Niñas y niños de la Escuela Parroquial de San Antonio del Golfo y el maestro Juan Manuel González Hernández

El loto

flota en la transparencia del alma.

Tranquilo está el día en el color del loto

Así es Dios,

y nuestros ojos se fijan en los ojos

de las ranas

Vicente Gerbasi

(Canoabo, 1913 – Caracas, 1992)

Hermana linda y querida de mi alma y de mi corazón, hoy, al despertarme me acordé de ti. Como felizmente me ocurre cada día, a cada momento y cada noche. Desde que me levanto temprano para hacer las arepas como las haces tú. Es decir, como las hacía Mamáleo. Herencia, pues, maravillosa y bienvenida.

Pude verte, pude verte y escucharte…. Me viniste andando y desandando, florida y risueña,  por el patio de esa Escuela Parroquial de San Antonio del Golfo, fundada por el P. Daniel Yendis, el cura párroco de San Antonio que vino de Santa Fe. Te vi cantándole y avivando a ese grupo de niñas y niños con quienes intercambias lecciones de vida para generar una sociedad creadora allí mismo; animándoles a ellas y ellos, así como a los adolescentes y a las jóvenes en la construcción de mejores realidades, alentando a los grupos familiares y hasta a la señora que hace las empanadas de cazón y las arepitas dulces con anís, para crear allí mismo una sociedad educadora donde cada cual aprende y cada quien enseña en esa población donde mucho se sabe sobre la mar y las ondas concéntricas. Allí, dónde comenzó el país mestizo con la creencia confirmada de estar en El Paraíso terrenal, tal como lo escribió hasta el propio Colón en su diario de a bordo. Sabiendo entonces que sí, que, años después, sigue siendo El Paraíso terrenal, aunque los bribones cucarachos insistan en cambiar una naturaleza cimarrona que les supera en bonhomía y prosigan en sus desventuras de cuatrero con esa tradición nociva que bajó de las carabelas hace tantos y tantos años.

Concuerdo contigo con que de lo que se trata es de seguir echando raíces hasta alcanzar altura ética… altura como la de los numerosos cocoteros que abundan por esas playas de Dios… De dioses y diosas caribes donde todas y todos caben y todo suma y multiplica porque la fecundidad es tal que hasta las flores siguen apareciendo inesperadamente por aquí y por allá, hasta navegando en las maravillas de embarcaciones que han hecho los carpinteros de ribera, y por donde se va o se viene cantando de la pesca y de las otras faenas. Donde ya no se espera a nadie para que venga a resolver nada porque ya todo el mundo supo que ese tiempo de espera por alguna salvadora o algún salvador es preferible ocuparlo en hacer lo que haga falta con los pies bien posados en la arena y la mirada puesta en el horizonte; en los horizontes porque son más de uno y más que uno. Y la hechura de esos horizontes se da en el aula, así como en el patio de la escuela y en los patios de las casas, o a orilla de las playas. Allí, a cielo abierto, donde se coteje lo que dicen los libros con lo que dicen las más viejas y más viejos del pueblo; con el viento que también trae sus hilos para seguir haciendo la trama de un pueblo distinto, un estado diferente y una vida mejor. Se puede. Sí se puede y tú lo estás haciendo en santa compañía, en valiosas alianzas, en círculos virtuosos.

Por cierto, hermana -hablando en estilo libre o hablando de todo, como los locos, como dicen allá en oriente- el pasado sábado 6 de mayo de 2023, por primera vez en la historia de la coronación de un rey de la monarquía británica, se presentó un latinoamericano. De Cumaná, chica, un cumanés ¿Tú supiste? ¡Una pelusa! ¡Presentarse ahí no es cualquier cosa! Un musicazo que es violinista, violista y director de orquesta, el maestro Juan Manuel González Hernández, venezolano y latinoamericano de los buenos ¡que somos más! Arriba, en lo alto de la Catedral de Westminster, donde está el órgano, allí mismo, y como miembro de la Orquesta de la Coronación estuvo Juan Manuel junto a un selecto grupo de músicos del Reino Unido.

Toda una alegría saber que Juan Manuel también salió de El Paraíso, del estado Sucre donde está la Escuela Parroquial de San Antonio del Golfo… Creo recordar incluso que a Juan José le vi corriendo cantidad de veces por el patio de la escuela con sus instrumentos al hombro…

Gracias, Juan Manuel. Gracias, hermana linda y querida de mi alma y de mi corazón por darnos esas alegrías. Dios les bendiga y les ampare y les favorezca y les siga haciendo personas de bien. Les llevo en mi corazón…

¡Sí, por ahí fumea!… Es por la música y por el teatro, por la educación, la construcción de ciudadanía y la hechura del futuro hoy, como creo que se llega a Abya Yala. ¡Sí, sí, sí, sí!, como aprendimos a afirmar cuatro veces en el oriente del país amado.


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