«Síganme los buenos»

El Chapulín Colorado

Un poco separado de todo por los últimos acontecimientos y sentimientos familiares, he tenido la oportunidad de conversar con buenos y cultos amigos de quienes había estado alejado geográficamente por los años y las circunstancias. Observar, como siempre lo hice, los toros desde la barrera antes de que mis buenos amigos Julio Bustamante, Federico Alves, Agustín Blanco Muñoz y Rafael Poleo, entre tantos, me brindaran con su diversidad interpretativa y su talento una perspectiva distinta, me ha hecho reflexionar introspectivamente.

No sería yo si no expreso justo lo que quiero y pretendo. Y lo que quiero y pretendo es hacer renacer la economía de mi estado Portuguesa, reconociendo como buen ingeniero calculista el adecuado porcentaje con el que contribuiría para hacer inmensa a mi tierra natal, y el poco porcentaje que desde esta pequeña provincia podría contribuir para transformar a mi patria. (se llama PIB).

Contribuir a mi nación no es una condición “sine qua non”, viene dal mio cuore

Para progresar hay que soñar. Para hacer realidad los sueños hay que planificar. Para planificar hay que convocar e integrar a los mejores en cada una de las áreas que queremos desarrollar. Un plan de desarrollo debe incluir propósito y objetivos. Plazos, metas y prioridades. Estrategias y orientaciones. Plan de inversiones, programas, proyectos, obras, recursos financieros y la fuente financiera. Plan de trabajo, cronogramas de avance, inversión y desembolso. Y quizás lo más importante. La evaluación de sus resultados en lo productivo, económico, social y político.

Muy pocos gobernadores son capaces de reunir un grupo multidisciplinario de profesionales, para organizar el desarrollo de su entidad geográfica con el ABC del progreso. Eso se define como políticas públicas. Muchos aún no lo quieren entender. La política y los políticos son indispensables, son necesarios y son quienes contribuyen con su trabajo sociopolítico diario a que los olvidados y desvalidos sean parte de su país.

El país que todos soñamos es uno con poderes civiles independientes que se revisan y se contraponen de forma equilibrada. Las leyes siempre se han hecho para proteger a los menos fuertes. Un país libre con ciudadanos libres necesita políticos y gobernantes cultos, decentes, con principios y pulcros desde el punto de vista de la ambición y la codicia.

Desde que nuestro Libertador Simón Bolívar imaginó, luchó y logró su patria. Siempre abogo por los gobiernos civiles enfrentando a las tiranías, monarquías y al abuso del poder. Desde nuestro primer presidente constitucional José Antonio Páez, hasta la revolución de octubre de 1945. Jamás este país había sido gobernado por civiles, políticos e intelectuales.

Tuvimos un pasado infame, embrutecedor, sucesivo y alternativo de gobiernos militaristas y caudillistas. Solo ese paréntesis que nos dio el trienio 45-48 y los gobiernos de la democracia representativa desde 1959 hasta 1999, han sido los únicos que lograron transformar a una Venezuela rural en un país moderno, de progreso, de justicia social, con universidades, con cultura, deporte y semindustrias. Todas esas mejoras y transformaciones sociales, económicas y políticas fueron inconclusas. ¿Por qué? No lo sé con exactitud.

No soy experto en antropología política y social. Quizás solo fueron una serie de eventos sucesivos los que coartaron la continuidad de la democracia civil y el tener que vivir esta desgracia de entrega de la patria al mendigo-dictador más orgulloso de todo el planeta.

Necesitamos reconstruir las instituciones democráticas y los poderes independientes. Requerimos de manera indispensable y urgente la reconstrucción o el renacer de nuevas organizaciones políticas donde la democracia impere. Necesitamos que sea una prioridad de Estado, la instrucción pedagógica en materia política.

Pero más que nada y como nunca, este país necesita que todos los venezolanos nos unamos para exacerbar para siempre la antipolítica, el mesianismo y el fantasma del gendarme necesario.

Busco políticos buenos y decentes que piensen en el futuro de sus hijos y nietos. Abstenerse inmorales y ambiciosos.


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