El proceso para que Venezuela se convirtiera en dictadura, fue un procedimiento lento, seguro y disfrazado. Todo empezó cuando llegó Hugo Rafael al poder, al ganar, lamentablemente, las elecciones realizadas en diciembre de 1998, implantando su proceso bolivariano, que devino en un proceso constituyente y a su vez, en un proceso de deterioro de las instituciones democráticas.

Con su verbo encendido y su alto grado de resentimiento social, creó una falsa participación de los diferentes sectores de la sociedad, pero en el fondo se hizo lo que él, en su infinita ambición e ignorancia quiso. Al mismo tiempo, comenzó a cambiar jueces y magistrados del Tribunal Supremo de Justicia. Se escogieron letrados simpatizantes con los ideales políticos del chavismo, la cual su misión era hacer valer sus propias leyes, donde todos sus integrantes se identificaban y se identifican, con la ideología revolucionaria, pero lo más triste de todo ello, son esos magistrados quienes tiene la última palabra en la justicia venezolana.

Para muestra, el siguiente ejemplo. Cuando la oposición obtuvo la mayoría en las elecciones para diputados, llevadas a cabo en diciembre de 2015, el Tribunal Supremo de Justicia intervino, amputando todos los poderes de la Asamblea democráticamente electa, impugnando, cuestionando y desacatando todos sus pronunciamientos. Llegando al extremo de inhabilitar a los diputados de Amazonas, para que no alcanzaran tener la mayoría absoluta.

Para guardar las apariencias de legalidad y de un supuesto imperio de la ley, Nicolás necesitaba para aquél momento, que le aprobaran el presupuesto nacional, pero como sabía que ese trámite no se podría realizar en la Asamblea Nacional, porque no iba ser avalado, optó por presentarlo en el Tribunal Supremo de Justicia, la cual se tomó atribuciones que no le correspondían, naturalmente le fue autorizada. En síntesis, si no hay jueces que hagan valer las reglas, los dictadores pueden ejercer su poder, teniendo como límite su real gana.

Pero regresando unos años atrás, no hay que olvidar el enamoramiento de Hugo Rafael hacia la cúpula militar, para convertirlos en su guardia pretoriana y alcahuetes de todos los abusos durante su período presidencial. Tanto el comandante eterno como Nicolás, les han repartido a los militares cuotas de poder, que no les corresponden, para muestra, convirtió al Ministerio de la Defensa en un superministerio, en el cual el resto de las carteras deben arrodillarse. De hecho, los militares están a cargo de la distribución de alimentos y medicinas, dirigen empresas e instituciones del Estado como la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (Camimpeg), una Pdvsa paralela, así como su influencia en gobernaciones y alcaldías.

El patrón a seguir por los revolucionarios, es la necesidad imperiosa de uniformar al gobierno, tenemos, por ejemplo, en un país como el nuestro, donde las fuerzas armadas han estado de vacaciones desde la batalla de Carabobo, tienen en su haber más de 2.000 generales, comprometidos en su mayoría con el proceso bolivariano. Si comparamos esta situación con la de Estados Unidos, una potencia militar, que ha participado y participa en muchos conflictos armados, no tienen ni mil generales. Eso lo dice todo, militar y revolución bolivariana van de la mano.

Paralelamente, han formado grupos parapoliciales, llamados colectivos, conocidos anteriormente como círculos bolivarianos. Estas agrupaciones defienden la revolución con tal convicción, ya que están completamente fanatizados. Muchos de estos clanes están armados y estuvieron acobijados bajo las zonas de paz, para que pudieran actuar a sus anchas, generando las situaciones que vive la ciudad de Caracas en estos momentos con el Koki, el Vampi y toda la fauna que se dedica a matar a inocentes. Estos colectivos aplican su propia ley, persiguiendo y en el peor de los casos, asesinando opositores, controlan la distribución de las bolsas de comida, deciden quién vive y quién no.

Por su parte, Nicolás, siguiendo las huellas de su antecesor, ha atacado y cerrado medios de comunicación, escudándose en razones legales, para llevar a cabo estos desmanes. Hugo Rafael, en el caso de Radio Caracas Televisión, se amparó en que la concesión había caducado. En pocas palabras, tanto Chávez como Maduro encontraron la única forma de responder a las críticas de sus opositores, que no fue otra que mandándolos a callar.

En una nación, en el cual los diferentes medios de comunicación (prensa, radio, televisión y redes sociales), le rinden honores al Poder Ejecutivo, es muy fácil manipular y el dictador a su vez, no recibe ningún tipo de críticas ni contradicciones a sus alocadas ideas.

Además, a todo lo anterior, hay que sumarles los perseguidos políticos, en el cual muchos son encarcelados y otros asesinados, pero aduciendo en todo momento razones legales para sus acciones que van más allá de la violación de los derechos humanos. La pregunta de las 50.000 lochas, ¿puede haber justicia, con jueces chavistas, fiscales chavistas y defensores públicos chavistas?

Si hacemos un pequeño resumen de lo que hemos descrito en párrafos anteriores, podemos afirmar lo siguiente:

  1. Sistema judicial parcializado, con jueces identificados claramente con el proceso revolucionario.
  2. Militares ideologizados y politizados, que defienden la causa revolucionaria.
  3. Medios de comunicación social, censurados o cerrados, periodistas críticos perseguidos y encarcelados.
  4. Presos políticos, exiliados y asesinatos selectivos.

No hay que ser un erudito en ciencias políticas para entender la realidad venezolana, en el cual hay elementos suficientes para describir que estamos en un régimen dictatorial, donde la única palabra que vale, es la que sale de las bocas de los apóstoles de Chávez.

Podemos continuar con unos ejemplos más, para entender de una vez por todas nuestra realidad. Pero volvamos de nuevo sobre las elecciones llevadas a cabo en diciembre de 2015, para elegir diputados para la Asamblea Nacional. Es sabido por todos que la oposición obtuvo una victoria aplastante, logrando alcanzar la mayoría absoluta. Pero, nunca falta un, pero, es público, notorio y comunicacional que a los revolucionarios les dejó de gustar la democracia desde ese momento.

Haciendo memoria, hay que recordar que cualquier decisión, edicto o leyes que promulgara la Asamblea, electa en el 2015, tanto por el Poder Ejecutivo como por el Poder Judicial, me refiero al Tribunal Supremo de Justicia, cuestionaban y desacataban los veredictos de la novel Asamblea.

Continuemos con los recuerdos y no hay que olvidar cuando se trató de convocar el referéndum revocatorio contra Nicolás. ¿Qué ocurrió? A pesar que se cumplieron con todos los requisitos, el Consejo Nacional Electoral, con tendencia irreversible al frente, decidieron suspender el proceso revocatorio. La pregunta que vale hacerse en este momento, es la siguiente: ¿le gusta al chavismo la democracia?

Sigamos, para no perdernos en la rabia y en la impotencia. Nicolás, para poder contrarrestar a la Asamblea de 2015, decidió convocar una Asamblea Nacional Constituyente, en la cual se dedicó en solapar las funciones de la Asamblea democráticamente electa y, además, se dedicaron a promulgar leyes que favorecían su permanencia en el poder, como la Ley contra el Odio, por la Pacificación y la Tolerancia. En líneas generales, los bolivarianos hacen las reglas a favor de los bolivarianos y con la aprobación de los bolivarianos, en pocas palabras, están gobernando sin ningún contrapeso, es decir, una dictadura, porque gobiernan con total poder, sin ningún tipo de limitaciones.

Para lograr llegar a este punto, la estrategia mostrada por los apóstoles de la revolución, fue y es negar la realidad, confundir, creer en sus propios desmanes y convertir la mentira en verdad. Todo lo anterior lo podemos resumir de la siguiente manera:

  1. No hay independencia en los diferentes poderes públicos.
  2. Mientras el Poder Ejecutivo sea la santísima trinidad, es decir, jefe de gobierno, jefe de estado y controla el presupuesto nacional, no hay forma de hacerle contrapeso.
  3. La cúpula militar y sus diferentes fuerzas, con su accionar han demostrado que están al servicio de la revolución bolivariana.
  4. Formación y consolidación de grupos de choque, colectivos y milicias, fieles a los dictámenes de Nicolás.
  5. No hay libertad de expresión. Los medios de comunicación social han sido cerrados y otros censurados. Periodistas exiliados y otros encarcelados.
  6. Presos políticos.
  7. Los procesos electorales son de cuestionada legalidad.
  8. Utilizan las diferentes instituciones del Estado, para diseñar una realidad que los favorezca en todo momento.
  9. Manejan el miedo y el hambre, para amedrentar a la sociedad.
  10. Solo hay una forma de pensar, hablar y actuar permitida, el resto, son traidores de la patria.

No hay duda alguna, hay que llamar las cosas por su nombre. Estamos en dictadura, con la venia de todas las instituciones del Estado, el miedo de la sociedad y la complicidad de muchos. Qué lástima, vivimos bajo un dominio totalitario, con gobernantes que se creen dioses, que han tenido la facultad de convertir a Venezuela en un pobre país rico.

 


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