El pasado 29 de mayo, el candidato presidencial Beto O’Rourke reveló un plan migratorio que además de contemplar prioridades domésticas, propone una asociación más sólida con América Latina –en particular México y Centroamérica– para garantizar la seguridad regional y promover la democracia en el hemisferio. Si bien la política doméstica es naturalmente la prioridad dentro de las campañas, el plan de O’Rourke es el primer indicador de que la política exterior regional será un tema que tarde o temprano los candidatos tendrán que abordar.

En una concurrida carrera hacia las elecciones del 2020 –que al momento registra 23 candidatos demócratas y dos republicanos– la política exterior se ha mantenido al margen, centrándose en planes genéricos para defender la democracia, contrarrestar la creciente influencia de Rusia y China y las amenazas nucleares de Corea del Norte, y con algunos candidatos incluso apoyando los esfuerzos globales para combatir el cambio climático. Con pocas excepciones, los candidatos aún no han esbozado planes específicos en materia de política exterior, y mucho menos han abordado cómo visualizan la relación entre Estados Unidos y América Latina de ocupar la presidencia. Hasta ahora.

El ex congresista por el distrito 16º de Texas (2013-2019) y candidato al Senado perdiendo contra Ted Cruz, anunció su campaña presidencial en marzo de 2019. Desde entonces, O’Rourke se ha centrado principalmente en temas de salud, cambio climático, educación, reforma del sistema penal, y ahora la migración, desplegando una agenda progresista con la esperanza de lograr una «visión unificadora entre ciudadanos de todos los rincones del país«.

La propuesta de O’Rourke va mas allá de la política doméstica. Titulado «Reformar nuestro sistema de inmigración y naturalización para hacer que el sistema funcione mejor para nuestras familias, nuestras comunidades y nuestra economía», el plan se basa en la experiencia de O’Rourke como habitante de El Paso, ciudad fronteriza con México que registra cruces de 20.000 peatones, 35.000 automóviles y 2.500 camiones de carga cada día. Después de San Ysidro, en California, El Paso es el segundo puerto de entrada más activo en Estados Unidos. Como testigo de los beneficios de la interacción binacional, O’Rourke planea ampliar los esfuerzos en materia económica, seguridad y antinarcóticos de su ciudad natal a escala nacional.

El objetivo central es el de impulsar una legislación que respalde la aplicación efectiva de la ley, pero que al mismo tiempo restaure la reputación de Estados Unidos, posicionándola nuevamente como una nación amigable con los migrantes. La propuesta se basa en tres pilares: 1) Desde el primer día poner fin a las políticas crueles que han causado tanto caos en la frontera; 2) reescribir las leyes migratorias para fortalecer a las familias, las comunidades y la economía; y 3) restaurar la reputación de Estados Unidos y garantizar la seguridad regional siendo un mejor aliado que promueva la prosperidad y la seguridad en América Latina.

Otras medidas descritas en el plan incluyen el cese inmediato de la separación de familias en la frontera, detener la construcción del muro fronterizo y abordar el tema de las personas que permanecen en territorio estadounidense aun después de que vencen sus visas, entre otras.

Si bien los tres pilares contemplan un mayor compromiso con el hemisferio, es el tercer pilar el que aborda explícitamente un enfoque más sólido, elevando la importancia geopolítica de América Latina para abordar la seguridad nacional en Estados Unidos, pero ayudando a los países vecinos a reducir la violencia, poner fin a la guerra contra las drogas y combatir el cambio climático, entre otros objetivos comunes. Para lograrlo, el plan propone trabajar con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados para ampliar la capacidad del sistema de refugiados de México y colaborar con el vecino al sur para procesar los trámites de los solicitantes de asilo que viajan a través de México. También contempla invertir 5.000 millones de dólares en el Triángulo del Norte para transformar el enfoque de seguridad a uno de desarrollo, una propuesta que México seguramente respaldará, considerando que recientemente presentó su propio Plan de Desarrollo Integral junto con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) para abordar las causas fundamentales de la migración en Guatemala, Honduras, El Salvador y México.

Ciertamente, O’Rourke no es el primer candidato, y no será el último, en tomar una posición audaz en materia migratoria. Julián Castro, también candidato presidencial demócrata, presentó su propio plan “La Gente Primero” (People First) en abril de 2019; y alguien con un récord en experiencia y compromiso con el hemisferio occidental como el ex vicepresidente Joe Biden, tendrá mucho que decir al respecto.

Teniendo en cuenta que estamos a más de un año de que se lleven a cabo las elecciones presidenciales, el que O’Rourke coloque a América Latina como una de las principales prioridades de la política exterior es un esfuerzo ambicioso por vincular tres grandes temas de interés nacional –migración, seguridad nacional y democracia– de una manera creativa y ambiciosa. Que el plan sobreviva los estragos de la campaña es otra historia.


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