Es un fenómeno sorprendente el achicamiento de los actores políticos y por ende del discurso correspondiente, aquel que debe debatir y orientar el destino nacional. Tanto de parte del gobierno como de la oposición.

Se podría decir que es un fenómeno típico de una dictadura, pero solo en parte es verdad. No hay que olvidar que esta es una dictadura populista, que simula un funcionamiento democrático del país. Un poquito de libertad de expresión solo para unas cuantas cosas, no muchas; unas elecciones muy sucias, falsas promesas de diálogo, represión cruel y desalmada pero negada, y así. De manera que algún opositor puede acceder, por ejemplo, a los escasos espacios mediáticos, siempre y cuando no se acerque a los extensos cotos censurados.

Sin duda, una cantidad sustantiva de este silencio proviene de la minusvalía extrema de los partidos, casi desaparecidos por mucho tiempo, con sus líderes adentro, producto de una feroz persecución de los tiranos que los han bloqueado, dividido, perseguido –la cárcel y la tortura, el exilio, la compra de alacranes…–, calumniado, silenciado… Pero también una ausencia de respuesta, dentro del campo de lo posible, de políticos con anemia, depresión, parálisis, edad avanzada, ataques de pánico, paso a retiro, súbita pasión por los negocios o el amor familiar, desencanto y otras dolencias similares. Hablamos no tanto de las opresiones y derrotas como del número de soldados en acción, que no es exactamente lo mismo.

Pero es más curiosa la reducción de la vocería y el mando en la esfera gubernamental. Se reduce exactamente a siete personas: la pareja presidencial, los hermanitos Rodríguez, Diosdado y su mazo, el fiscal Saab que lo llaman para que muerda a algún descarriado y de cuando en vez el general Padrino para que recuerde que el poder está en la punta del fusil. ¿Sabe usted algunos nombres de ministros?, ¿incluso cómo se llaman exactamente los ministerios? ¿Qué se hizo del gobernador de Miranda que iba a renovar el juego o del Drácula valenciano que se lucía en las encuestas o de la verborragia de Escarrá? Nada, el juego se reduce. No en vano el diccionario dice que tiranía es el gobierno de uno.


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