diario Las Américas (DLA).

Gracias a fuentes confiables se pudo informar que una delegación de oficiales de La Habana visitó las instalaciones de acceso restringido de la TSA en MIA, como parte de un «intercambio» entre la TSA estadounidense y sus «homólogos» cubanos.

El conocido rotativo hispano de Miami fue el primer medio a través del cual se dio a conocer este recorrido por áreas restringidas del aeropuerto, donde se opera la nueva tecnología robótica cuyo sentido es detectar armas, materiales explosivos y cualquier objeto sospechoso de poder ser utilizado para atentar contra la seguridad.

Esta visita guiada por áreas restringidas de la TSA provocó incluso un incidente con un oficial estadounidense que exteriorizó su descontento, entendiendo que esto podría comprometer la seguridad nacional, pues, más allá del personal que trabaja en estas áreas, su contenido y tecnología sólo se ha confiado a oficiales y autoridades nacionales o de países aliados.

Supimos que trabajadores de la TSA y el MIA cuestionaron que esta información se le proporcionara a un régimen que el Departamento de Estado mantiene en la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo (SST, por sus siglas en inglés), junto a Irán, Siria y Corea del Norte. Un oficial de la TSA no pudo reprimir su desprecio hacia los asesinos y líderes de la dictadura, por lo que fue citado por sus superiores a una reunión en otro cuarto. Hasta el momento, según nos han informado nuestras fuentes, no escaló dicho intercambio.

No era de esperar que en la TSA dentro del MIA, donde hay descendientes de cubanos víctimas del terrorismo de Estado, aplaudieran unánimemente esta acogida a los oficiales castristas. Una de nuestras fuentes manifestó que permitir “entrar a los agentes de la dictadura de Cuba a esas instalaciones es haber dejado entrar a los espías castristas al corazón del aeropuerto Internacional de Miami, uno de los principales centros de transporte de la nación. Parece que ya se olvidó que esta gente antes ha tenido como propósito atentar contra la seguridad de nuestro país”.

Durante este “inusitado recorrido que les dieron”, según explicó esta misma fuente, los agentes del castrismo “tuvieron acceso directo a la nueva tecnología de rayos x tridimensional, entre cuyos objetivos está la identificación de explosivos para impedir que grupos terroristas los introduzcan en la cabina de un avión y otros sitios sensibles. Es algo inconcebible, absurdo, injustificable y muy peligroso”.

“Abrirle la puerta de nuestra seguridad a los oficiales cubanos es haberle abierto la puerta también a Irán, Corea del Norte, Venezuela, Rusia y otros regímenes enemigos de la democracia estadounidense, pues se sabe que quienes gobiernan La Habana son amigos de todos nuestros enemigos. Además de la información que se llevaron, sabrá Dios si esos agentes pudieron tomar fotos. Es increíble que esto haya ocurrido”, reiteró otra de las fuentes.

Es importante acotar que esta visita ocurrió luego de que, justamente la semana pasada, el Departamento de Estado de Estados Unidos retirara a Cuba de la lista de países que no cooperan a plenitud con los esfuerzos antiterroristas de Estados Unidos. Una operación criticada por varios legisladores, no sólo de origen cubano.

Un documento enviado a miembros del Congreso y al que Radio Televisión Martí tuvo acceso, señala que «el 15 de mayo, el secretario de Estado de Estados Unidos determinó y certificó bajo la Sección 40A de la Ley de Control de Exportaciones de Armas que cuatro países –la Corea del Norte, Irán, Siria y Venezuela– no cooperan plenamente con los esfuerzos antiterroristas de Estados Unidos en el año calendario 2023”.

Radio Televisión Martí, un medio pagado por los contribuyentes en Estados Unidos, aseguró que el Departamento de Estado determinó que las circunstancias para la certificación de Cuba como país que no coopera plenamente con los esfuerzos antiterroristas (Not Fully Cooperating Country, NFCC) han cambiado de 2022 a 2023 y que, por consiguiente, la Cancillería no designa a la isla como tal para el año calendario 2023, según la Sección 40A de la Ley de Control de Exportaciones de Armas.

No pocos representantes de la comunidad cubanoamericana han criticado esta decisión del gobierno de Joe Biden. No en balde el propio Departamento de Estado arguyó que la designación de Estados Patrocinadores del Terrorismo (SST, por sus siglas en inglés), que conforman Irán, Siria, Corea del Norte y Cuba, es totalmente independiente al proceso de certificación de la NFCC. Declaración que no deja de ser contradictoria y peligrosa para Estados Unidos y el hemisferio, pues sin dudas blanquea y a la vez minimiza la naturaleza criminal del castrismo.

María Elvira Salazar, congresista cubanoamericana por la Florida, declaró al respecto algo que parte de la comunidad de exiliados ha estado denunciando: «esta es una nueva señal de que la Administración Biden está allanando el camino para quitar a Cuba de la lista de Países Patrocinadores del Terrorismo».

A esto debemos agregar uno de los más viejos e importantes intereses del régimen: normalizar aún más las relaciones con Estados Unidos y acercarse, cada vez más, a su meta: no eliminar totalmente el embargo (que el castrismo y sus voceros llaman bloqueo), que es una acción muy complicada, aunque no imposible, pero sí vaciar de contenido el embargo, convertirlo en una ley, que se mantenga casi viva, herida de muerte, que le sirva incluso de «bloqueo» oportuno, una justificación siempre a mano para su sistema fallido, pero que sea una especie de embargo ideal, totalmente inoperante en cuanto a presiones, despojado de todo el sentido con el que se creó.

En cuanto a este nuevo e inaceptable regalo de la Casa Blanca y la TSA al castrismo, vale señalar que la misión de la TSA es precisamente proteger los sistemas de transporte del país para garantizar la libertad de movimiento de las personas y el comercio. ¿Es posible cumplir con esta misión compartiendo la seguridad con agentes de un régimen enemigo?

¿Por qué razón el Aeropuerto de Miami abrió sus cuartos de seguridad a esos agentes cubanos? ¿Quiénes son los responsables de tamaño desliz que podría comprometer la seguridad nacional? ¿Esto ha ocurrido antes, ya sea en este u otros aeropuertos, y nunca lo supimos? ¿Qué sigue? Son preguntas a las que urge encontrar respuestas muy claras.

Se hace inevitable insistir en la gravedad de lo que hasta ahora hemos logrado saber: que agentes del régimen de La Habana hayan accedido a zonas sensibles de seguridad interna de la TSA, no es un hecho de menor importancia y preocupación. Todo lo contrario.


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