Como todos los días, de Juan Carlos Linares

Mediaba la década de los años ochenta. La danza escénica venezolana vivía momentos de ebullición. Nuevos proyectos habían irrumpido con fuerza en el panorama dancístico nacional y una inquietud vinculaba a un grupo de jóvenes artistas: el deseo de experimentar dentro de la creación coreográfica.

Como intuitiva respuesta a esta necesidad, surgió el Festival de Jóvenes Coreógrafos, primero a manera de encuentro informal y afectivo, hasta llegar a convertirse en espacio institucional para la reunión anual de contrastantes talentos alrededor de la diversidad de tendencias contenidas en la nueva danza.

La otra orilla, de Claudia Capriles

30 años duró la experiencia determinante del festival. Sin embargo, la mirada evocadora sobre sus influjos y sus consecuencias propuesta recientemente por la Fundación Compañía Nacional de Danza, más que nostálgica, resultó un hecho reafirmativo de los procesos creativos generados en el tiempo, así como de la trascendencia de sus obras resultantes.

Metáforas del cuerpo. Así fue nombrado el tributo rendido a la plataforma que impulsó y desarrolló a tres generaciones de creadores de la danza en Venezuela. Una selección de nueve de esos coreógrafos, en la plenitud de sus talentos,aceptóvolver a sus orígenes y reconocerse en ellos. Los Talleres del Teatro Teresa Carreño y el Centro Cultural BOD los recibió en ambientes de representación esencialmente experimentales y, por tanto, singularmente atractivos.

Caricato en pena, de Miguel Issa

Las obras escenificadas, todas firmadas durante los años ochenta, noventa y los dos primeros decenios de los dos mil, fueron sometidas a revisiones a la distancia. La mayoría, mantuvo sus lineamientos conceptuales y estéticos originarios, revelando elcarácter ya patrimonial de sus creaciones. Unos pocos, los adecuaron a contextos y situaciones actuales.

Juan Carlos Linares (Como todos los días), Claudia Capriles (La otra orilla), Rafael González (Intervención), Miguel Issa (Caricato en pena) y Carmen Ortiz (Después de las primeras lluvias), penetraron de nuevo en sus particulares universos, desvelados ya desde sus iniciales estudios coreográficos: la honda introspección de seres anónimos, la feminidad como ámbito existencial, el intrínseco sentido plástico del movimiento, los personajes surgidos de un tiempo remoto, y lo popular en su genuina expresión lúdica.

Intervención, de Rafael González

A su vez, Anaisa Castillo (Melocotón de manzanas), Armando Díaz (D.Q Edition), Pedro Alcalá (Efecto) y Félix Oropeza (Ausencia), enfatizaron en su condición de seres urbanos y de testigos de una nueva modernidad, ofreciendo distintas aristas de una poética de la violencia y de visiones alternativas de corporalidadessurgidas desde la progresiva demolición de losórdenes sociales establecidos.

En su conjunto, los nueve creadores participantes de esta reconfortante experiencia escénica, representarona un conglomerado que hizo posible un momento de la danza venezolana en sus expresiones contemporáneas tenido como irrepetible, por la plenitud con la que lo vivió, la diversidad de las tendencias que indagó, la vitalidad de sus discursos corporales y la contundencia con la que ejerció su influencia dentro del contexto latinoamericano.

Ausencia, de Félix Oropeza

Nueve personalidades, que inesperadamente trajeron de nuevo a la palestra la plataforma donde se iniciaron, así como el conocimiento de obras que marcaron su camino de desarrollo profesional, tanto a intérpretes emergentes como a audiencias renovadas.

El tributo rendido al Festival de Jóvenes Coreógrafos,reivindicó a las tres generaciones de creadores venezolanos que hicieron parte él. La celebración fue en honor de su determinante quehacer creativo.

Después de las primeras lluvias,de Carmen Ortiz

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