Los recalcitrantes terminan suicidándose en política. Cuando se persiste en el error: el adversario se crece ante los reiterados yerros del enemigo.

La dictadura venezolana tuvo la suerte de contar con el errático gobierno de Donald Trump para sostenerse en el tiempo. Aunque parezca una barrabasada de quien escribe, cuando el magnate venció a Hillary Clinton, en unos comicios sospechosos, hubo champagne en Miraflores y La Habana. Ellos sabían que regresarían al tiempo de la guerra fría. Sus múltiples fracasos tendrían el justificativo ideal en las medidas coercitivas emanadas de Washington.

La vieja receta la utilizaron once presidentes norteamericanos que terminaron con el rabo entre las piernas. Ese método probó su inutilidad en el tiempo. Las acciones que se ejecutan para someter a estos gobiernos, terminan fortaleciéndolos internamente. Al final el pueblo padece los efectos colaterales que se traducen en mayores índices de pobreza. Es una práctica inútil que pocas veces ha dado resultado.

Cuba tiene sesenta años con muchas medidas de restricción económica y política sin resultado alguno. Al gobierno venezolano la excusa del bloqueo le cayó como anillo al dedo. Su demencial sistema propagandístico expele una mentira que facilita la torpeza. Acá escuchamos a Trump hablar de todas las opciones en la mesa. Esas palabras de gamelote se fueron tras su estruendosa derrota. El cerco activó la estrategia que les dio excelentes resultados.

El gran apoyo político que Trump direccionó a la oposición venezolana se intoxicó de ambición cuádruple. Mucho de ese dinero se evaporó en manos impuras. Dos porciones del país enfrentadas por el poder, pero con el alma llena de las mismas características, son siameses de un circo de bufones.

Con Joe Biden la estrategia será distinta. Presionar a la dictadura sin sacrificar al pueblo. Seguramente exigirán un proceso de unidad nacional con verdaderos y auténticos demócratas. Gente honrada que no tenga nada que ver con el dinero evaporado. Tampoco aquellos que desean que Estados Unidos los mantenga permanentemente como barro en el bahareque. Alejados del festín que montaron los supuestos factores del cambio.

Una política congruente que lleve al régimen de Nicolás Maduro a tener que ver todas las opciones, entre otras, las de dimitir ante una eficaz presión internacional, una renovada presencia opositora, sin hampones, con una agenda en la que Venezuela sea el punto único. Una elección general  con plenas garantías de que puede iniciar el camino de la transformación total.

Estamos persuadidos de que esta vez lograremos salir de esto. Es hora de asumir el compromiso nacional. Al volver la sensatez  a Washington el camino es más expedito.

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@alecambero


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