El nombre: Pobreza, S. A.

Así se titula el documental producido por Acton Institute que fue oficialmente presentado por el Observatorio de Propiedad de Cedice Libertad. Tuve el honor de compartir en el cineforo con Tiziana Polesel, presidente de Cedice Libertad y profesora de la Universidad Católica Andrés Bello.

El nombre no podía ser más apropiado. Las siglas S. A. significan en términos legales “sociedad anónima” y de forma aguda y resumida nos anuncia el tema que se va a abordar: la industria de la caridad y de la solidaridad. Asimismo, lo que llega junto con ella: la dependencia.

Algunas preguntas

¿Cómo se inicia la industria de la caridad? El documental coloca de ejemplo la hambruna de África en los años ochenta y la respuesta del mundo del espectáculo con la canción “We Are the World”. También el documental se pasea por la tragedia que vivió Haití con el terremoto de 2010. En ambos casos llegaron donaciones millonarias y en ambos casos, años después, la ayuda continúa sin resolver los problemas que inicialmente se pensaban atender con las donaciones.

¿Por qué años después siguen las ayudas sin cambios significativos? Hechos que caracterizan a los países receptores de las donaciones:

  • El asistencialismo deja de ser coyuntural y se vuelve estructural
  • El asistencialismo, lejos de ser un episodio, es un modo de vida de países enteros
  • Se crean formas de dominación y dependencia que destruyen el futuro y la dignidad de los pobres
  • Países de ONG extranjeras.

Algunas respuestas

Quiero enfocarme en la pregunta sobre cómo inicia la industria de la caridad desde la banalidad del mal de Hannah Arendt. Esta filósofa desarrolló su tesis al documentar el juicio en Jerusalén de Adolf Eichmann, el arquitecto del holocausto.

La principal defensa de Eichmann era que solamente obedecía órdenes y que solo hacía su trabajo.

A mi juicio, Arendt puso el mundo de las ideas en jaque. Polémica para la época, sus aportes se enfocaban en que un ser humano “normal” puede cometer atrocidades.

El problema es que se banalizan las actuaciones propias y no se reflexiona sobre las consecuencias de las acciones y decisiones. Su principal exigencia era que no importa si eres solamente un eslabón de una cadena, tienes una responsabilidad individual que asumir.

Arendt demolió la idea de la responsabilidad colectiva y de que no existe maldad intrínseca.

La caridad hollywoodense me recordó esta tesis. Se trivializa el problema; no se piensa en las consecuencias de las acciones y se justifica todo con los buenos deseos de ayuda.

Las consecuencias de estas actuaciones son las continuas donaciones millonarias a lo largo de los años.

Estas ayudas lamentablemente han terminado por destruir a los mercados locales porque estos países terminan invadidos por productos provenientes de países que aplican medidas proteccionistas (cierran sus mercados a productos extranjeros y crean ventajas injustificadas para los empresarios locales) que crean las condiciones para la sobreproducción que es ofrecida de forma “gratuita” a estos países del tercer mundo. El mercado local no puede competir con la invasión de productos gratuitos y termina destruido. Es un círculo vicioso, porque si el mercado local no puede competir se seguirá dependiendo de la ayuda extranjera, que al mismo tiempo seguirá destruyendo al mercado local.

El documental muestra de una forma descarnada las distorsiones de la ayuda humanitaria. Solo me enfoqué en un aspecto de tantos agudamente abordados.

El mensaje es claro: dar no puede ser un modo de vida; dar no puede ser fuente de dependencia; dar debe ser coyuntural y no estructural.

Venezuela no puede ser otro caso de “país de ONG”.


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