Nacional Electoral, CNE, Voto Joven

La imagen ya está anidada en la memoria colectiva de los venezolanos. El domingo de cada elección presidencial desde 1998, en las seis oportunidades que se han presentado para materializar un cambio político en el país –está incluida la del referendo revocatorio de 2004– ver a toda la plana mayor del liderazgo opositor, lista para una rueda de prensa, minutos antes de los anuncios oficiales del CNE con los resultados que va a presentar su presidente, generalmente con una tendencia irreversible, es un flash que se ha tatuado en los expedientes de la desesperanza y la decepción criolla. Allí está esa fotografía de lo trágico. A lo largo y ancho de toda la república hay una tensión que se bambolea en ambos sectores enfrentados en ese momento. Esa tirantez se desplaza a las casas de los partidos políticos, los hogares venezolanos y las dos sedes de los comandos de campaña. Desde ambas trincheras electorales se evalúa el carómetro como elemento de pronóstico por encima de los números. No es una sorpresa la difusión en las redes sociales del desmontaje de la tribuna que se había instalado a lo largo de la tarde en el palacio de Miraflores para disparar desde allí los discursos de celebración. Y se empiezan a desencadenar los acostumbrados rumores. El presidente está encerrado con el Alto Mando Militar y con los altos cargos del ente electoral. Hay mucho movimiento en Fuerte Tiuna. Hay ruido de sables. En estos últimos tiempos, la imagen de las televisoras apuntando a la baranda ubicada frente a la sala de totalización, esperando la salida de la directiva comicial, pone a todos a nivel de Valium o de algunos whiskies a los más atorados. En algún momento previo, las televisoras dan los pases hasta sus estudios y allí en las pantallas están todos con una amplia sonrisa que delata felicidad y queriendo anticipar los anuncios. Son rostros de victoria frente a los papeles que se ondean y se manotean con el vocero de todos, el jefe de la campaña que acaba de finalizar. ¡Tenemos los números! Es un grito que le reprocha a la nomenclatura del régimen para que acepten los resultados y su derrota. ¡Estas son todas las actas del proceso de esta tarde! Y en esa doble fila de la rueda de prensa, sobre los manoteos de los papeles que agarra fuertemente el vocero de todos, además de una gran oferta para un comercial de pasta de dientes con ese despliegue de sonrisas, está la esperanza de la mayoría de los venezolanos que aspira y suspira por un cambio político en Venezuela. Otro pase hacia la sede del CNE corta bruscamente la rueda de prensa opositora y ahora en pantalla está nuevamente el histórico pasamanos sirviendo de callejón de honor a la directiva del organismo comicial que avanza en cortejo marcial acompasado, todos con cara grave y circunspecta hacia el salón de prensa como cuando hace su entrada al patio de honor de la Academia Militar de Venezuela, el presidente de la república y el Alto Mando Militar. Las televisoras colocan de cortinilla las músicas apropiadas mientras Francisco Carrasquero, Jorge Rodríguez o Tibisay Lucena, según fuere el caso, empiezan a anunciar unos guarismos distintos a los que sugerían los líderes opositores minutos antes con una sonrisa Pepsodent por vanguardia, papeles en mano. Esta escena es un clásico de la historia política y electoral de estos últimos 24 años de revolución. Suficiente material registrar en el grueso tomo correspondiente a los errores y a los yerros más significativos del enfrentamiento de la oposición contra el régimen. Después de esa rueda de prensa, esos voceros desaparecen misteriosamente con su sonrisa congelada por un tiempo, sin dar explicaciones ni justificar lo que ocurrió. Y eso tiene una sola ilustración: no había tales números ni nada de actas. Sencillo.

En Venezuela el teatro de operaciones electoral se despliega desde Castillete hasta Punta Playa, entre la isla de Aves y las cataratas de Huá. En esa superficie de los hitos geográficos del territorio correspondiente a la república bolivariana –sin el correspondiente a la zona en reclamación– están comprendidas todas las operaciones de concentración, de despliegue y de maniobra de las unidades y efectivos con responsabilidades de garantizar que la soberanía popular contenida en el artículo 5 de la carta magna y precisado en el acto comicial de la elección presidencial u otras, corresponda al que el ciudadano expresó en el momento de pulsar con el dedo en la máquina de la mesa electoral o en el registro manual según sea el caso. Esos detalles geográficos tienen la domiciliada indicación en 34.143 mesas electorales y 14.221 centros electorales distribuidos en la segmentación de la geografía política de 1.138 parroquias, 335 municipios y 24 estados. El siguiente nivel de organización hacia arriba es el que corresponde a los comandos de campaña del régimen y de la dirigencia opositora. Al decir de cualquier valoración de alguna de las batallas históricas de la II guerra mundial, como si pusiéramos en esta esquina a Adolfo Hitler y todo su estado mayor frente a un gran mapa de la Europa de 1944 moviendo aviones, barcos y unidades militares en miniatura; y en la otra al general Eisenhower y el grupo de generales y almirantes aliados focalizados en las playas de Normandía. Ese estadio de seguimiento y control – en estos tiempos se le llama sala situacional – tiene una actividad permanente desde el alto mando revolucionario en el PSUV. Desde allí la orientación y decisiones del comando, el ejercicio en el control de la situación electoral en tiempo real, la difusión de las comunicaciones hasta el último extremo del país, la recopilación de las informaciones que se transformarán en la inteligencia útil, pertinente y oportuna, el despliegue de toda una maraña de la informática para organizar, desplegar y procesar lo que acontece en la mesa número 1 del centro electoral ubicado en la Escuela Concentrada Mixta La Salvación en la parroquia Guaniamo del municipio Cedeño del estado Bolívar; todo eso en tiempo real. Allí en esa mesa electoral, está todo el poder popular expresado en los funcionarios electorales desde el presidente para abajo como beneficiarios de alguna de las misiones, de las bolsas CLAP, participantes del Frente Francisco de Miranda y activos en las Unidades de Batalla Bolívar-Chávez y funcionarios de algún carguito en la administración pública, con el apoyo de los miembros de la FAN del Plan República y el resto de los organismos de la seguridad del Estado en la zona y allí se incluye toda la inteligencia social de los patriotas cooperantes que ejercen su labor ese día de las elecciones sin ningún escrúpulo proyectados desde la logística del punto rojo desde donde se controla la cola de quien asiste a votar o no. En tanto que del otro lado de la acera, los preparativos solo se orientan a la distribución de los puestos en la histórica rueda de prensa para anunciar con todo un despliegue de sonrisas de casting, que ya se tienen los números mientras se farolea como en una partida de póquer con un puñado de actas en la mano. Todo un clásico, como se dijo de entrada. Ya esa imagen es un tatuaje emocional y una carta de cierre de la campaña. Después de allí Tibisay, la baranda, el desfile en cortejo, los anuncios de tendencia irreversible. Lo demás es decepción y desesperanza.

Hay todo un recorrido por delante de cara a la posibilidad de un cambio político. Ese trayecto debe trajinarse sobre la realidad de ocupar físicamente en la representación opositora en las 34.143 mesas electorales con miembros, testigos y el soporte de una logística en el lugar, que permita oponer una fuerza equivalente o mayor a la que tiene desplegada el régimen. Eso se traduce en un plan con tareas asignadas, con plazos y con responsabilidades definidas y nombres en específico, con fases claramente establecidas y con objetivos alcanzables. A la organización del régimen hay que ponerle al frente la organización de la oposición, al plan rojo rojito hay que ponerle en la otra esquina el plan de la democracia, a la concentración de Miraflores hay que subirle al ring la concentración de la libertad, al despliegue de los usurpadores hay que aparejarle el despliegue de la Constitución Nacional; a la pelea, el conflicto y las batallas de los revolucionarios hay que aceptarle la pelea, el conflicto y las batallas en los términos de quienes recuperar la patria, la unidad de la nación y el retorno de los 7 millones de venezolanos que hacen diáspora alrededor del mundo. Solo así podemos contar los pollos.

En esa frase que se le adjudica a Albert Einstein, «Locura es hacer lo mismo una y otra vez, y esperar resultados diferentes. Si buscas resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo» se depositan muchas referencias. Hay cierta polémica sobre el origen de la expresión.  Algunos la atribuyen a Mark Twain y otros a Benjamín Franklin, pero realmente el aserto es categórico en cualquier campo. En el caso que ocupa la atención política de Venezuela en este momento, seguirá siendo una chifladura opositora esperar resultados electorales orientados hacia la victoria en las elecciones presidenciales de 2024, mientras no se ocupen las 34.143 mesas electorales y los 14.221 centros electorales de las 1.138 parroquias en los 335 municipios con miembros y testigos ganados para un cambio político; y dirigidos en un plan para ese padrón electoral que va a defender el voto y la soberanía popular.

Ojalá que se supere la locura de la rueda de prensa opositora con la sonrisa incluida, previa al anuncio de los resultados oficiales, que es parte de la demencia y la insensatez de hacer siempre lo mismo. Solo así veremos pollos. Como se dijo de entrada, es todo un clásico.


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