Ciertos ángulos interpretativos de los corpus conceptuales de autores relevantes del pensamiento administrativo le sirven a la política porque, mediante ellos, puede alcanzarse una realizabilidad pública equitativa e imparcial. ¿Quiénes son esos autores y de qué manera pueden ser de ayuda? Los presentaré usando un lenguaje contemporáneo para contribuir a su comprensión.
Para Taylor (1911) cada ente organizado, privado o público, está inserto en un entorno en el cual hay otros entes con los cuales establece una determinada relación (proveedores, tercerización, usuarios y clientes, etc.). Todos están limitados por las condiciones propias de su época (culturales, económicas, leales, tecnológicas, etc., las cuales son ponderadas para establecer el conjunto de tareas a ser acometidas para dar respuestas viables a ese entorno. El trabajo directivo consiste en decodificar el “sistema de tareas coordinadas” que reflejan el flujo de trabajo a ser acometido mediante el esfuerzo productivo de todas las personas de cada ente organizado. Llamamos al mapa conceptual que plasma al sistema de tareas “macroproceso”, que sirve como paradigma para planificar y controlar toda la actividad organizacional.
Dos acotaciones son relevantes respecto a la perspectiva taylorista: por una parte, el macroproceso plasma las grandes áreas de actividad, el marco general organizacional que está articulado a su razón de ser o misión; por otra parte, el macroproceso se constituye en el marco institucionalizador para las acciones y decisiones organizacionales, lo que permite trascender el ámbito discrecional de cada decisor, pues ante cada problemática, la pregunta debe ser ¿qué indica el macroproceso?, en lugar de ¿qué tengo que hacer? La tarea directiva, una vez que el macroproceso es definido mediante mecanismos de consenso técnico-organizacional, es velar porque su contenido regule la planificación y control de la organización en sus dimensiones macro, meso y micro.
Elton Mayo (1933).agregó que la tarea directiva es también velar por el ambiente de trabajo (moral organizacional) que depende de las condiciones físicas y psico-sociales que constituyen al ambiente laboral. Por ello, éste tiene que ser diseñado mediante mecanismos socio-organizacionales consensuados, para que influya positivamente en la actividad laboral. De ello depende la motivación, condición que activa la respuesta eficiente en tiempo real de cada miembro de la organización. Nótese que Mayo agrega el “aspecto humano de la empresa”, como lo llama McGregor, a las actividades de planificación, dirección y control.
Henri Fayol (1916) también es muy consciente de las condiciones exteriores (transitivas) que afectan a toda gestión, pero privilegió enfocar aquellas internas (reflexivas) que deben estar presentes en cada empresa. Este francés comprende esta palabra como el sustantivo del verbo “emprender”, i.e., aquel ente que es la expresión de dos o más personas que acometen algo mancomunadamente, cumpliendo seis “operaciones o funciones esenciales: técnicas, comerciales, contables, financieras de seguridad y administrativas”. Cada una de esas seis expresa: la primera, la razón de ser de la empresa pública o privada; la segunda, las relaciones que establece con su entorno; la tercera, el manejo sujeto a normas de los estados financieros; la cuarta, el manejo sujeto a normas de la financiación e inversión; la quinta, el cuido de las personas y los bienes y la sexta que ejerce la integración y rectoría.
Una empresa es exitosa cuando institucionaliza dos condiciones: los principios de administración que “fortalecen al cuerpo social” y las competencias de rectoría (función administrativa) que ordenana cualquier ente social sopesando siempre la profunda dialéctica entre poder y ética. Los principios de administración “dependen de las condiciones diversas y cambiantes” y, al ser formulados y respetados, generan el modelo de empresa explícito y compartido: dado que las empresas son entes concebidos por seres humanos, ellos necesitan darse un fundamento común para que la acción sea realmente mancomunada. Esa es la razón de ser de los principios.
Las competencias de rectoría expresan cinco actos: prever, organizar, coordinar, mandar y controlar. Sin embargo, Fayol no concibió un “ciclo administrativo” según el cual primero se planifica, luego se organiza y así sucesivamente; sino la articulación e integración de esos cinco en un solo acto gubernamental, verdadera rectoría que sopesa siempre la constitución del futuro a partir de lo que hemos-sido y la ponderación de los resultados esperados y no esperados del obrar gubernamental. Esta última distinción le dio el Premio Nobel de Economía a Lucas en 1995, pero la encontramos en Fayol cuando dice que el control permite “señalar las faltas y los errores a fin de poder repararlos y evitar su repetición”.
Nótese que la gobernanza organizacional depende de los principios de administración, mientras que la gobernabilidad es la expresión del cumplimiento de los macroprocesos de gestión de los cuales depende la generación de bienes que satisfacen las expectativas de la sociedad; pero la calidad de ambas (gobernanza y gobernabilidad) está en relación directa al ejercicio reiterativo y responsable de las competencias gubernamentales, fundamento para el obrar sustentable, razón de ser de la política.
Charles-Jean Bonnin concibió la ciencia de la administración pública en 1808, afinando su concepción en 1809, 1812 y 1829. Siempre mantuvo la siguiente idea: “La administración y la justicia son los órganos por medio de los cuales el gobierno ejerce la aplicación de las leyes, y los medios necesarios para garantizar su ejecución”. De allí deriva la necesidad de “dos enseñanzas distintas; una para la administración, otra para la justicia”: esta es la escuela del Derecho, aquella “la escuela necesaria en la que se forma el estadista” (Bonnin, 2004: 170-296).¿Es el paradigma positivista que impera en nuestra academia el elemento fundamental a superar para que las enseñanzas de los grandes pensadores de la administración puedan orientar a un genuino obrar gubernamental?