La pobreza es uno de los problemas más serios que la humanidad ha confrontado en todos los tiempos. Se habla de ella para aludir a esa parte de la población que vive en condiciones que están por debajo de los estándares normales de existencia material.

En un informe de la ONU, de finales de 2001, se señala que Noruega es el único país sin problemas de pobreza ni hambre. En las indagaciones que hicimos para escribir este artículo, no encontramos ninguna información acerca de algún cambio importante en esa situación excepcional.

No obstante lo diseminada que está la pobreza, ella no es igual en todos los países. Una cosa es la crítica situación de miseria que experimenta gran parte de los países africanos (Burundi, Yemen, Uganda, Togo, Sierra Leona, Mozambique, Gambia, entre otros) y otra, muy distinta, la que viven los desamparados de Europa, China, Rusia o Estados Unidos.

En el campo antes indicado, Venezuela es un caso especial. Con un potencial de crecimiento significativo, nuestro país es hoy tierra arrasada como consecuencia de las malas políticas y sinvergüenzuras de la satrapía que nos gobierna.

De acuerdo con los resultados de la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), el promedio de ingreso por persona durante el año 2019 fue de 0,72 dólares. Ese hecho ha sido factor determinante para que 79,3% de los venezolanos experimente una situación de pobreza extrema. La consecuencia aparejada a esa circunstancia es que cada uno de los integrantes de ese grupo de personas no está en condiciones de consumir 2.200 calorías diarias de una canasta de alimentos básicos. En virtud de ello, nuestro país tiene el absurdo privilegio de ser, después de Nigeria, el de mayor pobreza extrema del mundo.

Como consecuencia de lo anterior, un alto número de venezolanos se ha visto impelido a dejar el país en busca de la estabilidad económica que acá es imposible tener. Según Acnur (Agencia de la ONU para Refugiados), estamos hablando de una masa de gente de todos los estratos sociales, que al día de hoy ya rebasó los 5.500.000 refugiados y entre los que se cuentan numerosos profesionales y técnicos de áreas muy diversas.

Mientras se escenifica el drama anterior, el gobierno se venda los ojos y sigue su marcha suicida para implantar una política destructiva de la economía que, de una vez por todas, liquide los vestigios que aún quedan de nuestra democracia liberal.

Para alcanzar su propósito la dictadura ha dado instrucciones a las “autoridades” del Banco Central de Venezuela para que pongan en circulación una enorme masa de dinero inorgánico, sin el respaldo en divisas exigido por ley, cuyo efecto final será un mayor empobrecimiento del país.

Esa horrorosa acción es lo que explica que en las últimas semanas nuestro esperpéntico bolívar se haya depreciado de forma abrupta con respecto al dólar. Los números son contundentes. A inicio de este mes de noviembre, el dólar se cotizaba en 505.220,19 bolívares; al momento de la publicación de este artículo, su precio ya sobrepasó la cifra de 1.000.000 de bolívares.

Como consecuencia de ese salto con garrocha, muchos comerciantes exigen que los pagos se les hagan en dólares o euros. De esa manera ellos evitan que los bolívares en su poder se evaporen en cuestión de horas o días. Si por desgracia el comprador splo cuenta con moneda nacional para cancelar su transacción, el vendedor aplica al desprotegido consumidor una tasa de cambio mayor para así cubrir, además de la ganancia esperada, cualquier pérdida al momento de reponer su inventario. De ese modo es el bravo pueblo el que paga los platos rotos por Nicolás y las autoridades del BCV.

Sólo cabe esperar que el domingo 6 de diciembre, esa porción de venezolanos sufrientes le den su tatequieto a Nicolás y su corte de “candidatos y candidatas”.

@EddyReyesT

 


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