El populismo según la RAE es “una tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”. Se suele contraponer al elitismo. Habitualmente, también se utiliza con carácter peyorativo para referirse a movimientos políticos que pretenden atraerse a las clases populares con artimañas o engaños. Es este último sentido sobre el que pretendo hacer unas reflexiones.

El “populismo engañoso”, si se le puede llamar así, está actualmente identificado con movimientos políticos de extrema derecha y de extrema izquierda, pues ofrecen medidas que a priori parecen soluciones lógicas, pero que en la práctica no son viables.

Suelen también crear culpables de la mala situación de parte de la población, asegurando que eliminando a esos culpables desaparecerán los problemas. Evidentemente, este populismo peyorativo es contraproducente, ya que lleva a la frustración de la población.

Pero volviendo a la definición de la RAE, considero que, actualmente, todos los partidos políticos pecan de populistas. Esto es así por la creación de la opinión pública, conocida por todos los ciudadanos, que suele dar importancia a asuntos que no coinciden con la verdadera agenda de los dirigentes políticos.

Por ejemplo, las políticas de género, que tocan la fibra sensible de un alto número de ciudadanos, están sobredimensionadas en la opinión pública y en los medios de comunicación, con el interés de atraerse a las clases populares y por tanto su voto.

Del mismo modo, la estrategia política de muchos partidos consiste en buscar el enfrentamiento con partidos de ideología diferente, con el principal fin de polarizar a la sociedad y así, de nuevo, atraerse a esas clases populares y su voto.

El mejor remedio contra el populismo es conseguir una sociedad madura, que sepa distinguir cuáles son esas propuestas populistas y cuáles son propuestas que realmente defiendan los intereses de la población.

Como se dijo en el primer párrafo, el populismo no peyorativo se opone al elitismo. Nada más fácil para las élites que controlar a las clases populares a través de cortinas de humo populistas que impidan discernir lo que son promesas imposibles de cumplir de medidas que realmente defiendan los intereses de la población.

Esto se consigue principalmente a través del bombardeo informativo. Hoy en día no hay censura, todo se sabe y todo se dice. Pero hay mentiras que se cuentan mil veces y verdades que sólo se escuchan una vez. El peso relativo, a través de los medios de comunicación, hace que en muchas ocasiones tengan más peso los asuntos no relevantes que los que verdaderamente tienen influencia en el devenir del pueblo.

Por ejemplo, es increíble que un beso en la boca del presidente de la Federación de Fútbol Española ocupe en los medios de comunicación muchísimo más espacio que el hecho de que exista en España un cartel de empresas constructoras que se adjudicasen contratos desde 1992 con sobre coste.

Claro que vende mucho más la primera noticia, pero por eso mismo, se puede afirmar aquello de que en el pecado se lleva la penitencia: el pueblo tiene lo que se merece para bien y para mal.

Las redes sociales aportan un cierto hilo de esperanza pues la información fluye con muchísima más claridad. Pero los grandes medios de comunicación siguen estableciendo la agenda que conforma la opinión pública, a través de la cual se influye en el voto y en las decisiones que deben tomar los dirigentes políticos.

Estas cortinas de humo, además, hacen que sea difícil para los ciudadanos seguir las medidas tomadas por sus dirigentes y, de esta manera, exigir cuentas a los mismos.

En definitiva, el engaño a las clases populares es el pan nuestro de cada día, y la única y mejor manera de luchar contra este, es no dejarse engañar.


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