quincuagésima sesión ordinaria de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA)
Foto: OEA

Setenta y cinco años atrás escuché comentarios llorados y gritados en yidish. Se emitían en la sala de una vivienda rentada por un dueño acaudalado en la parroquia San José de Caracas, donde pasé mi segunda infancia. Cuando se supo de los campos de exterminio hitleristas y de los millones de víctimas totales que dejó la Segunda Guerra Mundial se discutía de rutina si Estados Unidos y parte de Europa sabían, por sus sistemas de espionaje, sobre los métodos del totalitarismo exterminador mucho antes de actuar mediante la invasión armada o si era verdad que los descubrieron a partir de la liberación en abril de 1945. Años después se constató con pruebas técnicas de archivos decomisados que en efecto sí los detectaron durante su proceso y ejecución, pero mandatarios y organismos de seguridad estatales de ambos continentes guardaron el secreto por conveniencias financieras, criterios divergentes de sus sistemas políticos e intereses personalistas.

Al siguiente octubre se fundó la Organización de las Naciones Unidas, ahora con sucursales mundiales defensoras de los derechos humanos universales, precisamente para, en teoría, disculparse y evitar la repetición de millones de víctimas, incluido el Holocausto, pecado original que deja resbalar sin castigo el conocimiento de los peores delitos etiquetados como “de lesa humanidad”: genocidio, masacres tribales, ejecuciones extrajudiciales, tortura de presos políticos, detenciones arbitrarias. A su vez, la OEA se refunda en 1948 y en 2001 precisa con su Carta Democrática Interamericana que se la destina para que el ámbito hemisférico occidental solo admita en su seno a representantes de países democráticos y posibilitar así sanciones concretas, a tiempo decisiones drásticas, como serían cierre de embajadas, de comercio, de financiación, intervenciones humanitarias, el bloqueo total a dictaduras. Pero, al igual que el Tribunal Penal de La Haya, los Protocolos de Palermo, el TIAR, la Responsabilidad de Proteger, oyen, miran, auscultan documentos y se limitan cada uno a postergar con pretextos banales su propio contenido fundacional. Es que poderoso caballero es el oro.

Esos organismos creados para objetivos que impidan justificaciones de retórica mentirosa y complicidades evidentes o tácitas, a eso exactamente se dedican. Frases repetidas y votaciones que en su mayoría de tiranías y falsas democracias se abstienen frente a la criminalidad,  a lo largo de medio siglo, frente a las evidentes fechorías deshumanizantes. Los cambios radicales impuestos por neoimperios, barbaries de origen étnico, tribal, religioso, limítrofes, la multipoderosa narcored internacional más el disparate consagrado ya de regímenes totalitarios que son fichas determinantes para disculpar o desconocer la realidad activa de esos delitos que ellos mismos practican, se transformaron en vergonzosa burocracia parasitaria, lujosa transcontinental dedicada a repetir: Vetamos, estamos consternados, bueno, si hay pruebas, pero confiemos en la buena fe, en el Vaticano, en los tribunales, Dios proveerá, si te he visto no me acuerdo, tiempo al tiempo de la diplomacia. Así lo hicieron ante los delitos genocidas en Ruanda, países balcánicos, antes y siempre China, Rusia, Cuba, Venezuela, Nicaragua. Los abstencionistas sellan la conducta de ese tinglado que se regodea en formalidades teatrales y así se desliza, escurre el bulto, se disculpa culposo y culpable. Como si nada.

El teflón es un material útil para utensilios de cocina, resistente a las más altas temperaturas y sustancias que corroen superficies metálicas, alivian los quehaceres culinarios y otros domésticos, dejan rápidamente limpias las fachadas, pero muy pocas veces alcanzan las rendijas ocultas por donde se filtran y almacenan los óxidos hasta que un día ese teflón se inactiva.

Igualmente, como instrumento de manipulación ideológica, gubernamental, de política institucional planetaria por su degeneración progresiva y al parecer indetenible, pues se resiste a modificaciones, a enmiendas urgentes que le permitan activar procedimientos drásticos, a las necesarias actualizaciones de sus partidas de nacimiento, de facto se ha convertido en armamento nocivo, de aspecto severamente legal. En la práctica, de proyección mortífera como cualquier otro misil ya de largo alcance. Y por desgracia, en su trayecto contagian también a partidos y sistemas políticos presuntamente constitucionales que se retuercen de la risa y de contento ante sus repetidas declaraciones. Les avisan sus próximas visitas con suficiente tiempo para que puedan “teflonear“ sus antros carcelarios donde torturan, suicidan y asesinan.

Esto conduce a que en Cubazuela, el muy excepcional reciente informe independiente solicitado por la propia ONU sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos sin tregua durante 22  años por el castrochavismo ahora madurista, pase sobre miles de techos de cartón y latón aledaños a Fuerte Tiuna-Miraflores y se instalan para divertimento de su militarismo criminal, sobre sus cúpulas que son del más sólido, moderno y costoso teflón.

[email protected]


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!