Polo Patriótico oficialista y la oposición tradicional no se diferencian en sus pretensiones. Partido único, pensamiento único, conducción única, centralización del poder, control de las regiones, sectarismo, subordinación y control de la sociedad. Nada ha cambiado y el comportamiento es el mismo y con tendencias a radicalizarse.

Venezuela entró en una era transcendental para su transformación definitiva. La nación ha sido sometida al espejismo de la revolución bolivariana que resultó ser la mayor estafa de finales del siglo XX y la más espantosa, descomunal y colosal de lo que va del siglo XXI, imposible de superar por la cuantía del daño patrimonial, ético y moral que sociedad alguna haya sufrido en la historia del mundo civilizado. Ni el saqueo nazi a Europa reseñado por la historia alcanzó el ejecutado por los jerarcas del socialismo criminal señalado y perseguido por la justicia internacional.

Estamos en una etapa de crisis extrema del sector oficialista y de reacomodo del direccionamiento político de la oposición, que se ha mantenido en la lucha constituida y fraccionada en 2 bandos; el que representa la partidocracia tradicional y emergente, pero manipulada y la sociedad civil dominada por los primeros. Una simbiosis que ha generado alto grado de frustración y ha contribuido con la permanencia del régimen en el poder por más de 2 décadas.

Esta etapa que impulsa una posibilidad real de cambio a mi entender surca los caminos de la mediocridad y los vicios culturares en el ejercicio pleno de la política. La renovación necesaria debe generarse desde el principio y no puede desligarse de la experiencia. La conducción de una propuesta política no puede fundamentarse en las viejas prácticas en su conducción. El direccionamiento debe ser colectivizado, las decisiones y actuaciones deben tomarse del cúmulo de opiniones responsables de las personas más calificadas y capaces. Pretender ofrecer un cambio configurado en las mismas estructuras partidistas que tienen 50 años manipulando a los venezolanos avizora tiempos de turbulencia y sinsabores.

El estado de atraso de Venezuela con respecto a naciones vecinas del continente obliga a quienes pretendemos contribuir o conducir este país por los caminos del progreso y el desarrollo, a no ser permisivos con todo lo que se ha practicado en este país y que hoy muestra su resultado ante el mundo; saqueo, pobreza, hambre, miseria y corrupción.

Los partidos políticos, como instrumentos electorales, perdieron su esencia como formas de asociación para la conquista del poder. Se han convertido, en su mayoría, en instancias de asociación para delinquir en beneficio de grupúsculos y para manipular y someter a la ciudadanía, mil veces engañada.

El liderazgo visible, catalogado como dominante y que año tras año, proceso tras proceso, se ha arrogado la conducción de la oposición muta permanentemente en todo lo que nace en el ambiente político. Ninguno se escapa de esta pandemia que diezma a los venezolanos.

La sociedad civil venezolana tiene un gran reto. La oferta electoral que se diseña sobre la marcha ante un país en eterna necesidad y contingencia debe estar acompañada del respeto a la pluralidad y libre asociación, a la dirigencia regional, municipal y parroquial. Partidos políticos subyugando a sus componentes con lineamientos que confunden tristemente señalan el camino a la continuidad del centralismo, no han entendido el clamor popular y mucho menos dónde debe fundamentarse el cambio.

Con un sistema electoral depravado y controlado se debe promover la participación masiva pese a las adversidades, por la sencilla razón de que 90% del país está buscando la salida de Maduro y su gente y solo 10% apoyaría su reelección. En este momento, Venezuela unida arrasaría con el régimen, en cualquier evento electoral. Con tan abismal ventaja y una opción real no debería existir una confrontación solo debería surgir la organización oportuna, plural y efectiva para cercar al oficialismo hoy protagonista y víctima de la corrupción.

Partidos como el PSUV, AD y Copei , sus derivados y aliados con sus siglas correspondientes, deben ser borradas de la mente, como opción electoral de los venezolanos en esta era, por lo que representan y significan. Son una cofradía de destrucción, manipulación y vinculación con el eje del mal.

Los demás partidos y organizaciones políticas llevan unos el sello de la improvisación, otros la historia obscura de su origen, casi todos nacidos y mal desarrollados en revolución. Nuestra conclusión va directo a desconocerlos ante el fracaso que todos representan y a impulsar algo distinto sin las estructuras rígidas formales, con la apertura real y no fingida a todos los sectores de la sociedad civil organizada, que demuestra clara y abiertamente su interés en participar en el país y el exterior en los eventos electorales planteados.

La clave del inicio efectivo de la transformación del país, está en la subordinación de la maltrecha y desprestigiada partidocracia existente, hacia a la ciudadanía expectante, decidida y comprometida con Venezuela. Decenas de franquicias partidistas concedidas por un sistema electoral tutelado por el sistema socialista, deben ser abiertamente cuestionadas también, ya que la mayoría forman parte del polo patriótico opositor, que hacen su mayor esfuerzo por complacer y aportar lo requerido por su benefactor, el Sr. Maduro, quien hoy se encuentra en grandes dificultades y esperanzado en la división y pulverización de la oposición partidizada, esa que controlaba a la sociedad civil, que con consignas y candidaturas todas fallidas fue engañada y que cuando asumieron la lucha de calle, igualmente fueron abandonados por la dirigencia que se escondió y que hoy nuevamente ponen a consideración sus nombres como candidatos y opción de cambio. Todos ellos permitieron que el Estado fallido aplastara al pueblo en la calle con la fuerza pública y que fueran detenidos, torturados y asesinados muchos hermanos venezolanos sin que hasta ahora se haya hecho justicia.

Quienes tienen responsabilidades y compromiso real con lograr el cambio, deben innovar, abrir los canales de participación, construir estructuras de funcionamiento y organización modernas, vanguardistas, inclusivas, autónomas, liberales. Deben crear estrategias que permitan fundamentar la corresponsabilidad en el ejercicio del trabajo creador y productivo. Se debe elevar el ancla del fondo del tradicionalismo para surcar los mares del éxito. Reeditar el funcionamiento político tradicional traerá la deserción y el desencanto. A los fraccionadores y hacedores de partidos, a los negociantes de oficio, se les recuerda que los sectores independientes constituyen la mayoría de los venezolanos pretender obligarlos o subordinarlos a los designios de los partidos en estos momentos es crear una barrera y fomentar una inestabilidad en la intencionalidad de las mayorías. Hay que hacer una lectura correcta y exacta del momento y plasmarlas en los distintos escenarios futuros. Las regiones deben ser incluidas en las decisiones trascendentales, toda definición debe tener su origen en la consulta colectiva. Muchos preocupados y ocupados del tema estamos claro, muchos otros no. La era revolucionaria los dejo en el pasado y cautivos en perseguir el fracaso sin importarles realmente la tragedia que vivimos todos los venezolanos en el país y el mundo. Estas consideraciones que expongo son producto de lo que aquí reclamo. Hemos consultado y escuchado la opinión de los venezolanos en todos los estados del país y en la mayoría de los municipios además hemos ido más allá, consultamos y recogemos la opinión de miles de compatriotas en el mundo, en más de 40 países, todos los días a través de puntos de encuentro en las redes sociales lo que nos hace voceros calificados y acertados para hacer estos señalamientos y advertir sobre lo que debemos hacer para lograr la atención y apoyo de la gente. Estamos obligados a hacer lo correcto de lo contrario estamos traicionando la esperanza de los venezolanos que sufren y padecen y esperan lo mejor de todos nosotros como equipo creador de la unidad.


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